viernes, 20 de abril de 2018

DIEZ CONSEJOS PARA LOS MILITANTES DE IZQUIERDA


Yo diría que militantes de izquierda, somos todos aquellos que sin llmarnos izquierdistas creemos en el proyecto de un mundo mejor, de solidaridad con los oprimidos, y de lucha por la imposición de la justicia social.
Punto Final Nº 515, p 17

1. Mantenga viva la indignación.
Verifique periódicamente si usted es de Izquierda. Adopte el criterio de Norberto Bobbio: para la derecha la desigualdad social es tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La Izquierda, en cambio, la considera una aberración que debe ser erradicada.
Atención: Usted puede estar contaminado por el virus socialdemócrata cuyos principales síntomas son usar métodos de derecha para obtener conquistas de Izquierda y, en caso de conflicto, agraviar a los pequeños para no quedar mal con los grandes.
2. La cabeza piensa donde pisan los pies.
No se puede ser de Izquierda sin "ensuciarse" los zapatos donde el pueblo vive, sufre, se alegra y celebra sus creencias y sus victorias. Teoría sin práctica es hacerle el juego a la derecha.
3. No se avergüence de creer en el socialismo.
El escándalo de la Inquisición no hizo que los cristianos abandonaran los valores y propuestas del Evangelio. Igualmente, el fracaso del socialismo en Europa del Este no debe inducir a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana.
El capitalismo, vigente hace 200 años, ha sido un fracaso para la mayoría de la población del mundo. Hoy día somos 6 mil millones de habitantes. Según el Banco Mundial, 2 mil 800 millones sobreviven con menos de 2 dólares al día; y 1 mil 200 millones con menos de 1 dólar diario. La globalización de la miseria no es todavía mayor gracias al socialismo chino que -a pesar de sus errores- asegura alimentación, salud y educación a 1 mil 200 millones de personas.
4. Sea crítico sin perder la autocrítica.
Muchos militantes de Izquierda cambian de lado cuando pierden la perspectiva. Desplazados del poder se vuelven amargos y acusan a sus compañeros(as) de errore~ y vacilaciones. Como dijo Jesús, ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. No se esfuerzan por mejorar las cosas. Se convierten en meros espectadores y jueces y, al poco tiempo, son cooptados por el sistema.
Autocrítica es no solamente admitir los propios errores. Es aceptar la crítica de los(as) compañeros(as).
5. Conozca la diferencia entre militante y "militonto".
"Militonto" es aquél que se jacta de estar en todo, de participar en todos los eventos y movimientos, de actuar en todos los frentes. Su lenguaje está repleto de lugares comunes y consignas y los efectos de su accionar son superficiales.
El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, piensa, medita, se califica en una determinada forma y área de actuación o actividad, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.
6. Sea riguroso en la ética de la militancia.
La Izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses. Un militante de Izquierda puede perder todo –la libertad, el empleo, la vida- menos la moral. Al desmoralizarse, desmoraliza la causa que defiende y encarna. Presta un inestimable servicio a la derecha.
Hay sinvergüenzas disfrazados de militantes de Izquierda. Se trata de sujetos que piensan, en primer lugar, en su ascenso al poder. En nombre de una causa colectiva, buscan primero su interés personal.
El verdadero militante -como Jesús, Gandhi, Che Guevara- es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros vivan. No se siente humillado por no estar en el poder, ni orgulloso de su posición. El no se confunde con la función que cumple.
7. Aliméntese con la tradición de Izquierda.
La oración es necesaria para cultivar la fe, el cariño para nutrir el amor de pareja, "volver a las fuentes" es necesario para mantener el ardor de la mística de la militancia. Conozca la historia de la Izquierda, lea (auto) biografías como "El diario del Che en Bolivia" o novelas como "La madre" de Gorki o "Viñas de la ira" de Steinbeck.
8. Prefiera el riesgo de errar con los pobres a tener la pretensión de acertar sin ellos.
Convivir con los pobres no es fácil. Primero, existe la tendencia a idealizarlos. Después se descubre que entre ellos existen los mismos vicios que hay en otras clases sociales. No son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales para una vida digna. Por eso estamos del lado de ellos. Por una cuestión de justicia. Un militante de Izquierda jamás transa los derechos de los pobres y sabe aprender de ellos.
9. Defienda siempre al oprimido aunque aparentemente no tenga la razón.
Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que no siempre aparecen en la vida de los que tuvieron una educación refinada. En todos los sectores de la sociedad hay corruptos y bandidos. La diferencia consiste en que en la elite la corrupción se realiza con la protección de la ley y los bandidos son defendidos mediante mecanismos económicos sofisticados, que permiten que un especulador lleve a todo un país a la penuria.
La vida es el mayor don de Dios. La existencia de la pobreza clama al cielo. No espere nunca ser comprendido por los que permiten la opresión de los pobres.
10. haga de la oración un antídoto contra la alienación
Orar es dejarse cuestionar por el Espíritu de Dios. Muchas veces dejamos de rezar para no escuchar el llamado divino que nos exige nuestra conversión, es decir, un cambio en el rumbo de nuestra vida. Hablamos como militantes y vivimos como burgueses, acomodados o bien en la agradable posición de quienes se erigen en jueces de los que luchan.
Orar es permitir que Dios subvierta nuestra existencia, enseñándonos a amar así como amó a Jesús, liberadoramente

