Todo
aquello que se nos advirtió hasta el cansancio acerca de la existencia de una
civilización reptiliana que habría invadido el planeta para dominarlo, que se
alimentaría de nuestras emociones, que se reproduciría por medio de huevos bien
guardados en depósitos de palacios y fortalezas, que se hibridaría con los
humanos para facilitar la dominación y el exterminio de los humano, las batallas
en la cancha de River y el subte B lleno de gurbios, la central de los manos en
el Congreso, las nevadas radiactivas y los chips que nos convierten en robots,
todo eso, terminó siendo la más pura
realidad: hoy coronan finalmente a la Rana René como emperadoratriz de toda la redondez de la tierra. ¡Quién iba
a decirlo!
Uno puede
llegar a creer que la reina de
Inglaterra es una lagarta, de hecho nunca mostró otra cara que no fuera de
lagarta (¿quién más podría ponerse esos sombreritos, aparte de ella y el lagarto
Juancho?), y también que Lady Di fue asesinada en un sospechoso
accidente, por haber tenido la desgracia de haber regresado antes de tiempo de
una de sus misiones y haber encontrado a su inefable suegra y su repugnante
esposo convertidos en cocodrilos, deglutiendo un sirviente negro ( de esos que
siempre desaparecían repentinamente, supuestamente despedidos por cometer errores
de protocolo), mientras su adorable hijito híbrido, actual heredero de la
corona, sin poder transformarse del todo, mostrando unos ojos fríos, crueles y
poco mamíferos, churrasqueaba y reía con
su padre acerca de quién sabe qué estúpidos chistes escoceses, ya que ni en su
verdadera esencia reptiliana el pobre Carlos podía perder dos de sus peores
defectos: emborracharse hasta caer rodando y contar chistes sin gracia.
Uno puede
haber visto, sin dudar de sus propios ojos, los cambios y
transformaciones extrañas que sufría la cara de Hillary Clinton durante los
discursos, cómo sus párpados dobles caían para apaciguar el malestar producido
por las cámaras, cómo se descamaba lentamente bajo los spots calientes en los
debates y aparecía esa piel verdosa y dura, justo antes de ir a un corte
imprescindible para retocar los gruesos maquillajes y disimular sus orificios
auditivos. Hasta es probable que resulte fácil y placentero descubrir que la
horda Bush, devenida ocupante de la Casa Blanca, nada tenga en común con nosotros, los humanos. Y es
sencillo inclinarse ante las demostraciones acerca del origen de los Rotschild
y los Rockefeller, nacidos todos de huevos, con esa incapacidad para el afecto propia de los que nunca han compartido un
útero, con esa habilidad para la masacre de los que son dominados por el
instinto puro de supervivencia, tan extensamente explicado, con tanto lujo de
detalles por aquél otro viejo lagarto inglés, don Darwin, brillante a la hora
de justificar invasiones, ocupaciones y coloniaje con teorías científicas.
Hasta resulta
verosímil cierta similitud demostrada entre dos de la misma camada fallida de
huevos, don Hitler y don Stalin, denunciada por el híbrido Trotsky (medio
hermano de ambos por parte de huevo, pero empollado en vientre humano, según
parece), el mismo León Davidovich que
nunca logró en vida ni tampoco desde su morada entre los muertos ilustres, definirse por uno de los dos bandos que habían
sido causa de su origen mixto, por lo que un tiempo trabajaba para los hombres
y otro, para los verdes. En su lucha interna entre su yo y su instinto nunca pudo
obtener victoria alguna del uno sobre el otro, llegándose al espantoso
resultado de conseguir un Ego
desproporcionadamente aumentado con un instinto salvaje y carente de toda
empatía, única característica que logró traspasar a sus sucesores, ya que su
preclara inteligencia y su voluntad de hierro fueron absorbidas en ese proceso
evolutivo tan desgraciado. Casi con alivio recibieron nuestros padres la
noticia de su muerte, con pena, sí, pero también con alivio, pues quién sabe en
que terminaría aquella loca carrera a las piñas entre sus dos seres interiores…
Finalmente,
y por no seguir nombrando todos los personajes conocidos y desconocidos que se
han revelado francamente reptiles o moderadamente híbridos o mentalmente
adheridos a una genética del huevo que no es la propia, algunos de los cuales
ni vale la pena mencionar y otros que es mejor olvidar, nunca tuvimos dudas
acerca de las intenciones de la estirpe del Citizen Kane, todos esos podridos y
amarillos * personajes que lentamente fueron, desde los despachos comerciales,
adueñándose de los últimos bastiones humanos: los medios de comunicación de
cualquier tipo. El objetivo: ponerlos al servicio de la conquista y el
exterminio pergeñados siglos atrás por nuestros invasores extragalácticos.
