jueves, 29 de octubre de 2009

Escuerzos eran los de antes...


Este era un campeonato de viejas mentirosas.

En realidad, era un torneo de tipos que le cuelgan a sus abuelas los cuentos con los que pretenden llamar la atención.

Esta vez fue sobre escuerzos.

Cuenta la Kuky primero: estaban juntando “alverja” en Baradero. Era muy común en la zona que el mujerío saliera de cosecha de “alverja” y frutillas, se necesitaban manos delicadas, como ahora para el arándano.

Un fulano medio viejo, que por alguna razón acompañaba las cuadrillas, y que por alguna otra causa no era muy querido por las "alverjeras", ese día faltó. Era el tipo que acarreaba canastos, los amontonaba, vacíos, llevaba los llenos a la balanza, les tocaba el culo o se rascaba la entrepierna de manera suficientemente asquerosa, como para ganarse entre ellas, el mote sentimental de “baboso”.

Según la Kuky, el capataz preguntó por qué no estaba el tal “Carraspera”, que así era como lo llamaban o se hacía llamar el tipo. Entonces su madre, la de la Kuky, claro (no la del tal Carraspera que podía ser su padre, que Dios tenga en su santa gloria), le respondió con la mayor seriedad que no podría aparecer hasta la próxima tormenta, ya que en la tarde anterior estaba obrando sanamente en medio del campo y un escuerzo se le colgó de las bolas.

Así nomás lo dijo.

Al rato nomás, era el comentario en toda la "alverjería": “Carraspera” tenía un escuerzo prendido de las bolas. Es ocurre por cagar en campo abierto.

Así pasaron varios días, mientras el “Carraspera”, nadie lo sabía, estaba internado en el Hospital de San Pedro, operado de los testículos sin saber cómo ni por qué. Había sido que se fue a un baile y se emborrachó brutamente y se puso a hediondiar a las mujeres y a los hombres porquéno, y se lo llevó la policía. Como suele ocurrir, lo molieron a patadas, entre las que no menguaron las directas a los cojones. Dos días después, no lo podían tener de la fiebre y se lo cargaron hasta la sala de presos del hospital. Allí va que le descubren no se sabe qué porquería y lo tienen que operar pa’ que no se muera de cáncer de cojones o de cojón podrido, vaya a saber.

Y allá en sus pagos, todos esperando que llueva para verlo volver.

Entonces llega la aclaración del Gringo y el contracuento al resto (es de lo más audaz para todo este tío):

-Y más vale... - dice-, ¿es que no saben ustedes que los escuerzos que se prenden de una persona y le chupan los jugos esenciales, sólo se desprenden cuando escuchan los truenos de tormenta?

Nadie allí en la mesa lo sabía.

Entonces se agrandó y ya sacó a relucir su abuela que ya estaba en la gloria del Señor desde hacía años. Resultó que la abuela del Gringo contaba de don Freitas, un catalán que se andaba con una mano vendada muy burdamente, porque decía tener un escuerzo prendido del dedo gordo, que se le había colgado mientras pescaba anguillas con su dedote. Y claro que no quería impresionar a las hijas chicas y las vecinas y por eso se lo vendaba y de alguna manera se la arreglaba para que se viera un latir en la venda que él señalaba como la panza del bicho. Así se iba al boliche a comprar sus cosas y pedía que le anotaran, porque no podía echar mano al bolsillo... hasta la próxima tormenta, quién sabe...

Y en eso se escuchó un trueno y todos pensamos en los escuerzos cayendo lentamente, sonrientes, con sus bocazas libres de la nefasta ambición que los encarceló a un cuerpo desconocido.

La Kuky rompió el silencio tras la estampida de nubes: dijo que el “Carraspera” volvió sin huevos y ya no pudo trabajar y que aunque la situación se aclaró largamente en la "alverjería", sus hermanos nunca más se fueron a cagar a las vías.

Y el Gringo agregó que de todos modos truena al pedo, porque ya no se ven escuerzos como antes en las tierras que habitamos.

Ni uno siquiera en los últimos veinte años, a no ser esos que tienen forma humana y corazón de escuerzo.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Por personas como usted...


