miércoles, 7 de julio de 2010

El rescate de la Constitución del 49: tarea de la hora

Un análisis de los artículos 38, 39 y 40 de la constitución Nacional aprobada en 1949, derogada posteriormente, sobre las funciones sociales de la propiedad.
Tomado del artículo "Profundización del modelo y Constitución Nacional" de Ariadna Somoza Zanuy* y Rodolfo Tailhade*.


Uno de los desafíos del Bicentenario es, sin dudas, el de abordar desde una reflexión profunda distintos procesos de nuestra historia. Desde esta perspectiva entendemos indispensable, a la hora de repensar el futuro derrotero de la Nación Argentina, el rescate de la Constitución Nacional sancionada en 1949, durante el gobierno justicialista de Juan Domingo Perón. Un acontecimiento político mutilado por la historia oficial, censurado en todos los ámbitos de la vida pública, desterrado de las universidades, considerado una “extravagancia jurídica” por los eternos custodios del derecho liberal.

No podía ser menos: la Constitución Nacional de 1949 significó la vocación del pueblo argentino de abandonar el Estado liberal como modelo de organización política, vigente desde 1853, para abrazar el Estado de la justicia social. Era la Nación Argentina la que asumía en el Preámbulo de aquella Constitución una voluntad común orientada hacia la justicia social, soberanía política e independencia económica, erigiéndose en protagonista exclusivo de un hecho político de una magnitud inédita, tributario directo del proceso histórico que a partir de 1943 transformó radicalmente la realidad política, social y económica del pueblo y del país. La Constitución de 1949 es el reflejo de esos cambios y la lógica consecuencia del surgimiento del pueblo organizado como factor real de poder.

Para el liberalismo criollo, para los sectores dominantes, para quienes detentaban el poder real hasta la aparición del peronismo, la Constitución de 1949 implicó, sin duda, un riesgo feroz: la pérdida definitiva de sus privilegios y de la posibilidad de conducir los destinos del país. Las revolucionarias conquistas sociales que inscribió la Constitución de 1949 en materia de derechos del trabajador, educación y cultura, la implementación de la protección integral de la familia, los niños y ancianos, entre otras instituciones fundamentales, constituyeron políticas dirigidas al diseño de una sociedad más justa.

Pero si bien estos nuevos objetivos estratégicos del Estado argentino resultaban el perfecto revés del proyecto liberal, es legítimo considerar que la razón central por la cual el golpe militar abrogó en 1956 la Constitución de 1949, más allá de la lógica reaccionaria de aquella dictadura frente a la cuestión social introducida por la reforma constitucional, fue la intolerable concepción de la propiedad privada que consagraba el nuevo texto.

En las palabras de Arturo Sampay, principal ideólogo del nuevo texto, se puede advertir la dimensión y gravedad del problema para el liberalismo: “la propiedad no es inviolable, ni siquiera intocable, sino respetable a condición de que sea útil no solamente al propietario sino a la comunidad”. Este nuevo sentido de la propiedad privada sostiene conceptualmente los tres artículos de la Constitución –38, 39 y 40– que, agrupados en un capítulo denominado “La función social de la propiedad, el capital y la actividad económica” sintetizan el fin de una era, la conclusión de un proceso histórico en el que la política significaba un factor de perturbación de la economía libre. Un nuevo paradigma deja atrás el esquema liberal, y marca claros límites al capitalismo: el orden económico de la sociedad se configura a partir de criterios no económicos, criterios esencialmente políticos.
Artículo 38. – La propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común…”

Se reconoce en el nuevo texto constitucional la propiedad privada y la libre actividad individual como derechos naturales del hombre, pero sujetos al cumplimiento de su función social. La propiedad privada asume en este marco una doble tarea: una función personal, en cuanto derecho que garantiza la libertad y afirmación de la persona; y una función social, en tanto está subordinada al bie nestar general. No representa un privilegio de unos pocos sino un derecho de todos: la función social de la propiedad legitima así la intervención del Estado en la generación de las condiciones económicas que permitan el efectivo ejercicio por parte de todos del derecho natural a ser propietario. Son los principios de justicia social los que demarcan los límites del ejercicio del derecho de propiedad.
“Artículo 39. – El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino.”