Nadie puede engañarse frente a esos personajes. A ver, muchachos, se terminó la
edad de la inocencia, no nos hagamos...
Pero,¡la
Rana René!
Resulta intolerable la espera de su coronación dentro de algunas horas. ¡Justamente la Rana René! Eso sí que deja la autoestima de cualquiera por los suelos. Es que cuando uno se pone a analizar hacia atrás las cosas, no puede decir que el engaño haya sido ingenioso, mortalmente bueno, imposible de descubrir… Rabia da, mucha rabia con uno mismo, verificar que las señales estaban todas ahí, que uno fue quien no las vio a tiempo…
Resulta intolerable la espera de su coronación dentro de algunas horas. ¡Justamente la Rana René! Eso sí que deja la autoestima de cualquiera por los suelos. Es que cuando uno se pone a analizar hacia atrás las cosas, no puede decir que el engaño haya sido ingenioso, mortalmente bueno, imposible de descubrir… Rabia da, mucha rabia con uno mismo, verificar que las señales estaban todas ahí, que uno fue quien no las vio a tiempo…
Por
empezar, convengamos que la Rana René siempre tuvo ínfulas de administrador
general de todo lo conocido. A nadie escapa su obsesión por el control, su neurosis respecto de la prolijidad de
todos los aspectos, su manía de verificar personalmente que todos y cada uno
estuvieran en su lugar, haciendo lo que era esperable, sin errores, sin
alteraciones, sin descuidos. Una Rana muy lógica, muy disciplinada,
militarizada podríamos decir, una Rana casi perfecta, preparada para grandes
cosas, decíamos y nos reíamos de su
monomanía compulsiva.
Luego estaba
aquella indefinición sexual tan propia de estos seres extragalácticos nacidos
de un huevo. ¿Cómo es que no lo vimos antes? LA Rana René era EL. Ying y yang. El y ella. Sol y luna. El dos-
en- uno. Las partes reunidas en el todo. Baste recordar su repugnancia manifiesta ante los embates
sexuales de Piggy, a los que ningún ser vivo hubiera podido resistirse, con su
promesa tácita de lujuria y desenfreno, su descarado amor por un/una Rana, su
fidelidad a lo largo de cuatro décadas o más… ¿Acaso no nos preguntamos más de
una vez qué le veía Piggy a esa escuálida cosa verde con ojos que no eran ojos
y una raja por boca que metía pavura ante la menor alusión del beso? ¡Si nos
habremos reído como idiotas frente a los escarceos de Piggy y las renuencias de
René! En honor a la verdad, hasta llegamos a pensar que en un alarde de
valentía y desparpajo, el presunto autor de todo esto, había incorporado a la
escena un personaje francamente homosexual…¿O no? ¿Acaso no lo pensaron? ¿Acaso
no era tema de conversación en bares y capillas la falta de interés de René por
Piggy, un asco mal disimulado que solo
podía provenir de otras preferencias sexuales? ¿Acaso no resultaba llamativo -al punto de escribirse ensayos sobre ello y ser tema en varios programas de
debates y chimentos de la tv-, su apego por el Oso Figueredo, tan feo, tan bobo,
con esa bocaza enorme de rana, que se
reía de cualquier cosa y que no tenía dos neuronas bajo su ridículo sombrerito
que no se desvivieran en emitir pulsaciones de admiración por René?