Lo publico porque lo comparto plenamente. A veces uno no tomaría posición frente a ciertos hechos verdaderamente intrascendentes. Pero los medios logran que terminemos defendiendo lo que tal vez no nos hace ni mella en el espíritu. Otras veces, son personas como Doña Ingrid, que en lugar de seguir tratando de sacarse la viga del ojo para mirar sin que duela tanto, se pone a convertir las pajas ajenas en vigas enormes para olvidar las propias.

No sé ni qué día ni en qué radio. Lo tomé ya transcrito de Internet. Si no llega a ser cierto, no importa, pues merece serlo...

Una oyente dice… 'Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial. Cordialmente. Ingrid H.'.

“Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente. Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente. Y eso de ‘que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial’... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid H.! Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir ‘pero mirá que bien pensó éste’. Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco. Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. El tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez. Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted, lo voy a defender siempre".

martes, 27 de octubre de 2009

Existir



Ante todo,

que aquí estamos:

esos impúdicos misterios

que nos ocurren

como el color de las rosas,

como el sabor del agua.

Y aquí estaremos

hasta que el tedio agote

las madrugadas fervientes,

hasta que nos mate

tanta existencia rutinaria.

Hemos llegado

y hemos crecido

amando este trozo

de nada escurridiza

que tan caro cuesta.

Hemos construido

la tarde y la noche

sin darnos cuenta

pensando vanamente

en demasiados mañanas.

Y

sin embargo

aquí estamos.

Diciendo

que somos

que queremos

que esperamos.

Todo un manifiesto.

Tal vez

aquí nos encuentren

los días nuevos

la muerte

los deseos de ser

algo más que deseos

el olvido

o las ganas.

Pero ahora

aquí estamos,

pedazos de tiempo,

sueños de otro,

o pesadilla.

Uno nunca sabe

lo que hará mañana...

lunes, 26 de octubre de 2009

Menos mal que ahora no llueve....


A la madrugada comenzó a llover. Y la lluvia siempre trae problemas.

Cuando me levanté, estaba todo inundado. Flotaba la plancha. Flotaban las sillas. Se ahogaba el televisor. Gorjeaban los relojes sus últimos suspiros. Y mi suegra gritaba abrazada a la heladera que no lograba flotar: “Catástrofe, catástrofe”, tal como había aprendido a hacer en los cursos de Inutilísima satelital.

Vino entonces el Inspector de Aguas Públicas y quiso cobrarme una multa por uso indebido de ese imprescindible recurso natural. Intento vano, no estaba dispuesto a recibir presiones extras.

Llegó después, el Asistente Social del Área Inundaciones, de la Subsecretaría de Emergencias Naturales, de la Dirección de Catástrofes. Supo condolerse muy bien de mis desgracias. Me preguntó mi origen, hasta qué grado cursé, cuantos hijos nacidos vivos, qué hacía en los ratos libres, qué opinaba de Castrilli y cuando terminó de anotar, me pidió que firmara, me dijo que no me preocupara y que desgraciadamente los datos aportados ratificaban la justeza de las estadísticas.

Apareció después el Inspector General conjuntamente con el Procurador General de la Gestión Pública, pidiéndome la mayor confidencialidad, así que debimos pasar del techo de la casilla al árbol vecino, previo asesinato de una amenazante yarará y dos ratones colorados muy hambrientos. Quería saber cuánto había pagado de multa. No pude decirle que me había negado, porque en eso llegó el Jefe de Asistencia al Inundado Crónico, para dar certeza de su incondicional apoyo en estos casos, y también preguntando cómo nos había tratado la Asistente Social de la otra Área que el consideraba superpuesta a la suya, con todos los gastos y trastornos que eso significa.

Más tarde vino el Coordinador General de Programas de Emergencia y quiso saber cómo habían atendido mi caso ambas áreas, aclarándome que finalmente y gracias a gente como yo, funcionaban en conjunto y coordinadamente.

Por último, aparecieron los medios de comunicación, insistiendo en que hiciera la denuncia contra el Presidente de la Nación, el Gobernador y el Intendente, que con su desidia habían provocado la caída de la lluvia y encima no eran siquiera capaces de pararla. Y algo de cierto había, ya que no paraba de llover.

