viernes, 22 de mayo de 2009

No estaba tan errada ...

La TV porteña domina las pantallas del país

Un reciente estudio del Comfer ratifica que el centralismo porteño

 también se expresa a través de las pantallas de la televisión.

 Así lo expone Gustavo Bulla a partir de los datos de un

 “Informe de contenidos de la televisión abierta argentina”.

 

http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-125224-2009-05-20.html

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martes, 19 de mayo de 2009

Calentitos los panchos...

Carta abierta a los compañeros de la televisión pública que van de 20 a 21, con buena leche aunque "de más caliente" tal vez.
Ay, si Don Arturo viviera...!

No voy a decir que me tiene harta Tinelli, porque no le dedico ni un solo minuto de mi tiempo.
Sí voy a decir que me tienen harta los idiotas que malgastan segudos televisivos en hacer continuas referencias a sus "genialidades".
ME TIENEN HARTA, ZOQUETES !!!

No podés prender la tele sin que aparezca un señora o señora o señorita, loando sus chistes. O criticando sus desmesuras. Desde Mirta Legrand a Osvaldo Barone, todos dedicados a analizar el fenómeno de los nosécuantos puntos de rating que logró en la primera semana.

Sin pretender subestimar a ese señor empresario que defiende sus intereses económicos, de ideología acorde a quien le importa más una goma de su auto que un ser humano, ¿no les parece que se les va la mano a todos?

Se puede entender que Mirta lo alabe; comparte bastante con él. 
Que los programas de chimentos televisivos sólo hablen de las idioteces que pergeña para "reirse" del resto del país, vaya y pase, mientras no les dure mucho.
Pero, ¿es justo que los que sólo tenemos algunos canales de aire, entre ellos el 7, televisión pública con repetidoras en todo el país, tengamos que bancarnos entre las 20 y las 21, un detallado raconto, hecho en nombre de la crítica, de lo que el Sr. Marce hace o deja de hacer en su programa?
¿Es justo para los que queremos ver televisión, -no Tinelli, televisión-, que tengamos que bancarnos que el canal público nos encaje a un señor que deliberadamente no vemos, con el cuento de sacarle el cuero?
Ni eso merece ese señor. 

El que mira Showmatch, difícilmente mire 6-7-8-. 
Y si existen algunas mínimas coincidencias en audiencia, ¿por qué los restantes habitantes del país que no tenemos otra cosa que mirar que la televisión pública, debemos bancarnos que se hable de algo que no vimos, no queremos ver y no nos interesa?.
 Y encima ni entendemos, porque no seguimos el hilo.
Barone diciendo que no se puede negar que el tipo tiene 40 puntos de rating... y eso lo convierte en fenómeno...
¿Y cómo se mide el rating? 
¿Quiénes participan en la medición del rating?
¿Dónde, en qué ámbito geográfico, se mide el rating?
¿Se enteraron que más allá del segundo cinturón, el país continúa y la gente a veces sólo tiene un canal, el público? ¿Se dan cuenta que no se puede desperdiciar el tiempo de la televisión en cosas  como el rating de un tipo?

Insisto: sin subestimar la mala leche y la falta de respeto a la inteligencia de los argentinos que practica el Sr. Marce en lo que sólo es una demostración de su chatura intelectual, humorística y emocional y de sus intereses económicos, ¿por qué lo están ayudando tanto desde todos los wines?
Acaso, como dice mi amigo el endrogad- de- adrogué, ¿ porque es lo que el sistema quiere que se vea y se diga? Lo único que se vea y se diga?

BASTA LOCO!!
Cortenla con Tinelli.
 Ya sé que las cosas no desaparecen con negarlas, pero la tele es algo que se escapa a los sistemas materiales. 
Un elefante no desaparece porque yo deje de mirarlo. 
Las condiciones que generan la injusticia tampoco. 
Pero los fenómenos televisivos, SI desaparecen si uno deja de mirarlos, nombrarlos, prestarles atención y anunciantes.

