miércoles, 17 de octubre de 2018

PAQUETIDAD =PATETIQUEZ (III)




No voy a decir nada original: LA ESTUPIDEZ ES INFINITA. LA SORETIDAD ES INFINITA. Y NO SE EXCLUYEN MUTUAMENTE.Y agrego:  ADEMÁS SE CONCENTRAN.  En nuestro país, como el dinero, las tierras, la corrupción, se concentra en la clase alta. Y por reflejo necesario, en la clase media alta que siempre aspira a ser “como los de arriba”, aunque eso implique ser tan hijuepú y tan estúpido como “los de arriba”.

 EL DESCARTE ES  (PARA) EL OTRO


Siempre ha existido la beneficencia.
Eva Duarte la combatió con alma y vida.
 Quino la denunció sutilmente en los contrapuntos entre Mafalda y Susanita acerca de lo que comen los ricos en sus fiestas para reunir dinero y donar a los pobres toda esa basura que comen. 
"La Patria es el Otro" es la antítesis de la creación de pobres para tener un ejército siempre dispuesto a recibir nuestros trapos viejos y las cosas que ya no usamos.

Pero ahora se ha convertido en ley la la donación de mercaderías a punto de vencerse a comedores y gentes en estado de necesidad alimentaria.

Se presenta como algo que racionaliza la distribución alimentaria. Y hasta podría ser así, dada la pésima distribución de alimentos que existe en general en el mundo.

Patético, banal y perverso es que se celebre  en la Radio Nacional, en un programa en elque participa como columnista el Director de Defensa del Consumidor Fernando Blanco Muiño, la modificación de esa ley ya de por sí absurda.
En realidad celebró dos cpsas: tener muchos empleados abocados a "trabajar en las redes sociales" (Sindicato de Trolls YA!) como un logro de su gestión y que se le haya quitado la responsabilidad a las empresas donantes por la calidad de lo donado. 

Haciendo un poco de memoria: ¿De quién es la Ley que reinstala la beneficencia llamada Ley Donal
Pues sí, de la que de donar, poco y nada. De ella:

 https://www.cronista.com/economiapolitica/Se-aprobo-la-Ley-Donal-la-iniciativa-de-Carrio-sobre-donacion-de-alimentos-20181011-0002.html


 LOS EUFEMISMOS DEL SIMPATICO FERNANDITO
El funcionario a cargo de Defensa del Consumidor,  el Dr. Blanco Muiño, llama a la Ley de reparto de sobras  "Programa de Alimentación Saludable".   
Debe ser para enseñar lo que significa eufemismo, suponemos.
Está muy feliz porque éste tema de la responsabilidad civil por la calidad de lo donado  era un escollo muy serio para lograr que los supermercados (e incluso algunos particulares) donaran las porquerías que no pueden vender o que los particulares no quieren o no pueden consumir. 
Preferían tirar los alimentos porque temían que los donatarios (esos pobres, negros, malos y sucios a los que quieren ayudar y no se dejan) no los usaran en las fechas correspondientes, se generaran calamidades sanitarias y se les atribuyera la responsabilidad por ello. 
En criollo: que recibieran alimentos en mal estado y les iniciaran juicio, bah.

Entonces, ¿qué han hecho los legisladores que apoyan la medida?
 Modificar el artículo que garantiza la total eximición de responsabilidad de los donantes sobre la mercadería donada.

 Aquí La Nación lo cuenta mejor, incluyendo la parte en que Carrió y Stolbizer se agarran de los pelos:
           https://www.lanacion.com.ar/2180650-sin-titulo

Tal como relata el artículo, una cláusula similar fue vetada por el Poder Ejecutivo en 2004, cuando se creó el Banco de Alimentos.
Mirá vos...

Osea: el Programa de "Alimentación Saludable" requiere que se le garantice a los que donan porquerías que no consumen que nadie les hará juicio.
¡Imaginate lo saludable que será!

Y el responsable de defender a los consumidores se pone contento porque ahora las empresaspodrán deshacerse de toda la porquería en mal estado o a punto de vencer sin correr riesgo de ser denunciadas por eso.