Finalmente, cuando todos se fueron, apareció mi vecino con un balde, empapado como yo e igualmente harto de recibir visitas.

Y juntos comenzamos a sacarnos el agua de encima.

domingo, 25 de octubre de 2009

Un poeta chino y el ser nacional

¿Quién no ha visitado en los últimos años, en Capital o el conurbano, un autoservicio chino?

Más lejos o más cerca, más grande o más pequeño, en todos lados florecen y se arraigan, con esa persistencia propia de los orientales cuando algo se les mete en la cabeza.

En mi barrio hay varios, y en los alrededores de las oficinas donde trabajo, hay más.

Pero sólo uno de los que conozco, está regenteado por un poeta chino, que utiliza para derramar su poesía la lengua española.

Así como les cuento, créase o no.

Hace algunas semanas atrás, caminaba rumbo a la estación Martín Coronado del Ferrocarril Urquiza. En medio de la ruta, un supermercado chino de buen tamaño. Y en el portón de ingreso al mismo, dos enormes pizarras de esas que usan los verduleros y los carniceros para anuciar sus ofertas. Negras, lustrrosas, paradas sobre sus dos patitas flacas, apoyadas en la pared bajo un alero que protege el ingreso de los clientes.

En una de las pizarras, profusos arabescos de tiza blanca y tiza rosa, corazones enlazados y apenas cinco letras repetidas en diferentes tamaños: “TU Y YO”.

Eso fue lo primero que me llamó la atención. Pensé que era el nombre, pero un gran cartel colgado en una columna sobre la calle, señalaba que el comercio tiene por nombre "PROSPERIDAD". Muy chino.

En el pizarrón contigua se anuciaba en gruesas letras de tiza blanca: “Proximamente les brindaré a usted nuevamente mis poemas del TU y YO que tanto te gustan”.

El enredo gramatical indicaba claramente que el autor del anuncio era un sonriente chino que me miraba leer los anuncios, apoyado en el marco de la puerta.

No dije nada. No dijo nada. Seguí mi camino pensando en fotografiar aquello. Dos días después, cuando volví con la cámara, los carteles en tiza habían desparecido.

Supuse que el arrebato poético había sido reprimido vaya a saber por qué causa, y me olvidé del tema.

El sábado, nuevamente pasé por el lugar. Allí estaban otra vez los enormes pizarrones con sus letras de tiza blanca mojada.

Uno decía

Oferton

Tomates

2 k $6

GUAU”

Al lado, con letra más pequeña para que todo el texto entrara en el fondo negro:

TU Y YO

Tu y YO somos diferentes

YO nací en oriente

TU en occidente

Somos diferentes

Tu y yo

Pero el mismo sol

Cada mañana nos alegra

Y nos dice que

Tu y yo

podemos ser Amigos

Tu y yo

Podemos andar juntos

Por el camino

Etcétera etcétera

Lo leí varias veces, tratando de memorizar la mayor cantidad de texto posible, pero hasta allí llegué.

El chino feliz de la otra vez, estaba ocupado moviendo cajones de verduras al costado del largo portón de ingreso a un espacioso salón lleno de góndolas. Ni se dio cuenta de mi presencia, se hallaba verdaderamente muy ocupado: al día siguiente se celebraba el día de las madres y había muchos potenciales clientes deambulando.

No sé por qué, pero me acordé de mis ancestros europeos. Seguramente entre todos ellos, alguno también habrá sido medio poeta y habrá puesto su cuota de alegría en medio del laboreo diario, para soportar mejor el desarraigo y el fatigoso deber de levantar un país ajeno para convertirlo en casa propia.

La hijita del chino de mi barrio va al jardín público, habla español, se llama Camila y dice que no es china, sino “arquentina”. Sus padres se rien oyéndola como se deben haber reido mis bisabuelos cuando mi abuela champurreaba cocoliche para declarar que no era italiana sino “arquentina”.

Será así que empezamos todos a ser argentinos?