¿Acaso se escapa a los críticos de la mala televisión que representa, encabeza, lidera y magnifica Don Tinelli, el desesperado esfuerzo que está haciendo para reinstalarse? 
Basta escucharlo un rato (y conste que no lo miro, pero ustedes los no-tinellis me saturan con él) para darse cuenta que no está confiado, que hace autobombo, que sabe que no se está instalando como antes.
En todo caso, labura con mentalidad empresaria, pues para él todo es negocio. 
Y se da cuenta que la ecuación  costo- beneficio se le está desequilibrando en contra: no puede mantener el rating, no se habla todo el tiempo de él (salvo en los demás programas de la tele), la gente tiene otras preocupaciones, el interior se le escapa mucho más que antes. 
Ya no resulta gracioso, porque a pesar de que no lo puedan creer, la memoria funciona. En un plano no verbal, tal vez, pero funciona. No con los tiempos requeridos por algunos adelantados, pero funciona.
No nos subestimen más, si?
Y en todo caso, si nos subestiman, confíen un poco más en nosotros, sí?
Me parece que ya mostramos que no somos tan idiotas. A veces estamos cansados y nos faltan fuerzas para decir y hacer lo que queremos y pensamos. Pero no somos idiotas. Tinelli cree que sí, porque desde allí nos mira. ¿Ustedes también creen eso de nosotros?
Póngannos alguna ficha...
 
Si yo estoy en  Jergón Quemado y lo único que tengo para ver es el canal de televisión púbica, quiero que me den algo interesante para mirar después de mi extenuante jornada laboral.
Así que dejen de versear y ponganse a trabajar para hacer televisión sin Tinelli.
Sobre todo porque tienen la dicha de estar en un horario en el que la mitad más uno miramos televisión. Y tienen buenos editores, son graciosos. 
Antes de Tinelli, daba gusto verlos. Ahora no sé, porque apenas me lo encajan, apago la tele y tal vez me pierda cosas interesantes después.
No desaprovechen la oportunidad, dejen de quejarse y hagan tele para todos...

Bastante tenemos durante todo el día, los del interior, con el discurso etnocentrista, desde los informes del tránsito a la mañana, a los cortes de calles por las tardes, como si la tele no fuera federal. No se copien para tener "reiting", porque lo que les puede dar popularidad, fuera de las mediciones pedorras,  es ser diferentes.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Una elefanta se balanceaba sobre la corona de una reina...

    Publicado por Yahoo! Noticias,  de AP


Susi tiene 36 años y es la única elefanta del zoológico de Barcelona. Un grupo en defensa de los animales denunció hace meses que el paquidermo está deprimido y que su vida corre peligro si no se le busca otro sitio. Según la Fundación para la Adopción, el Apadrinamiento y la Defensa de los Animales, la reina Sofía ha pedido al ayuntamiento de Barcelona que traslade a Susi a un lugar más amplio, a algún parque tipo safari donde el animal pueda vivir en un régimen de semilibertad. "Susi no está bien", explicó a AP Carla Cornellá, presidenta de la Fundación. "La reina tiene un gran amor por los animales", aseguró. Hasta el momento, la Fundación no ha recibido una respuesta del ayuntamiento de Barcelona, que gestiona el zoo. Nacida libre en Africa, Susi lleva meses sumida en un extraño estado depresivo, acentuado por la muerte en 2008 de su compañera en el zoológico, la elefanta Alicia.El comportamiento de Susi, según el grupo de defensa animal, insinúa un profundo aburrimiento. Al parecer, lleva meses comiendo sus propios excrementos y mueve la cabeza y la trompa de un lado a otro de forma nerviosa y compulsiva. La organización se queja de que, además de estar sola, Susi tiene que vivir en una jaula de cemento de unos 1.000 metros cuadrados, cuando la recomendación es que los elefantes que viven en un zoológico dispongan de al menos de 2 hectáreas.