Es claro que esta concepción del capital es contraria a la propugnada por el liberalismo económico, para el cual el capital tiene la función de reproducirse según la lógica misma del mercado, que asigna recursos naturalmente de manera eficiente y en la cual ni el desarrollo de la economía nacional ni el bienestar social aparecen siquiera como preocupaciones. Es en este sentido que el accionar del gobierno peronista en lo que confiere a inversión extranjera, por ejemplo, fue el de direccionarla hacia sectores clave del desarrollo del aparato productivo nacional por sobre el sector primario o la extranjerización de la economía.
“Artículo 40. – La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social[…] El Estado podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales[…] toda actividad económica se organizará conforme a la libre iniciativa privada, siempre que no tenga por fin ostensible o encubierto dominar los mercados nacionales, eliminar la competencia o aumentar usurariamente los beneficios…”

Se legitima así al Estado como el actor principal en la orientación y gestión de la economía y la justa distribución de la riqueza, teniendo en miras el desarrollo integral de la sociedad, la promoción del bienestar material y espiritual de los argentinos, y la expansión de los márgenes de autonomía nacional. Incluso puede monopolizar actividades cuando las circunstancias así lo requieran –como excepción y no como método recurrente–, y la nacionalización de activos estratégicos como las fuentes naturales de energía y los servicios públicos.

En estos tres artículos se condensa entonces la dimensión programática de la independencia económica proclamada en el Preámbulo: “función social” de la propiedad privada y sujeta a “las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común”; el capital al “servicio de la economía nacional y del bienestar social”; la riqueza y su explotación destinados al “bienestar del pueblo dentro de un orden económico conforme los principios de la justicia social”; intervención del Estado en la actividad económica; libre iniciativa privada, pero sin monopolios ni rentas extraordinarias; nacionalización de los recursos naturales y servicios públicos.

Bajo estos parámetros la Constitución de 1949 conceptualiza el proceso económico de la sociedad argentina como una construcción colectiva; se trata de un proyecto común de una alianza entre los sectores populares y sectores del capital nacional, y como tal sólo puede conducirlo, en tanto expresión política de esa alianza, el Estado.

De tal forma, se introduce una concepción de la economía nacional profundamente humanista para alcanzar la justicia social. Es entonces la intervención planificada del Estado en la estructuración económica de la sociedad, y no el libre juego de individualidades en el mercado, la herramienta institucional que brindó la Constitución de 1949 para alcanzar un modelo de desarrollo económico que persiguiera el bienestar general por encima de los intereses particulares.

La filosofía política de la Constitución de 1949 en tiempos del Bicentenario como nunca, ante los estragos globales que generan el capitalismo salvaje, el neoliberalismo y su paradigma especulativo, los planes de ajuste y el cercenamiento permanente de los derechos sociales. Frente a estos escenarios de exclusión social e incertidumbre que se ciernen sobre los países centrales, y la pretensión de trasladarlos nuevamente –como en los ’90– a nuestros países, los grandes principios de la Constitución de 1949 siguen marcando el rumbo de las luchas democráticas y populares. De hecho, la mayoría de las reformas constitucionales de los procesos transformadores que se están viviendo en América latina están basadas en esta Constitución.

Por ello, el gran desafío que nos plantea el proceso histórico iniciado a partir del 25 de mayo de 2003 es el de, amparados en esta perspectiva filosófico-política que nos brinda la Constitución de 1949, conceptualizar, organizar e institucionalizar las transformaciones acaecidas desde entonces, no sólo como necesidad histórica del campo popular para sostener esas transformaciones a lo largo del tiempo, sino con el convencimiento de que ésta es la única manera de poder profundizar el proceso en los aspectos que aún la correlación de fuerzas no nos ha sido favorable para transformar. Así como la Constitución de 1949 condensó el poder popular construido hasta ese entonces, hoy se torna inminente la necesidad de institucionalizar estas transformaciones, especialmente en materia económica y social, para desde ese factor de poder continuar la construcción de una patria para todos, justa, libre y soberana.