 Explíqueme de vuelta que no le entiendo doctor. ¿Usted cobra sueldo para defender a los consumidores, pero apoya que se exima de responsabilidad a las empresas cuando no garantizan la calidad de sus productos?

No le entiendo, vea. 
No le entiendo la alegría. 


Tienen esas raras alegrías. 
Como la Margarita Barrientos, feliz  porque en una de las villas más tristes y extendidas de la Capital Federal cada día van más niños a su comedor  de emergencia.

Tan contentos como la chirusa esa que balearon a la salida de un banco y la premiaron con una diputación y ahora dice que es hermoso ir a un comedor comunitario, es "como ir a un restaurante", dice. Restaurante para pobres, claro. 

(Por cierto, eufemismo es "una palabra o decir políticamente aceptable que sustituye a otra palabra de mal gusto que puede ofender o sugerir algo no placentero o peyorativo". El arte de la decoración en el hablar para que el traste duela menos...)


 La banalidad del mal.
Celebrar la pobreza, celebrar la limosna, celebrar la beneficencia. 

Gente común, gente que parece cuerda y normal, haciendo de la miseria ajena su mejor negocio y sin sentir el menor prurito moral.  

La estupidez y la soretidad no excluyentes.

Y todo como parte de un plan bien establecido para favorecer la concentración en pocas manos de todo lo que merece ser  acaparado. Poder, saber, alimento, abrigo, cultura… Todas cosas que exceden a cualquier persona o élite: no pueden ser acumuladas ni producidas por ellos en forma indefinida.
 ¿Cuánto abrigo, cuanto alimento, cuanto saber pueden guardar? Son todos bienes que deben ser compartidos para que tengan algún sentido.


Pero la estupidez y la soretidad les impiden comprenderlo. 
 Y eso les impide tener la capacidad mínima necesaria  para hacerse cargo de la cosa pública, de la res pública, de la República.


Por eso,  nunca deben estar ni cerca de un gobierno. 

Ni ahora ni nunca.





martes, 16 de octubre de 2018

PAQUETIDAD, PATETIQUEZ (II)


No voy a decir nada original:

LA ESTUPIDEZ ES INFINITA.
LA SORETIDAD ES INFINITA.
Y NO SE EXCLUYEN MUTUAMENTE.
Y agrego:  ADEMÁS SE CONCENTRAN.
En nuestro país, como el dinero, las tierras, la corrupción, se concentra en la clase alta. Y por reflejo necesario, en la clase media alta que siempre aspira a ser “como los de arriba”, aunque eso implique ser tan hijuepú y tan estúpido como “los de arriba”.
 
TRISTE, TOTALITARIO Y BANAL


Escucho en Radio Nacional una hermosa muestra de estupidez y soretidad  que es además triste, totalitaria y banal.


La Diputada Carla Pitiot del Frente Renovador ha presentado un proyecto de ley que resulta esencial para la vida de los argentinos: Declarar el 13 de noviembre de cada año, día de Lucha contra el Grooming.


Aclaremos: grooming  significa “acicalando” y se define como “una serie de conductas y acciones deliberadamente emprendidas por un adulto, a través de Internet ​ con el objetivo de ganarse la amistad de un menor de edad, creando una conexión emocional  con el fin de disminuir las preocupaciones del menor y poder abusar sexualmente de él. En algunos casos, se puede buscar la introducción del menor al mundo de la prostitución infantil o la producción de material pornográfico.”


Aclaremos más: la Ley que penaliza el grooming ya existe desde el 13 de noviembre del 2013. Es decir: el Estado ya se ocupó de tomar medidas legales de protección frente a lo que define como delito, estableciendo un castigo para quién lo cometa. Es lo que hacen los Estados para resolver estas cuestiones criminales.

Por lo tanto, hacer una ley para declarar el Día de la Lucha contra el Grooming es algo así como declarar el día de lucha contra el homicidio o el hurto o el robo.  Ese día siguiendo los objetivos propuestos por la diputada para el día contra el grooming  se tomaría para explicarle a la gente por los medios  y a los escolares en sus aulas,  que hay que atar la bicicleta para que no te la hurten, no llevar la mochila abierta por la calle ni ponerte delante de un señor con una pistola cargada o un cuchillo de carnicero. 