Bueno, parece que Sofía no se ha dado cuenta que Susi extraña a su compañera Alicia. Es decir, no cayó en la cuenta que está frente a una elefanta lesbiana.
Después de los imporperios contra el derecho al matrimonio de la comunidad gay, se le da por ayudar a una elefanta lesbiana deprimida. 
Será que se siente identificada con la pobre Susi?
¿O será su modo de reivindicarse sin dar demasiado el brazo a torcer?

Ojalá que Susi  consiga algo más que la comunidad gay, que los sudacas expulsados, que Chavez en la Cumbre, que todos los pobres de España. Un poco más de aire, un poco más de atención, de solidaridad y amor. De ese amor que guarda la realeza para con los animales deprimidos. 


domingo, 10 de mayo de 2009

La paja en el ojo ajeno

Un barco en tierra es una imagen desolada de algo que no está cumpliendo con la función para la que fue creado. Es algo fuera de su lugar, algo que espera ser puesto en movimiento, algo que fue obligado a detenerse y que extraña las olas, e ruido, el movimiento. Como alguien que desea trabajar y no le dejan, alguien que espera poder dar lo mejor de sí, cumplir su destino...

Barco quieto, de Rufino Lucero



La semana pasada ocurrió algo significativo en medio de lo cotidiano y me parece que vale la pena contarlo.

Anduve varios días buscando alguien que pudiera poner unos broches de presión a un guardapolvos de trabajo de Mario, y llegué hasta un pequeño kiosco cargado de artículos de mercería. Era claro que el negocio no siempre estuvo allí, en un reducido costado de garage. Antes, debía ocupar la esquina, con su persiana de metal y sus vidrieras para exhibir las últimas modas de la Metrópolis en este oscuro barrio del conurbano noroeste, más allá del segundo cinturón y más acá del interior de la provincia. En medio de dos épocas inmigratorias, en medio de dos oleadas, la europea y la interior, que dejaron en toda esta franja un híbrido de tano y paraguayo, santiagueño y lituano, escandinavo y entrerriano, la tienda y mercería debió ser floreciente y permitir la construcción de la casa de dos plantas.

Ahora, la baja en el nivel de consumo promedio de los vecinos, lo reduce a un mísero kiosco con restos de mercería y librería. El local de la esquina, desocupado, espera inquilinos optimistas.

La señora que lo atiende es polaca, alemana, lituana, rusa, vaya a saber, rubia, de más de sesenta años. El marido, claramente nativo, del barrio o del interior bonaerense, con acento porteño. Cuando yo entraba al pequeño kiosco con puerta de seguridad corrediza manipulada por un control desde atrás del mostrador, él ingresaba al garaje lindero, parte de la misma casa, con su auto modelo dos mil y pico bien cuidado. Una postal de un época y un lugar, sólo eso.

Cuando expliqué el motivo de mi visita al lugar, la señora polaca se mostró compungida: no tenía esos broches, podía poner otros, de otro color. Tenía que pagar por adelantado. A las doce en punto del mediodía estarían colocados. Si no, debía pasar después de las tres y antes de las veinte. Al día siguiente, domingo, no me atenderían.Todo muy claro y preciso, gente con la vida ordenada, ordenado la vida ajena.

Antes de irme, el señor que ingresara con el auto al mismo tiempo que yo, se lamentó de no poder cumplir como quisiera:” Yo no sé que está pasando en este país, nadie quiere ya trabajar. Hace meses que pido esos broches, los fabrican en Rosario. Gasto en teléfono y el corredor siempre dice que pasará, pero no pasa… Y así estamos, sin poder cumplir con los clientes. Es imposible seguir trabajando así, mantener un capital, uno se cansa…”

El señor que lo decía, vive a una hora de Once, tiene auto para moverse, y depende para sus ventas de un corredor que viene de Rosario… De Rosario! Trescientos kilómetros! Para que el señor que está a treinta de Once, compre tres docenas de broches de cada color "vendible", es decir, blanco, metal, negro, y alguno más, quién sabe.