* Socióloga del GEENaP y abogado de AJuS respectivamente

martes, 6 de julio de 2010

Dicen que dijo lo que no dijo

Exclusivo: versión taquigráfica de
las palabras de Sadous derrumban todas las operaciones mediáticas
01-07-2010 / Embajador SadousTiempo Argentino publica el documento secreto más tergiversado de la última semana política. Qué dijo el diplomático ante los diputados. Entre el papelón y la novela de Graham Greene. La verdad de los hechos. Por Hernán BrienzaVersión Taquigráfica del 23 de Junio de 2010
Operaciones cruzadas, campañas de prensa, espionaje comercial, supuestos negocios turbios entre dos países latinoamericanos, un grupo de diputados argentinos que se juramentan silencio, un ex embajador –Eduardo Sadous– con ansias de protagonizar una novela de Graham Greene, cables internacionales secretos entre embajadas, ironías entre legisladores, chicanas, 90 millones de dólares perdidos y encontrados y minucias sobre cómo funciona el comercio internacional, forman parte de este globo de ensayo mediático que necesitaría de un nuevo Osvaldo Soriano para relatar con pericia las delicias de este caso que bien podría llamarse “Nuestro hombre en Caracas”. Tiempo Argentino pudo acceder en exclusiva a la versión taquigráfica de la exposición que el 23 de junio realizó Sadous ante la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara de Diputados, una muestra del despropósito mediático y al mismo tiempo una excelente oportunidad para fisgonear en la realpolitik internacional.

Según consta en el documento que los diputados no quieren dar a conocer, Sadous se asemeja al célebre personaje de Greene –Jim Wormold– que había logrado tener en vilo a la diplomacia británica haciéndole creer que tenía los mapas de una planta nuclear en la Cuba del dictador Fulgencio Batista. A la postre, esos planos no eran otra cosa que el dibujo de un aspiradora.
Algo similar ocurrió con las declaraciones del ex embajador en Venezuela. Mientras Clarín el 24 de junio había titulado “Sadous apuntó directo a Kirchner y a De Vido”, la verdad es que ese título no refleja lo que Sadous dijo, sino lo que le hubiese gustado a Clarín que dijera.

Respecto del ex presidente Néstor Kirchner, Sadous dice: “Sobre si el presidente conocía el funcionamiento de esto, yo entiendo que sí, que lo debe haber conocido, evidentemente, por los numerosos viajes tanto de él como del presidente Chávez a la Argentina, por la cantidad de acuerdos que se firmaron en cada ocasión y no me cabe la menor duda de que estaba al tanto”. ¿Pero qué es exactamente el funcionamiento de “ésto”?

La pregunta la hace el diputado del peronismo disidente Eduardo Amadeo y la versión textual dice: “¿Hasta dónde el presidente Néstor Kirchner en su conocimiento tuvo acceso a esta información vital sobre la manera en que se estaban desarrollando las negociaciones?
No sólo el problema del fideicomiso, sino la estructura general de la operación…”. Pero, a ver, ¿cuál es el problema del fideicomiso? Sencillo: en enero de 2005, Sadous había enviado un cable
diplomático titulado “Gravísima situación” donde informaba de un faltante de 90 millones de dólares en el fideicomiso que administra PDVSA –la empresa pública de petróleo venezolana, que nada tiene que ver con el Estado Argentino– y a través del cuál Caracas paga los productos que Buenos
Aires le exporta. Concretamente, el fideicomiso es una herramienta de exportación que consiste en
lo siguiente: la Argentina importa fuel-oil de Venezuela y las divisas con las que paga entran en una especie de cuenta especial que el país caribeño utiliza para comprar luego las importaciones que hace de la Argentina. Cómo se lee, más allá de la dificultad del asunto, la supuesta acusación –el único momento que “apuntó directo”– no es otra cosa que una gran nube de humo. Sadous estaba dibujando el plano de aspiradora.

Respecto de la denuncia contra Julio De Vido, Sadous dice, textual: “Los empresarios argentinos en forma permanente hacían comentarios sobre la necesidad de pasar por el Ministerio de Planificación Federal para resolver que sus ventas a Venezuela se imputaran al fideicomiso. Ahora, denuncias concretas obviamente no las hubo; si las hubiera habido yo lo hubiera puesto en conocimiento de la Cancillería, como es mi deber y como lo hice cuando tuvimos pruebas concretas de la desaparición de los 90 millones de dólares del fideicomiso y reaparición posterior.”
Habría que recordar que ningún empresario ratificó los dichos de Sadous. Y habría que agregar que en algún momento de su declaración admite que es posible que también hubiera negocios non sanctos de Venezuela con países como “Brasil, Chile o Francia”, pero que tampoco esto le constaba. Lo que sí, también se quejó porque dicen que dicen los que finalmente no dijeron que los
“retornos” llegaban hasta el 15% cuando lo común es el siete o el diez. Es decir, el escándalo es apenas una cuestión de grado.