Y un buen
día Figueredo desapareció. No estuvo más. Lo extrañamos un tiempo, pero después
pensamos: razones de producción, personaje agotado, la verdad que es muy torpe,
no tiene gracia, bla bla bla… Siempre
los mismos sabihondos creyendo poder pergeñar la realidad a nuestro antojo.
Figueredo, el oso pelotudo puesto allí para confundirnos, para que nos quedáramos como idiotas viendo
un contrapunto sexual entre la voluptuosa Piggy y el peludo del sombrerito,
mientras él/ella, Rana René, seguía con sus actividades clandestinas, cuidando
que los huevos no tuvieran fallas demasiado groseras, eliminando de un solo
abrir y cerrar de boca a sus competidores, a los díscolos, a los innecesarios.
A aquellos de su raza que podían sembrar el caos y la sospecha. A los de la
raza conquistada que pudieran sembrar el caos y la rebelión.
Si algo se
puede decir de este gnomo verde que a partir de hoy se convertirá en nuestr/a
amo y señora, es que su obsesión por la homeostasis es rayana en el delirio, si
no fuera porque el delirio es bastante poco equilibrado siempre.
René y su
lateralidad perfecta: un poco a la izquierda, un poco a la derecha, siempre
centrándose en medio de las complejidades de la vida en la tierra, que nunca ha
sido simple, nunca tan simple como en su verde planeta de batracios, reptiles y
anfibios. René dando clase de alto equilibrio, de magnanimidad, de
persistencia, de paciencia con los errores ajenos, siempre optimista, nunca
deprimido, nunca un bajón de azúcar que lo tirara a la cama.
René y su
reptiliana y fría manera de ver la vida: Dios proveerá. ¿Para qué preocuparse u
ocuparse? Dios proveerá. Qué dios, nos preguntamos ahora, cuál dios. Tarde
muchachos. Sea cual sea, en unas horas todos seremos esclavos de René, la Rana
que no es rana, la ella que no es ella, el él que no es él, la cosa que no es
cosa, el títere que maneja al titiritero…¿Cómo es que no lo vimos?
Dicen que
mal de muchos, consuelo de tontos. Pues bien, tal vez haya llegado el momento de
volverse tontos, ser más tontos aún de
lo que hemos sido. Siete mil millones de cerebros presuntamente evolucionados,
pseudo inteligentes, jamás de los jamases nos vimos venir las señales que teníamos
delante de los ojos. La Rana René gobernará el mundo y no podremos hacer nada
para evitarlo. Y nosotros, los tontos cayendo en el peor de los consuelos: que
el mal está repartido. Hasta nos da alegría saber que no estamos solos en la
desgracia. Como si de algo pudiera servir tal cosa.
Los crocos
nos ganaron la batalla, con su encéfalo primitivo y vulgar, donde no cuaja la
poesía y la música es ruido. Nos ganaron la batalla cultural. ¿Cuáles serán las
melodías del futuro? El sonido de las monedas cayendo y los billetes verdes (verdes
como ellos), contándose en los cajeros automáticos. El murmullo del arrastrar
de nuestros pies que ni cadenas necesitan para ir en fila hacia la total
esclavitud. El suspiro resignado de nuestras bocas, incapaces ya de vencer la
acumulación de tanta azúcar, tantos conservantes, tantos colorantes, tanta
cocacola, tanto xanax y rohipnol y tanto de todo ese mágico mundo de remedios materiales
y espirituales, siempre listos para combatir todo mal, con que nos proveyeron durante más de un
siglo. Eso y algunos pedos inodoros, serán las melodías del futuro.