A ver: entiendo a los nostálgicos de aquel país en el que un señor trabajaba y por algún empujón del destino, lograba instalarse con un comercio y pasarse el día con los clientes, en casa, sin viajar, fresco en verano y caliente en invierno, mientras otro señor gustoso de andar por las rutas argentinas, lo visitaba vendiéndole todo cuanto podía necesitar para la clientela. Ambos trabajaban, cada uno en lo que le gustaba más o había logrado conseguir en la vida.

El sistema de corretajes y viajantes de comercio fue uno de los ocultos indicadores de la idiosincracia argentina. No sé si aparece en los libros de sociología, pero lo merece. Así se creo un país tan grande con tan poca gente.

Y además ha de haber trabajo pa' toda clase de gente, porque hay gente pa' todo: para fabricar cosas, para transportarlas y para recibirlas en casa y redistribuirlas. Cada uno según su gusto y disposición.

Yo también añoro ese país de bienestar y tiempos largos, sin pobres demasiado pobres, donde la comida no era un problema.

Pero ese país no está más y no es porque "nadie quiera trabajar". Y la absurda situación que describo tampoco se resuelve diciendo diciendo, una vez más, que “en este país nadie quiere trabajar”.

¿Qué tiene de importante la anécdota? Nada. Simplemente que me hizo reflexionar en la caminata de regreso, acerca de la frase de marras y de quiénes la repiten con tanta pasión y persistencia en cualquier oportunidad que se presenta.

Casualmente quienes no trabajan, o están abonados a la ley del menor esfuerzo, que es el de aparentar que hacen algo que no hacen, son los que la tienen siempre a flor de boca. Propietarios de tierras que arriendan sus hectáreas a los pools de soja, mientras pasan las horas en el bar con sus pares, denigrando a los trabajadores rurales que no quieren laburar en negro. Mientras sus arrendatarios les estropean las tierras para siempre, ellos se quejan de lo mal que se vive en este país en que nadie quiere trabajar.

Burócratas que tienen un prolijo repertorio de excusas para evitar que el Estado pueda cumplir con sus fines y los privados con sus contratos. Me refiero a empleados de todas las categorías y niveles, algunos funcionarios con mentalidad de burócratas, que atrancan papeles como si no tuvieran responsabilidad administrativa, política, civil y penal por lo que hacen. Y esto incluye a los servicios privatizados, los que supuestamente ganarían en eficiencia a partir de dejar de ser estatales. Se supone que siguen siendo públicos, pero dada la falta de democracia y participación, más bien deberían llamarse masivos y no públicos.

No sé si es sentimiento de una culpa que no tienen o una manera de intentar pertenecer a la clase que inventa estas paparruchadas para marcar la diferencia. Ninguno se convierte en Mauricio, ni en Marce ni en Su o Mirta, pero debe ser, se me ocurre, que por un minuto se siente cerca, muy cerca, por un rato de los que se hacen los exitosos y felices. Un minuto de gloria por compartir un mínimo discurso. Es bastante más común de lo que parece... Se ve en la cancha. Se ve en la calle. Cuando uno indaga seriamente al autor de frase como "son todos bolitas", suele pasar que el indagado se defienda diciendo que es una joda, que el también tiene un amigo judío o puto. En realidad está arrepentido y si cada vez mete más la pata, no es porque esconda un enano fascista tan grande como su estupidez, es porque la escuela argentina no enseña a pedir disculpas y a decir "me equivoqué", sino más bien todo lo contrario: se suele premiar la tozudez y la egolatría, como parte sustancial del desarrollo del individualismo y el espíritu discriminatorio.