Es probable que así sea y siga siendo. Tierra de ocupación. Tierra para fundar eternas naciones compuestas por muchas nacionalidades mezcladas. Llenos de poesía púdicamente oculta y ese sentido cómico de la vida que dio origen a tantas obras de arte y tanta alegría patriótica. Y esa necesidad de reforzar el "yo nacional" que nos hace famosos en todos lados. Esa manía de convertir, al decir del Peje, las carencias en virtudes, que nos enseñó la pampa bárbara y desolada.

Paradojas de estas tierras: los extranjeros, hijos de extranjeros y nietos de extranjeros que poblamos lo que llamamos "este país" para disfrazar el profundo sentimiento de arraigo que nos mueve a quedarnos aquí y deslomarnos para hacerlo crecer como nación, no nos sentimos otra cosa que no sea argentinos.

Muchos que denostan y lamentan a grito vivo las migraciones de los países limítrofes y de los países orientales y de cualquier país que sea, los que se dicen nacionalistas y hasta te enrostran "cuarta generación de criollos" (eufemismo para decir que también alguna vez bajaron de los barcos), terminan envidiando el bienestar capitalista y los regímenes de otros países también armados a fuerza de inmigrantes, pero "que tienen leyes para proteger a los nativos y por eso andan tan bien". Como EEUU. O España. O Italia. O Gran Bretaña. Jua. No es gracioso?

Cuesta tanto asumir quién uno es...


sábado, 24 de octubre de 2009

NI UN PASO ATRAS


"Yo no quiero seguir hablando de historia ni de construcción social. Quiero saber, qué cosas son las que tenemos que hacer, que no se han hecho hasta ahora, para que la vida sea un poco diferente, el mundo un poco más mejor para todos. Qué cosas tenemos que hacer acá,nosotros, para que cambie lo que tiene que cambiar"
(Un señor cuyo nombre no conozco, de una edad indefinida, pero de más de setenta seguro, en una reunión comunitaria de su vecindad, convocada para definir la estrategia a seguir para mejorar la calidad de vida del barrio.)

Ni un paso atrás, es eso, ni más ni menos.
No es quedarse detenido.
No es salir atropellando.
Es saber que no se dará ni un sólo paso atrás.
Que si esto no es lo que buscábamos,
menos lo encontraremos yendo hacia atrás.
Que no hay ni posibilidad ni margen para volver
a alianzas retorcidas con la derecha
y la semiderecha
y los que se disfrazan de derecha
y los que se disfrazan de izquierda
o de cualquier otra cosa
y no quieren ser gente común
como todos nosotros, apenas gente...

Ni un paso atrás
es saber que este es el piso,
no el techo.
Que si no hay nada mejor,
habrá que construirlo.

Ni un paso atrás es, ni más ni menos,
que algunos nombres deberán
quedarse en la historia del siglo pasado.
Y no se nos puede siquiera ocurrir
darles vigencia.
Significa que los pregoneros del regreso al paraíso de los noventa
deben ser observados como lo que son:
locos,
estúpidos,
hijosdeputa,
ignorantes.
Nada más.

Ni un paso atrás es no querer volver al 2001,
ni por la tristeza
ni por el heroismo.
Hay vidas que merecen mejor destino.
Las nuestras, por ejemplo.

Ni un paso atrás es que habrá que forzar
las leyes de Murphy
y demostrar que no es verdad
que todo lo que viene es peor que lo anterior.

Ni un paso atrás
es no tener apuro,
no tener pereza,
saber que siempre habrá caminos,
que siempre habrá caminantes,
que siempre habrá distintos ritmos de marcha
y distintas formas de marchar.

Ni un paso atrás
es no volver a la comodidad de las costumbres,
a las quejas sin propuesta,
a la democracia para pocos,
a la indignidad de la limosna hecha subsidio.

Ni un paso atrás es
hacerse grandes,
hacerse responsables,
es dejar el mundo mejor
que como lo encontramos.

Ni un paso atrás
es saber que habrá que dar siempre dos pasos para adelante.
Por las dudas, siempre.


viernes, 23 de octubre de 2009

Un piedrazo en la ventana...


He crecido soñando con tener un mirador.

Una pequeña torre transparente, desde la cual mirar el horizonte, más allá del río y de la isla, más allá de las pampas y del mar.