Esta señora cobra por mes el equivalente a quince salarios mínimos o cien Asignaciones Universales por Hijo. Además tiene fueros para evitar que se la persiga injustamente. Todo innecesario: para presentar proyectos de ley que cualquier concejal de barrio puede presentar en nombre de una comisión de fomento u ONG, es demasiada plata y demasiada protección.

Eso no es todo: mostrando su desconexión con la realidad expresa, muy preocupada, que “lo peor que le podés hacer a tu hijo adolescente, una crueldad total que no avalo, es impedirle jugar en la Play Station o comunicarse con sus amigos por celular”.



 Probablemente sea cierto que a un adolescente eso le pone los pelos de punta, siempre y cuando el adolescente tenga a mano una Play, un celular de lata gama y no tenga que usar su tiempo  para trabajar en los campos del Senador entrerriano que se enoja porque los niños van demasiado a la escuela, o salir a cartonear, o se encuentre criando hermanitos y visitando padres presos o cosiendo en talleres clandestinos, limpiando mugre ajena con cama adentro o afuera, prostituyéndose o vendiendo cualquier cosa por la calle para poder comer. O directamente pidiendo comida o robándola.

No debo estar muy errada en mis dudas, porque un rato después aclara la muy Honorable Diputada Porteña que “el setenta por ciento de la población no sabe lo que es el grooming”. Probablemente, el 70% sí sabe muchas cosas que ella ni registra en el frasquito en el que vive. Montones de saberes que hacen a la supervivencia como sembrar porotos o cuidar ovejas o hilar y tejer o pescar y seleccionar cartones, vender lapiceras chinas disfrazadas de regionales. Y cuidarse de los adultos que se hacen los románticos  para abusarse de ellos con cuentos fantásticos.  De eso  saben los adolescentes sin play y sin celular. Si tuvieran esos bienes, aprenderían rápidamente que ahí también pasan esas cosas. No es tan complicado.


Convertir una charla escolar en ley como si nada más importante hubiera para hacer, es de una tremenda banalidad.

Además es de una soretidad usar  sus fueros y los medios de comunicación para convencernos que la realidad es mentira y que  los adolescentes pueden vivir despreocupados como si tuvieran asegurado el puesto de trabajo ni bien se conviertan en adultos, educarse durante doce años les garantizara algo después y  la salud estuviera  totalmente cubierta por el Estado.

El totalitarismo en su forma comunicativa, es decir, convertir en una preocupación de toda la sociedad lo que preocupa a un grupo en el poder, minimizando los verdaderos problemas de las mayorías, ha caído en la misma banalidad que todo lo demás. Esos sí: siempre al servicio de los que han resuelto mantenerse en las azoteas del poder real como sea.

La banalización de la política no es gratuita y no es eventual. 
 Está meticulosamente planificada como un guión bien estructurado y dirigido. Ocupa el lugar del cine, del teatro, de la literatura, de la crónica y paga muy bien a sus actores banales y banalizadores. Lo que explica la vigencia de Carrió como comedianta.    

Ya dije que no iba a decir nada original. Ya sé que todos saben que los medios y las redes sociales parecen de otro país que no es el real. Pero mientras la obviedad que nos despedaza no se resuelva en originalidades que nos sorprendan por permitirnos crecer y vivir dignamente a las mayorías, hay que seguir repitiéndolo.

Si en algo somos funcionales a los que nos oprimen es cuando decimos “eso ya se sabe”, “eso pasó siempre”, “eso cualquiera lo ve” para desalentar la denuncia, la reflexión, la construcción de subjetividad. 

No descarto el acoso como problema real a considerar, pero si una niña o niño no pasa hambre, frío, desamparo, es mucho más difícil que caiga en redes de prostitución; si la escuela se ocupa, es suficiente para hacer prevención; no hace falta pagarle a una diputada el equivalente a cien AUH para que se dedique al calendario escolar. Los docentes lo hacen sin cobrar nada extra.