Nada peor que un vago culposo. Cuando los agarran in fragantis, siempre encuentran a quién echarle la culpa de los retrasos y agregan, infaltable, que “ya se sabe que nadie quiere trabajar”. El,o sea nadie, se ha encargado, con otros nadies de su garito, de desollar vivo, denigrar, machacar y mandar al psiquiatra a cualquiera que desee trabajar en serio. A ver si todavía después pretenden que todos hagamos lo mismo...

Es una manía. Cualquiera que se encuentre en situación de haraganería consuetudinaria o pasajera, perenne o caduca, tiene a flor de labios la frase salvadora, la que lo redime frente a su espejo cada mañana: “en este país nadie quiere trabajar“. Falta la conclusión necesaria: "por lo tanto, yo tampoco".

Claro que si agrega un YA antes del nadie, entonces estamos frente a un opositor al gobierno, uno con la hora atrasada, un soñoliento nostálgico de los que también dicen: “esto con los militares no pasaba…” o “si estuviera el Turco…” o “después se quejaban de De la Rua..."

En fin, no tiene mayor importancia, pero no puedo dejar de manifestar que me tiene harta la manía auto denigratoria al estilo del Negro Oro, la Su, el Marce y toda la runfla que se siente culpable de ganar plata haciendo lo que le gusta.

Después de todo, ¿qué tiene de malo ser un poco vago y disfrutarlo? ¿Qué necesidad hay de denigrar la resto si uno ha ganado el santo derecho de haraganear un poco cada tanto, o mucho, si tiene esa suerte? El tema no es la vagancia, es la culpa que los hace repetir pavadas de los exitosos que son, como dijo Anibal Fernández, vagos de solemnidad.

Una señora llamada Olga Pintor, jubilada en la administración pública provincial, un poco autoritaria ella, un poco obsesiva, a la hora de irse de su puesto, puso en la Mesa de Entradas de la oficina donde prerstaba seervicios, a la vista de todos, un cartel que decía: “Cuanto trabajo dan los que no trabajan..!”

A la fecha, le han hallado más de cien acepciones a la críptica frase, en pro y en contra de su autora y sus modos de cumplir con su función, pero creo que nadie se atrevió aún a retirarlo. Y han pasado diez años…

El berretín de ya no ser

Un morocho argentino que no nos quiere, se viste de dorado y se peina como Malinche

He visto en varios blogs amigos, los comentarios que despertara el videito mejicaneado por Gonzalez Oro, su mensaje a los argentinos, un video pedorro y auto denigratorio, llorón y lleno de falacias, que un mexicano con nombre inglés hiciera denigrando a sus paisanos (siempre y cuando sea mejicano de verdad) y que él copiara integramente para publicarlo como propio.

Se lo copió igualito,  le cambió las fotos, los nombres y algunas referencias. Se puede ver un trabajo de comparacón en:

 http://www.youtube.com/watch?v=7U3hieIp0po

Oro se comió algunas críticas de su par mejicano contra la corrupción reinante en "las instituciones" y las cambió por otras que dejan claramente la marca de Malinche: el Negro va contra lo suyos. Resulta que nada peor que comprar ropa en La Salada, las ferias del conurbano o engancharse del cable-tv. 

Todas cosas que sólo pueden hacer lo pobres, ni más ni menos.

Como comprobé que no era la única que se enteró un mes después de la desvergüenza de este morocho argentino, y como en los blogs hallé más que merecidos insultos y justísimas risotadas acerca del video de marras, me permito llamar la atención sobre algunos aspectos que no pierden vigencia en el discurso antiargentino de tipos como éste. 

Y además porque viene al caso una vivencia de este bonito conurbano noroeste que compartimos.

Diría sin temor de errar que, hasta hace algunos meses,  el setenta por ciento de las familias que conviven en las treinta cuadras a la redonda de mi hogar, estaban enganchadas al cable. Eso para no errarle, pues es probable que fuera mayor el porcentaje.