Pasé muchos años trabajando para llegar algún día a sentarme en aquel mirador transparente y seguro, a contemplar las bellezas de este mundo. Y por las noches, las de otros.

Tuve que salir a las calles, siempre con la idea del mirador instalada firmemente en mi cabeza, a ganarme el pan con el sudor de mi frente. Pasé años de batallas sudorosas, en las que conocí mucha gente amable y llena de vida, personas que tenían en su cabeza, como yo, un sueño firmemente claveteado y en espera.

Y todos trabajaban afanosamente para llegar hasta su pequeño sueño propio.

En medio de todas aquellas andanzas aprendí muchas cosas: que hay mucha gente que sufre bastante más que yo.

Que algunos apenas si pueden soñar con comer caliente y dormir sin pulgas y ese es todo su horizonte y su deseo, y a veces mueren sin poder cumplirlo.

Que algunos necesitan el alcohol para poder soñar que viven como personas decentes y que son tratadas con dignidad.

Que muchos menos de los que somos, tienen sueños pequeñitos, individuales, de riqueza y poder, que consideran los únicos sueños válidos y desprecian los sueños de los otros, y a veces hasta los destruyen con su egoísmo y olvido.

Aprendí que hubo una época de grandes sueños colectivos, y el demonio del insomnio y la vigilia de mercado lo destruyó en la cabeza de las gentes, reemplazándolo por montones de estúpidas ensoñaciones, plagadas de objetos que prometían la eterna felicidad a sus poseedores, pero que se envejecían no bien pasaban de sueño a realidad.

Vi por allí miseria, dolor, estulticia, ignorancia, egoísmo que no conocía ni imaginaba. Y aprendí de las víctimas de todo ello, mucho heroísmo, la persistencia para sobrevivir, el costosísimo precio de sostener los principios y la solidaridad, el esfuerzo para no dejarse arrastrar por la marea de mentiras que prometen bienestar a cambio de olvidar que ese bienestar está sostenido en el malestar de muchos otros.

Finalmente, logré construir mi pequeña torre de cristal.

Bella y simple. Nada ostentosa. Apenas un balcón desde el cual mirar la vida y descansar, ya envejecida, de todos los duros trabajos que la vida nos impone a los honrados soñadores.

Creía yo, ingenuamente, que mi torre era tan bella pues gozaba de la virtud de no estar manchada con la sangre de mis hermanos. Estaba convencido de que la había conseguido como premio a mi esfuerzo y que si había tardado años en hacerlo, no se debía a mi incapacidad, sino a mi férrea convicción de que no valía la pena construir una bella torre de cristal sobre el sudor y la miseria de otros.

Ahora estoy aquí en el mirador y llueve.

Es muy hermoso oír la lluvia sobre los vidrios del techo. Y también es hermoso ver el ocaso y el amanecer. Uno se inspira y se llena de las mejores ideas frente a la magnificencia de la naturaleza, el silencio poblado de pequeños sonidos naturales, como el crujir de las maderas, el canto de algún pájaro, las hojas de los árboles sacudidas por el viento.

Es muy hermoso saber que he trabajado para alcanzar mi sueño sin lastimar a nadie.

Y sin embargo...

Desde hace algunas horas me he dado cuenta que desde aquí arriba, también pueden verse, si uno mira bien, las casuchas de cartón y lata recortadas en el horizonte, rodeadas con sus zanjas de agua sucia y sus calles polvorientas, sus ratas recorriendo la basura, las bolsas plásticas volando con el viento.

Y desde hace algunas horas, he vuelto a memorar las sensaciones corporales de vivir en ellas.

Y sé que tal vez la piedra que ha roto mi ventana esta tarde, hace apenas algunas horas, dejando ese agujero enorme y redondo como un sol mal dibujado, con sus rayos saliendo para cualquier parte y de cualquier tamaño, me agujereó también el olvido, para que recuerde la mucha rabia y la mucha tristeza que se amontona afuera.

Y que no habrá mirador que me aleje de ellas, pues por alto que me siente a aspirar el aire, el humo putrefacto de las injusticias y las miserias sigue intacto, y sube hasta mi balcón y hasta mucho más arriba. No puede dejar de fermentar, no le dejan apagarse, cada día se echa más y más combustible humano a la masacre, que se quema en el dolor y deja residuos horribles.

