sábado, 12 de septiembre de 2015

El angel de la cornetita


(Foto de noticias de San Pedro o algún blog similar de noticias)
Voy a contar una historia para los que no son de San Pedro.
Los de San Pedro no la necesitan.
En mi pueblo supo haber un hombre extraño.
Se llamaba Iturbe de apellido. Roberto o algo así. Difícil saberlo, salvo el día de las elecciones (era muy radical, e hincha de Mitre, un club local famosos por las pasiones que supo despertar en sus fanas). En general, el resto de los días era Pototo.
Pototo usaba una cornetita para anunciar su paso o su llegada. En verano, vendía helados.
En invierno golosinas. En las puertas de las escuelas, sobre todo.

Lo recuerdo en la puerta de la ecuela N° 6, hace muchos años, siendo yo una alumna de tercero o cuarto grado,  muerta de miedo porque una gran tormenta se desató a la hora de salida y a mí nadie me venía a buscar. Todos se iban con sus padres o quién los llevara,  y yo ahí, bajo el alero de entrada, esperando, viendo llover bajo el viento huracanado.
Pototo, que se había guarecido también bajo el techito, me daba ánimos. "Ya van a venir, yo espero con vos, querés un caramelo? Un chupetín? Si no vienen, cuando pare yo te llevo hasta tu casa, no es problema, siempre que paró llovió". Cosas así, supongo, era su estilo. No recuerdo las palabras exactas, las imagino.
Finalmente, apareció mi papá en su Siambretta y nos fuimos bajo la lluvia.
Ese es el primer abandono que logro recordar (sé que hubo otros antes y después, pero cuando me dicen 'abandono', me salta ese recuerdo). Y sin embargo, Pototo estaba ahí. Pototo no te abandonaba! Pototo siempre está.
O estaba.
Después crecí, creo, y lo seguí viendo en los actos radicales,  muy feliz en el 83 Pototo, en los partidos de Mitre,  no sé, uno tiene imágenes dispersas e inventa un poco alrededor para completar el recuerdo, no es mala fe, es un intento desesperado de no perder lo que se ha sido.
En la puerta de la escuela N° 1 cuando llevaba a mis hijos, seguro que estaba. Eso sí.
Mi hijo Juan le ha escrito un pequeño homenaje que leí hace un rato y cuenta que tuvo el placer de comprarle un helado no hace tanto. Pero no para él, sino para su padre, el que tantas veces renegando como buen tano agarrado, había terminado aflojando frente a la presencia de Pototo. Esas cosas de la vida te pasaban con Pototo. Las importantes.
A la hora de entrar a la escuela, Pototo te endulzaba el mal trago.
A la hora de la salida, Pototo era el guardián de la libertad.
Por eso, cuando mi amigo Juancho Correa dice "Gracias por tanto, padrastro de todos!", da en el clavo.
Pototo era el padre de todos.
Vigilando siempre que las cosas anduvieran por el carril correcto, avisando cuando algo raro pasaba, conversando con todo el mundo, siendo cortante con los cargosos, alegre con los tímidos.
Un Papá Noel sin renos, dice Gabriela Leder Kremer, "pero más cercano y más humano".
Sí. Pototo fue (les cuento a los que no son de San Pedro), el tipo que estaba siempre ahí.
En la cancha y en la calle y en la puerta de la escuela.
Foto de algún blog sampedrino.
 Pototo no era un angel enviado por Dios. Lo hacía porque vivía de eso. Y lo hacía con garbo, con solemnidad, con sencillez, con elegancia, con dignidad de trabajador. Y así fue como se  fue convirtiendo en el ángel de la cornetita. Porque nunca fue un angel, sino que se tomó 89 años para convertirse en uno. Que es el modo en que se construyen los ángeles. Día a día.
"Si no les alcanzan las monedas, yo les doy igual", decía. Y era cierto.
 ¿Dónde está Pototo?, ¿Y Pototo? Ausencias que se hacían sentir. Las veces que por enfermedad o por lo que fuera, no aparecía, ¿dónde está Pototo? 
¿Y ahora?
¿Dónde está Pototo?
Seguro que debe andar vendiendo helado por ahí, vaya a saber dónde, dándole igual a los que no les alcanza. Los ángeles suelen andar cortos de moneda siempre, así que les resultará toda una alegría con su costumbre de fiar.
 El problema va a ser cuando aparezca el Pocho Lepratti con su ristra de angelitos desharrapados detrás a reventarle el carrito. Pero Pototo te resuelve todos los problemas: en las eternidades, todo es eterno y el helado también. Los chupetines  y las mielcitas, también. Y hay para todos. Se les fía a todos.

Para algunos, esta es una despedida. Una despedida para siempre.
Sería lindo ir donde él está y comprarle un helado de limón y chocolate.
Pero no todos vamos a poder.
 Algunos sí. Por suerte hay gente pa todo, dicen, y por suerte los hay que se encontrarán con Pototo.
A esos, que algunos conozco, les pido que le manden saludos de mi parte.
Él sabe. Nunca olvidaba una cara.
Si nos vio crecer a todos. No vio envejecer a todos. A casi todo un pueblo entero. ¿Quién pudiera, no?
Quién pudiera tener ese privilegio que se ganó Pototo con su carrito y su corneta.
A fuerza de pedal, el tipo pasó a la historia.

Fotomontaje de Lucas Diez
Si  cuando van a San Pedro notan que falta algo, están en lo cierto.
Faltan muchas cosas.
Pero por sobre todo, falta Pototo.
Pototo, el padrastro de todos.
El Papá Noel sin renos.
El resumen de todo lo perdido.  


 
(Para los que no son de San Pedro, les cuento que Pototo tuvo el buen gusto de irse el 11 de setiembre de este año, ayer, con 89 años bien vividos al servicio de la infancia y  las escuelas.Un maestro. Coherencia hasta el final.)