Y eso quedó claro, pues cuando se decidieron a cortar los enganches y codificar, no anduvieron las camionetas y sus operarios desenganchando individualmente. Tuvieron que hacer un corte general de varias manzanas. Barriadas y localidades enteras de la zona quedaron sin ver televisión por varios días.

Una semana después, confirmada la versión extraoficial del "no va más enganche", empezaron a florecer las viejas antenitas de lata, con lo que la mayoría tiene acceso a los pocos canales de aire que nos han dejado. Sólo algunos aristócratas, de la zona más bien norte, han colocado sus radares y cajas codificadas, entregándose al dudoso lujo de pagar  abonos escandalosos para ver montones de idioteces repetidas, legalmente, por cable.

Y a esos montones de idioteces, tienen que sumar -pero no restar del abono que pagan- las tandas publicitarias. 

Mientras, los pobres “de aire”, por la módica suma que nos costó la antenita de alambres ($54 en un solo pago y por única vez), podemos disfrutar de seis  a ocho canales (según la zona) y de la misma cantidad de tandas publicitarias.

Y con el beneficio extra de no ver TN ni Crónica, que ya es bastante.

Es decir, que no es sólo una cuestión económica. También redunda en beneficios ideológicos no tener cable.

Ahora bien: el Negro Oro no sólo no registra esa “peligrosa"  independencia en que la gente cae cuando se le corta el cable, sino que tampoco registra que los cable-operadores están violando la buena fe comercial cuanto menos, y no sé si alguna normativa también, cuanto más.

¿O no se acuerdan ustedes que cuando nos metieron el cable a bajísimo precio mensual, nos cobraban para no ver propaganda?

Yo sí me acuerdo de eso. Para algo sirve ser viejo: para recordar el origen de las cosas.

Se suponía que pagábamos por mes para no tener que soportar la publicidad que los canales de aire se veían obligados a enchufarnos para sostener la operatoria financiera del canal.

Cuando se prohibieron los aumentos de servicios, el cuento fue que no alcanzaba el abono y se veían obligados a entrar en el sistema de pautas publicitarias.

Luego les autorizaron los incrementos, que aplicaron prolijamente, y las tandas también se incrementaron. Hasta los canales extranjeros tienen pautas publicitarias argentinas o latinas.

Y de eso, de la estafa de cobrar por dos ventanillas para dar un solo servicio,  el Negrito de Oro, nada, ni una palabra. De la estafa de unos pocos a miles, cobrando abonos y encajándote pañales mágicos, shampoo que te hace tener el control sobre tu vida, toallitas afrodisíacas y medicamentos de venta libre para intoxicarse baratamente y sin restricciones, de eso, no dice nada. De los verdaderos delitos, nada.

Los que  estropean la idiosincracia de este pueblo para el negro dorado son los que les roban al ladrón. Cómo cambian los evangelios en el capitalismo...

La otra zoncera mayúscula, es la de la ropa “trucha”. Así la llama el muy salame negro, es decir el muy morcilla.

¿Qué quiere decir ropa trucha?

¿Cómo se fabrica un pantalón trucho, es decir,  falso, de mentira, virtual?

Un pantalón es un pantalón, tiene dos tubos para poner las piernas, bolsillos para las monedas y el celular, algunos grandes y otros apretados, ridículos, con pinzas, ceñidos, fiesteros, elegantes, de onda, pasados, lo que sea, pero.. ¿Truchos? 

Es imposible tener un pantalón trucho, a menos que se disuelva con la lluvia, se  convierta en nada por el roce con el aire o el sol lo derrita, un pantalón es un pantalón y  siempre lo será mientras no te deje con el traste al aire.

 Entonces, ¿qué delito constituye  comprar un pantalón en La Salada? ¿Delito fiscal?