Por el vidrio roto, apenas se filtra un hilo de lluvia pudibunda.

Hace apenas algunas horas, ese agujero me trajo otra vez dolor y tristeza. Sentí pena de mi misma: yo no hice nada para merecer esto. He luchado codo con codo con el resto para alcanzar mi sueño. No robé, no maté, no hice nada más que trabajar. ¿Por qué a mí?

Me sentía como el león que en la selva vive de acuerdo a las leyes que rigen toda vida, y un día es brutalmente golpeado por una bala en la cabeza: ¿por qué a mí?

Como una torpe ballena gozosa que grita esperando su pareja, y su canto la traiciona y atrae unos feos pescadores que la destrozan de a poco y la sube a bordo en pedazos, pues de otra manera no podrían con tanta vida: ¿por qué a mí?

Me repetía “yo no hice nada, yo no hice nada”. Y de tanto repetirlo, me di cuenta que era cierto. Sólo construí mi torre, solitaria y aburrida, en medio de tanto dolor. Indiferente, la torre. Bella apenas por comparación con la fealdad de alrededor.

Entendí que no era “a Mí”.

Apedreaban su propio horror, para ahuyentarlo, para que los abandone por un rato. La torre de cristal es nada más que una excusa, no importa de quien sea, no importa si mi comportamiento ha sido escandalosamente corrupto o apenas estúpidamente negligente, la torre está allí para decir que uno más se olvidó de los sueños colectivos de bienestar compartido. No importa cómo la obtuve ni qué precio pagué para ella: me olvidé del resto.

A veces extraño la calle, la gente con sueños firmemente claveteados en la cabeza, la gente que anda buscando una bandera para convertirla en sueño, la gente que huele mal, que no es transparente, que tiene una belleza que siempre hay que descubrir, que no se ofrece de primera mano.

La torre ya no significa mucho.

Diría que no significa casi nada, si no fuera por el piedrazo en la ventana que me recuerda el mundo fuera de ella.

A veces pienso que las torres transparentes y seguras están muy bien como sueños eternos, pero que lo que importa es todo lo que hacemos para poder construirlas. Y los piedrazas en los cristales, para que recordemos que el mundo sigue girando y la tristeza no se acaba porque dejemos de mirarla.

Y ahora pienso que yo no soy el propietario de la torre.

Yo soy ese que alguna vez fue feliz con los otros, con un sueño fuertemente claveteado en la cabeza, peleando por hacerlo realidad, pagando su precio en trabajo y compañerismo.

Y pienso que siempre podría volver a serlo, porque ese que fui entre los otros, es lo que soy en verdad. Bastó una piedra en la ventana para ponerlo en claro.

Este ridículo viejo que mira el horizonte pretendiendo olvidar el mundo que lo ha construido, es apenas el residuo que ha dejado la acción del tiempo de todo aquello que fui y que aún soy.

Felizmente, hay piedras voladoras para despertarlo a uno cuando se duerme más de la cuenta.

sábado, 10 de octubre de 2009

De cómo la vieja Trompeta y sus amigos se quedaron con el monopolio del papel para diarios

Por Felipe Deslarmes
politica@miradasalsur.com


Osvaldo Papaleo, hoy empresario teatral y cinematográfico, se volvió a meter de lleno en el escenario político tras su aparición en las audiencias públicas que se realizaron para debatir la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. El ex secretario de Prensa de la ex presidenta Estela Martínez de Perón, que fuera secuestrado y torturado durante la última dictadura, asegura que el monopolio creado por el Grupo Clarín comenzó a gestarse bajo el régimen comandado por Jorge Rafael Videla.

Papaleo detalló el modo por el cual Clarín, La Razón y La Nación se quedaron con Papel Presa, la piedra fundacional de un monopolio mediático que creció al amparo del poder de turno durante treinta años.

–Pese a su historia, a muchos les sorprendió su participación en las audiencias públicas.