Se sabe que
a los lagartos la música no les va ni les viene, que para ellos el silencio es
salud, que no les importa nada de nada de todas las vanidades humanas. La vida
es simple: disfruta cada bocado, metaboliza lento, no te muevas demasiado
rápido. Siempre habrá a quién predar en un mundo con tantos seres vivos. Su
única preocupación futura será controlar la propia natalidad, como lo han
venido haciendo hasta ahora, y poner un desenfreno en nuestra naturaleza
erótica, para garantizarse presas por la eternidad de las eternidades, hasta
que el próximo big Crunch o big Bang llegue, quién sabe cuando, allá en la
noche de los tiempos en la que no piensan, pues no resulta rentable pensar
todavía.
Mientras
tanto, coronarán a la Rana René emperadoratriz de todos los mundos conocidos. Y es muy probable
que no les importe demasiado el tipo en sí. No lo hacen ni por su color, ni por
su habilidad casi humana de engañar, ni
porque sea un renacuajo asqueroso, manipulable y frígido. Es muy probable que lo
coronen nuestro amo sólo para
molestarnos, para reírse en nuestras caras, para desestabilizar nuestro sistema
inmunológico.
¿Qué otra razón de peso podrían tener?
*(El amarillo es uno de los
colores necesarios para formar el verde, suele predominar en algunos reptiles
para que la vista pueda verlos en sus cambiantes tonalidades, y ya fue denunciado como color nefasto, hace tiempo,
por un dramaturgo argentino: Carlos Somigliana)
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(¡Ultima noticia! Como suele ocurrir en
momentos de emergencia global como estos,
empiezan a filtrarse noticias clandestinas por radios y hojas y canales
y redes clandestinas que transmiten clandestinamente, acerca de milicias
clandestinas que se organizan en barriadas clandestinas donde nada de lo que proveyeron
los reptilianos ha llegado jamás, donde poco, muy poco, de los que
distribuyeron para idiotizarnos, apenas si derramó en forma de limosna, de cosa
robada, de subsidio. Villas, chabolas, pueblos
perdidos en el desierto, tribus olvidadas, cavas llenas de basura y niños,
favelas, pobladores que resistieron la
llegada de la soja (yuyo verde, insípido, grasiento, con granos que parecen huevitos de
reptil), grupos aislados de toda tecnología, de todo conocimiento de las cosas
de este mundo, artistas que se escondieron en sótanos apenas llegaron los
anuncios, combatientes eternos contra la injusticia que se reunieron para
renovar sus votos fraternos y sus consignas rojas, todo ese mundo ignorado durante muchos
lustros, apenas contaminado, que pareció diluirse cuando alguien dijo “la
historia ya no existe”. Las reservas de la humanidad. Nuestra única esperanza. Dicen
que dicen los mensajes clandestinos que nadie ha visto ni leído, pero que todos
sabemos que no pueden no existir, que hay que dejar que la Rana René sea
coronada. Que el Oso Figueredo no ha muerto, que no era idiota, que está
liderando la masa clandestina que se organiza clandestinamente, junto a las
hormigas, nuestras clandestinas aliadas en la regulación de la existencia en
el planeta, junto a los pájaros, nuestros padres genéticos y salvaguarda de
nuestras almas. Que se viene, pero ahora de veras, la guerra final por el planeta, y dicen que
dicen los discursos que nadie ha escuchado jamás, pero que corren de boca en
boca, que esta guerra tendrá muchas
batallas, algunas sangrientas y otras mucho peores: francamente ridículas. Pero
aseguran los que saben que de todas volveremos y que finalmente se oirá, el día
en que alcancemos la victoria final, el ‘Himno a la Alegría’. Hay que estar
atentos. Y dicen los que dicen que otros escucharon decir lo que repiten, que
eso ocurrirá no se sabe cuando, pero que indefectiblemente ocurrirá, porque
está escrito. Y eso es algo con lo que los lagartos nunca han podido.)
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