jueves, 12 de abril de 2018

Cómo derechizar un izquierdista



Por Frei Betto*


 Ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social.
   Ser de derechas es tolerar injusticias, considerar los imperativos del mercado por encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás.
Ser izquierdista -patología diagnosticada por Lenin como ‘enfermedad infantil del comunismo’- es quedar enfrentado al poder burgués hasta llegar a formar parte del mismo. El izquierdista es un fundamentalista en su propia causa. Encarna todos los esquemas religiosos propios de los fundamentalistas de la fe. Se llena la boca con dogmas y venera a un líder. Si el líder estornuda, él aplaude; si llora, él se entristece; si cambia de opinión, él rápidamente analiza la coyuntura para tratar de demostrar que en la actual correlación de fuerzas…
El izquierdista adora las categorías académicas de la izquierda, pero se iguala al general Figueiredo en un punto: no soporta el tufo del pueblo. Para él, pueblo es ese sustantivo abstracto que sólo le parece concreto a la hora de acumular votos. Entonces el izquierdista se acerca a los pobres, no porque le preocupe su situación sino con el único propósito de acarrear votos para sí o/y para su camarilla. Pasadas las elecciones, adiós que te vi y ¡hasta la contienda siguiente!
Como el izquierdista no tiene principios, sino intereses, nada hay más fácil que derechizarlo. Dele un buen empleo. Pero que no sea trabajo, eso que obliga al común de los mortales a ganar el pan con sangre, sudor y lágrimas. Tiene que ser uno de esos empleos donde pagan buen salario y otorgan más derechos que deberes exigen. Sobre todo si se trata del ámbito público. Aunque podría ser también en la iniciativa privada. Lo importante es que el izquierdista sienta que le corresponde un significativo aumento de su bolsa particular.
Así sucede cuando es elegido o nombrado para una función pública o asume un cargo de jefe en una empresa particular. De inmediato baja la guardia. No hace autocrítica. Sencillamente el olor del dinero, combinado con la función del poder, produce la irresistible alquimia capaz de hacer torcer el brazo al más retórico de los revolucionarios.
Buen salario, funciones de jefe, regalías, he ahí los ingredientes capaces de embriagar a un izquierdista en su itinerario rumbo a la derecha vergonzante, la que actúa como tal pero sin asumirla. Después el izquierdista cambia de amistades y de caprichos. Cambia el aguardiente por el vino importado, la cerveza por el güisqui escocés, el apartamento por el condominio cerrado, las rondas en el bar por las recepciones y las fiestas suntuosas.
Si lo busca un compañero de los viejos tiempos, despista, no atiende, delega el caso en la secretaria, y con disimulo se queja del ‘molestón’. Ahora todos sus pasos se mueven, con quirúrgica precisión, por la senda hacia el poder. Le encanta alternar con gente importante: empresarios, riquillos, latifundistas. Se hace querer con regalos y obsequios. Su mayor desgracia sería volver a lo que era, desprovisto de halagos y carantoñas, ciudadano común en lucha por la sobrevivencia.
¡Adiós ideales, utopías, sueños! Viva el pragmatismo, la política de resultados, la connivencia, las triquiñuelas realizadas con mano experta (aunque sobre la marcha sucedan percances. En este caso el izquierdista cuenta con la rápida ayuda de sus pares: el silencio obsequioso, el hacer como que no sucedió nada, hoy por ti, mañana por mí…).
Me acordé de esta caracterización porque, hace unos días, encontré en una reunión a un antiguo compañero de los movimientos populares, cómplice en la lucha contra la dictadura. Me preguntó si yo todavía andaba con esa ‘gente de la periferia’. Y pontificó: “Qué estupidez que te hayas salido del gobierno. Allí hubieras podido hacer más por ese pueblo”.
Me dieron ganas de reír delante de dicho compañero que, antes, hubiera hecho al Che Guevara sentirse un pequeño burgués, de tan grande como era su fervor revolucionario. Me contuve para no ser indelicado con dicho ridículo personaje, de cabellos engominados, traje fino, zapatos como para calzar ángeles. Sólo le respondí:
 “Me volví reaccionario, fiel a mis antiguos principios. Prefiero correr el riesgo de equivocarme con los pobres que tener la pretensión de acertar sin ellos”.
Tomado de la publicación: www.patriagrande.com.ve

*Fraile domínico brasileño. Uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación. Es el autor del libro “Fidel y la Religión”, “Conversación sobre la fe y la ciencia”, junto con Marcelo Gleiser, entre otros libros.