–Mi participación en las audiencias públicas es natural. Pese a la sorpresa de algunos, tengo una larga militancia en el justicialismo discutiendo el tema de los medios de comunicación. Yo soy de la generación que en los años ’73, ’74, ’75 y hasta el golpe de Estado participó de la política sobre los medios de comunicación que el general Perón instrumentó en su retorno a la Argentina. Aquella política involucró el cese de las licencias televisivas de los canales de aire. En aquel entonces también se planteó el tema de la legislación y las normas. Allí tuvimos conciencia y tomamos medidas de transformación en los medios.

–¿La transferencia bajo el régimen de la dictadura de Papel Prensa a los diarios Clarín, La Nación
y La Razón es la piedra fundamental del monopolio comunicacional en la Argentina?

–Con respecto a Papel Prensa lo que hay que explicar es que era una sociedad que tenía la familia Graiver en un 75% y el Estado nacional en un 25%. Se había constituido a fines de la década del ’60. De a poco se fue transformando en una planta importante en la zona de San Pedro y Baradero, fundamentalmente por la explotación del papel nacional y por la producción, principalmente de papel para los diarios. Hasta ese entonces había una enorme cantidad de papel que se consumía y se tenía que importar, cuestión que era bastante onerosa para los medios gráficos nacionales. En marzo de 1977 fueron detenidos casi la totalidad de los miembros de la familia Graiver. El padre, la madre y la esposa de David Graiver, que había fallecido el 7 de agosto de 1976 en un accidente aéreo en México.

–¿Qué pasó dspués?

–Si bien Papel Prensa era uno de los activos más importantes de Graiver, no era éste su único negocio. Entre agosto del ’76 y marzo del ’77, cuando la familia estaba liquidando sus activos, recibió algún tipo de oferta por parte de Clarín, La Razón y La Nación para comprar Papel Prensa. De hecho, la tarde del día en que detienen a la mayoría de la familia, mi hermana, Lidia Papaleo de Graiver, asistió junto a Isidoro Graiver a una reunión con representantes legales y algunos miembros de los directorios de estas empresas para ver si se podía firmar una carta de intención para comprar la empresa. Esa noche son detenidos.

–Y a su vez se produce otra cadena de secuestros...

–Allí comienza otra actividad. La dictadura acciona contra el diario La Opinión, que dirigía Jacobo Timerman y del cual era propietario David Graiver. Así se iba desarrollando la política de los medios. A su vez, un tribunal de guerra condena a la familia Graiver en base a declaraciones arrancadas bajo tortura en el Pozo de Banfield y en el Puesto Vasco de Bernal. Yo también soy detenido y paso nueve meses en el Puesto Vasco. La familia Graiver es blanqueada, al igual que Jacobo Timerman. Pero la familia queda detenida. Yo salgo a los nueve meses y me voy del país.

–¿Cómo siguió el proceso judicial?

–A partir de allí empezamos a intentar que la familia Graiver fuera juzgada por la Justicia Civil y no por la Justicia Militar. Luego los Graiver fueron incluidos en lo que se llamó el “acta institucional”, donde había muchos dirigentes políticos, por ejemplo Lorenzo Miguel, Jorge Taiana, Carlos Menem, entre otros. El acta significaba que uno perdía los derechos civiles y económicos. Esto significa que todos los bienes de la familia pasaban a estar en manos de la Comisión Nacional para la Recuperación Patrimonial (Conarepa). Por lo tanto, el 75% de Papel Prensa pasa a estar en manos del Estado. A fines del ’78 se convoca a una asamblea para tratar el tema accionario de la empresa. En ese momento me reúno con el abogado de Clarín, Bernardo Sofovich, quien me advierte que se va a realizar una multiplicación de las acciones y la posterior cesión a Clarín, La Nación y La Razón. Con la multiplicación, las empresas se aseguraban la posición dominante por más que la familia Graiver recuperara sus acciones. De esa asamblea no pudimos participar, nos fue prohibido.

–Y ahí comienza a cerrar esa parte de la historia...

–Así Clarín compró Papel Prensa, con la familia Graiver detenida y juzgada por un tribunal de guerra de la dictadura. A partir de allí Clarín ejerció el monopolio de la venta de papel para diarios. Cuenta de esto dieron Julio Ramos (N. de R: Los cerrojos a la prensa), fundador de Ámbito Financiero, y Héctor Ricardo García, que durante muchos años fue dueño de Crónica.