A esa altura, la reunión en la comisión estaba tomando un tono caricaturesco. El diputado Carlos Kunkel ya había interrumpido a Sadous denunciando que “la puerta de la sala ha quedado abierta y están filmando la reunión” y también había protagonizado un irónico cruce con la diputada de la Coalición Cívica, Patricia Bullrich, sobre la prosapia de la ex ministra de Trabajo durante la presidencia de Fernando de la Rúa. “La diputada Patricia Bullrich de Pueyrredón está pidiendo una interrupción”, dijo, entre las risas de otros diputados, Kunkel; y la respuesta jocosa fue “Pueyrredón de San Martín”.

La diputada fueguina Mariel Calchaquí había precisado que “esto” no era otra cosa que “una
discusión sobre fondos que no eran públicos; son negocios de empresarios, facilitados, tal vez por las buenas relaciones bilaterales, pero no hay fondos públicos”. Bullrich saltó y espetó “PDVSA son fondos públicos”. Y Heller terció: “¡No son argentinos!” Es decir, lo que quiso remarcar el diputado del Partido Solidario, es que si hubo un caso de corrupción estuvo sobre la órbita de la administración venezolana y no argentina. En otro pasaje de su declaración, Sadous agrega un poco menos de luz sobre el tema del manejo del fideicomiso:

Calchaquí: –(…) ¿Qué intervención directa puede tener el Ministerio de Planificación de la Argentina de este tipo de pagos, cuando son el Banco de Venezuela y PDVSA, los que administrar y efectivizan?

Sadous: –Indicar a qué empresas se puede pagar o no, a qué empresas se puede imputar los pagos
de los fondos del fideicomiso que administran PDVSA (…) El mecanismo era a través de PDVSA, al ser administradora era la que decidía en consulta con ministerios u organismos estatales venezolanos qué productos o bienes se compraban. Ahora, cómo…

Pinedo: –Nosotros no sabemos cómo.

Sadous: –Supongo que por negociaciones políticas entre distintos ministerios…

Pinedo: –¿Cómo se hacía para enterarse de que querían comprar tal cosa?

Sadous: –PDVSA informaba al Ministerio de Planificación Federal y a la embajada cuáles eran
los productos a comprar. Se transmitía esto a Cancillería y se presentaban las empresas que iban a vender dentro del sistema del fideicomiso (…).

Heller: –Y a la Cámara de Comercio.

Sadous: –En algunos casos se informaba a Cancillería, en otros casos al Ministerio de Planificación
Federal, que era quien mantenía las relaciones regulares una vez por mes o dos veces por mes. Cuando venía Uberti o la delegación del Ministerio de Planificación mantenía reuniones con venezolanos, PDVSA, el Ministerio de Energía y Agricultura sobre las demandas que tenían estos ministerios para comprar productos.

Pinedo: –¿Quién seleccionaba a los vendedores argentinos?

Sadous: –Ni la embajada ni la Cancillería.

Pinedo: –¿Usted no sabe quién?

Sadous: –No.

Pero la decisión final sobre los pagos del fideicomiso no es la única cosa que no supo Sadous a lo largo de su exposición. Tampoco supo explicar –nombrado Uberti y el Ministerio de Planificación– sobre la supuesta “diplomacia paralela” con la que tanto habían machacado los medios de comunicación. “Con respecto a la diplomacia paralela, yo nunca usé la expresión ‘diplomacia paralela’. Lo que sí creo que hubo fueron gestiones paralelas, es decir gestiones en las cuales la embajada no participó.” Sadous no conoce de otros casos similares a lo largo de sus 37 años de trabajo, pero cualquier persona sensata y con un conocimiento de realpolitik internacional sabe que las embajadas guardan un rol protocolar mientras que el mundo de las presiones políticas, comerciales, de negocios, van por otro. Los Estados Unidos, España, Francia y Gran Bretaña, entre otros, lo saben a ciencia cierta.

El mayor despiporre político se produjo cuando el histriónico diputado Jorge Yoma intervino y, luego de quejarse del “horario castrense” impuesto por el presidente de la comisión Alfredo Atanasof, que le impidió tomar mate tranquilo con su familia, expuso: “Estábamos frente a un escándalo de corrupción de proporciones en la Argentina en el que un embajador iba a aportar datos confidenciales que poco menos que iban a generar una catástrofe institucional. Ello ameritó que dejara el mate de un lado y venga para esta reunión. La verdad es que estoy totalmente decepcionado y le transmito, presidente, esta queja en nombre de mi familia.”