Caramba, siempre empezamos a raspar por el mismo lado de la taza, y así un día se agujerea y se rompe…

Es imposible que cometan delitos fiscales los que pagan impuestos indirectos en todo lo que consumen menos aire. Puede ser que lo cometan quiénes los venden, pero quienes los compran, ¿qué?

¿Delito de plagio de marcas reconocidas?¿Y quién metió esas marcas en la cabeza de la gente? ¿Con qué objeto? ¿Cuál fue la motivación ideológica y  cuales las artimañas despreciables con las que se pretendió decidir a través de una marca quién “pertenece” y quién no al mundo al que vale la pena "pertenecer"?

Como con el cable, devolución de favores, es decir cien años de perdón según las mejores tradiciones judeo-cristianas. 

Yo recuerdo cuando iba a la primaria. Reciencito habían salido las Adidas de cuero. Más feas eran… sin embargo todos, toditos, todos, delirábamos por ellas. Fue el primer avance sobre los adolescentes, los adultos los habían sufrido antes con los trajes y vestidos, pero adolescentes y niños comenzaron a ser víctimas en los sesenta/setenta de la locura de la marca identificatoria. La discriminación que generaba tener o no tener ropa de marca, nadie la puede negar. Ni los que la tenían ni los que la deseaban. No podemos ser tan hipócritas como generación. Y no era sólo la clase media estúpida a la que pertenecía, todas las clases tenían la fiebre de la marca. Que costaba carísima, por supuesto, porque ahí estaba el chiste. Las zapatillas eran todas iguales, salvo que si tenían tres tiras en lugar de cuatro o dos, valían el triple y te dignificaban… 

Siguió así con los vaqueros que comenzaron a llamarse “jeans” y las remeras y las camperas, hasta las ojotas de goma, las mallas, los anteojos de sol, todo pasó por la fiebre de las marcas.

Y como era de esperar, a toda acción corresponde una reacción. 

Primero fueron las propias marcas las que autorizaron a sus fabricantes a vender de segunda. Luego precarizaron el trabajo textil,  distribuyéndolo en pequeños talleres familiares en los que se evadían toda clase de aportes e impuestos. 

Y más tarde, la recontracrisis hizo lo suyo: sálvese quien pueda, quien tenía moldes y logos, se ponía a vender por las suyas y más barato. 

Se escapó de las manos, como suele suceder.

Cada sistema económico nace con el germen de su destrucción. ¿quién era el que decía eso? Me olvidé... 

Pues el Negro Oro, con la profundidad que lo caracteriza, acusa a los morochos y los rubios pobres por andar comprando lo que el sistema vende, pero más barato.

¿Desde cuándo seguir las reglas del mercado es ser trucho? ¿desde cuando es delito buscar precio? ¿O el Negro Oro se volvió socialista y no avisó?

 En fin, éstas son las que me quedaron grabadas en la sesera, pero cada una de las paparruchadas que dice en su video pueden refutarse, salvo dos que sí entiendo son una marca de decadencia social y de las que debiéramos hacernos cargo y auto criticarnos: una es no ser solidarios en los transportes con los más desvalidos y la otra es tirar papeles y toda clase de porquerías a las veredas, escupir en la vía pública, permitir que nuestros bichos caguen por cualquier parte y dejar allí los teresos de regalo al resto del mundo.

Eso sí es feo y debiéramos cada mañana en el espejo, recordarnoslo para no hacerlo. Y si no hay cestos, reclamarlos. Y si no hay suficiente transporte, reclamarlo.

Claro que esas fealdades que cometemos no nos ponen a la altura de los genocidas, los vendepatrias e inoperantes que nombra en su video. Para nada! Un papel que se te cae, se puede levantar. Un ferrocarril que se vende, se cierra, no es tan fácil levantarlo.

No nos compares con cualquiera, Negro, por más amigos tuyos que sean. 

Sinceramente, hablás como un argentino que no se siente tal y necesita decirlo proyectando su desapego en los demás. Negro Malinche…carajo!!