–¿El proyecto de ley que se está discutiendo en el Congreso es una herramienta adecuada para limitar la concentración de los medios?

–Si bien la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no incluye a los medios gráficos, me parece que ésta es una forma de limitar a Clarín y otros grupos que imitan a Clarín en la monopolización de los servicios. La estructura básica de Clarín se sustenta en el diario, después se le cedió un canal de televisión y a partir de allí hizo una cadena de comunicación impresionante en todo el país. Estamos ante la posibilidad de pegarle en el espinazo a un monopolio real, tanto de la información como de la conducta de la gente. Clarín, lo vemos en la defensa encendida de algunos actores, ha convertido a los medios de comunicación de la Argentina en una actividad empresaria sin ningún tipo de ética profesional.


Además, Clarín ha generado en el interior del país verdaderas cadenas que impiden la expresión libre de organizaciones, sectores empresarios, ONG y universidades. Este país está monopolizado por el Grupo Clarín, que cuenta con dos empresas de cable que tienen el 50 % de los abonados y con una red nacional impresionante. Esta ley abre ese camino. Si bien esta norma no habla de medios gráficos, es importante lo de Papel Prensa para entender quién habla de “ley mordaza”. Qué autoridad tiene para hacerlo cuando Clarín fue la gran mordaza de los medios gráficos durante los últimos 30 años.

–¿Por qué cree que cierta parte de la opinión pública no está convencida de que éste sea el camino correcto?

–Hay sectores políticos, como el radicalismo, que no comulgan con la ley. Esto me sorprende, por la historia del radicalismo que siempre ha abogado por la presencia del Estado en los medios. Ahora yo veo a diputados y senadores radicales utilizando un lenguaje liberal y no lo puedo creer. Pero hemos logrado cosas. Ahora sabemos quien es quien. Se ha blanqueado la situación. Por primera vez estamos hablando de lo que realmente ocurre. Por otra parte acá hay que generar una televisión por cable de calidad. Hoy los operadores de cables no generan trabajo, sino que son simples vendedores de espacios.

–¿Es acertado el momento político para llevar adelante la ley?

–Sí, es acertado. Este es el momento. Porque si no van a seguir eligiendo presidentes, ministros y van a seguir siendo una fuerte influencia en la política argentina. Entonces cualquier momento es el oportuno. Además, si se logra se va a dar un gran paso. Y no tenga dudas de que van a aparecer inversores privados que van a hacer televisión. No seamos pesimistas, no podemos creer que el único que tiene dinero para invertir en esto es Clarín. Ahora, hasta que no salga la ley del Senado, hay una realidad: la del debate, la del miedo. Pero una vez que la ley salga la realidad va a ser otra, yo sé de grupos empresarios que creen que los medios son una buena inversión. Por eso pongo un paréntesis hasta que la ley sea un hecho consumado, vamos a escuchar otro lenguaje, incluso de muchos que se mantuvieron ajenos a esta discusión. Además, esto que dicen, que en diciembre van a modificar la ley... Yo la verdad no creo que sea tan fácil. Primero, porque los diputados que entran no son un bloque. Y después, porque la relación con Clarín ya no va a ser la misma, ya no va ser una relación de patrón y empleado.

–¿Hay un paralelo histórico que se pueda trazar entre aquel gobierno del peronismo que se sostuvo enfrentado a la prensa y éste que encabeza Cristina Fernández?

–Sí, con este tema sí. Este gobierno no dio todos pasos felices en este tema, por ejemplo cuando se permitió la unidad entre Cablevisión y Multicanal. Por eso me causa gracia cuando la oposición plantea la necesidad de un largo debate sobre estos temas cuando ante aquel decreto nadie dijo “que venga al Parlamento”. Yo creo que el Gobierno ahora sí va a enfrentar algo parecido a aquello. Va a tener que enfrentar un violento ataque bajo métodos sutiles. La difusión violenta de los piquetes y todo lo que ha aparecido en el último tiempo. Todo esto tiene que ver. Siempre, hasta el más inocente defensor de una causa popular puede jugar para el enemigo.