Pero más allá de la ironía, Yoma, que fue embajador en México, puso el acento en algo interesante que se escapó de toda agenda mediática: “Nos parece trascendente el daño que se le provoca al país en un mercado tan importante como el de la maquinaria agrícola con este escandalote que no tiene ningún fundamento. (…) Lo que quiero decir es que este globo, esta expectativa, estas cámaras de televisión el único efecto que van a tener es absolutamente negativo en el comercio exterior argentino, en un segmento tan importante como el de la maquinaria agrícola, en provincias como Córdoba y Santa Fe, cuya actividad es tan importante, cuando no existe el más mínimo elemento de que haya habido participación de un funcionario argentino en actos de corrupción. Pero el daño al país sí es evidente.”

Sadous gesticulaba frente al micrófono y Atanasof se ponía nervioso, y lo cierto es que la testimonial naufragaba en un mar de suposiciones, especulaciones, inconsistencias, contradicciones y verosimilitudes que podían resultar similares a la verdad, pero que no tenían ninguna evidencia contundente de que lo fuera. Mientras tanto, la diputada oficialista Juliana Di Tullio se quejaba porque cuando había salido a fumar había recibido el dato de periodistas de La Nación de que “la oposición ya había quebrado el acuerdo” de silencio. Envalentonada, dijo: “La verdad es que yo no hice ninguna declaración y tampoco creo que algún diputado de la oposición haya quebrado el acuerdo. Espero que así sea. Además, no creo que le convenga.” Margarita Stolbizer la cortó: “¿Qué quiere decir ‘no creo que les convenga’?” Cocorita, Di Tullio, estocó: “Que no les conviene dar información sobre esta reunión porque fue un escándalo y una vergüenza.” Con cara de convidado de piedra, el diputado Juan Carlos Morán, padre de la criatura –la investigación, claro– admitió: “Yo salí tres veces y la verdad es que nadie me obligó a hacer declaraciones.” Y es posible que diga la verdad, es decir, que nadie lo haya obligado. Otra de las intervenciones interesantes la realizó Heller cuando expresó: “Usted ha dicho textualmente que los intereses que se veían afectados por la presencia argentina estaban molestos y, en función de eso, era previsible que
actuaran. Dijo que Venezuela tenía un gran comercio con los Estados Unidos. En segundo lugar, dijo que tenía un comercio muy importante con Colombia y, en tercer lugar, tenía un gran desarrollo comercial en las relaciones con Brasil (…). Usted ha dicho que escuchó comentarios de que había retornos. A partir de esos comentarios que usted dice que escuchó –pero que los otros niegan, ya que dicen que no los hicieron– se genera todo este debate y discusión. Sabiendo cómo funcionan
determinados países y los servicios de inteligencia así como el vínculo que existe por la defensa de sus intereses comerciales, etcétera, ¿el crecimiento de las exportaciones argentinas a Venezuela en
detrimento de terceros países –porque evidentemente eso es así– no generará acciones de inteligencia de esos países para enturbiar las relaciones argentino-venezolanas y de esa manera recuperar cuotas de mercado que están perdiendo? ¿No lo ve como una posibilidad que también deberíamos estar considerando? (…) En definitiva, me parece que existe un montaje de una operación política que no tiene absolutamente nada que ver.”

Convertido Sadous en el protagonista de “Nuestro hombre en Caracas”, este hombre puesto por el ex presidente Eduardo Duhalde en la embajada en Venezuela, también es un personaje que aspira a una participación estelar en el cielo opositor. Con la intención de que su gestión fuera reconocida -habló de sus condecoraciones, de los aciertos de su embajada (la recomposición de las relaciones
entre ambos países, el crecimiento del comercio binacional de 250 millones a dos mil millones, el
acuerdo por el petróleo y la firma del protocolo adicional al convenio de intercambio del año 1978)- intentó tener sus 15 minutos de fama. En cierta manera, los obtuvo. Claro, a fuerza de versiones, de entredichos, de comentarios, que pueden servir para una buena novela de espionaje, pero no para poner en juego una estrategia de crecimiento económico basado en la explotación de nuevos mercados. Es decir, allí donde todos hablaron de una central nuclear, no había otra cosa que los planos de una aspiradora.

Fuente: Tiempo Argentino