Y por último, no me pidan que vote a nadie de esa fuerza política.

Concentran demasiada estupidez y soretidad para mi gusto en sus candidatos. 

lunes, 15 de octubre de 2018

PAQUETIDAD, PATETIQUEZ




No voy a decir nada original:

LA ESTUPIDEZ ES INFINITA.

LA SORETIDAD ES INFINITA.

Y NO SE EXCLUYEN MUTUAMENTE.

 Agrego: ADEMÁS SE CONCENTRAN.

En nuestro país, como el dinero, las tierras, la corrupción, se concentra en la clase alta. Y por reflejo necesario, en la clase media alta que siempre aspira a ser “como los de arriba”, aunque eso implique ser tan hijuepú y tan estúpido como “los de arriba”.


SINDICATO DE TROLLS ¡YA!


Vivimos en épocas de hiperinformación y poca reflexión, poco diálogo y menos consenso. Imposible crearlos desde el lugar en el que todos hablamos y nadie escucha.

La hiperinformación  naturaliza la injusticia, la vuelve obvia, la banaliza y no da lugar ni a la especulación compartida ni a la toma de posiciones del individuo solitario como un principio para pararse con otros respecto de un tema. Relativizarlo todo, como si la opinión de un miembro de la familia Macri Blanco Villegas fuera del mismo peso y tuviera los mismos objetivos  que la de cualquier trabajador del conurbano, impide registrar un punto fijo para referenciarse a favor o en contra de esa opinión o cualquier otra. 


A ese punto fijo supo llamársele ´’clase’ y aunque hoy se empeñen en mostrarlo como obsoleto, inútil, innecesario,  ese punto fijo existe en la cotidianidad, en la calle, en la casa, fuera de las redes sociales y de la “fiesta de disfraces” de internet. Cuando cada quien deja de ser el que se inventó ser para ir a pagar las facturas de la realidad.

Ese punto fijo es como los mojones de las fronteras, esos que alguien  corre de noche mientras los vigilantes duermen.  Hay que dormir menos. O hacer guardias para descubrir al que intenta situarnos en un país que no es el nuestro.

Ese que nos corre los límites y relativiza todo,  maneja con absoluta prolijidadno hay relatividades en sus territorios  y persistencia, el relato a instalar a través de redes sociales y medios de (in)comunicación masivos.

Crea ejércitos de trabajadores “free lance” que no deben sentirse jamás trabajadores si desean trabajar para su siniestra empresa fantasma. El trabajo de sus no trabajadores es  destruir la famosa “cultura del trabajo” y además denunciar tal cosa como responsabilidad exclusiva de quienes intentan seguir laburando cada día como forma de subsistencia y no lo consiguen porque el sistema resolvió que ya no quiere producir nada más.

 Ejércitos de trabajadores que no se autoperciben como tales, son usados como simples mangueras: desde su propio inconciente taladrado mana el fluido de un discurso escrito por otros, de una simpleza tal que parece de aceite, y así, como aceite, se desparrama por todo el ciberespacio para ahogar cualquier voluntad de resistirse a dejar de ser humano. Es como aceite: ensucia todo lo que toca, y se instala como “saber cultural” ahogando las “garrapatas” de la decencia.


Crear el Sindicato de Trolls sería una medida como para empezar a mover las garrapatas…


No me interesa ser original.

Sobre todo porque nadie puede serlo. Todo está dicho y escrito. Sólo que algunas cosas se publican, ventilan y repiten y otras se esconden, se queman y se olvidan. 


Me interesa más golpear con el martillo de lo corriente, vulgar, sabido, hasta hacer un agujero por el que se vayan todos los slogans vendidos como  ideas,  todas las justificaciones de  la injusticia que naturalizamos. Que se pierdan por allí para siempre todas las mentiras  que ahogan, como el aceite, las garrapatas de la realidad, esas que se nos pegan aunque no queramos y que mientras nos vampirizan, sin quererlo, sin saberlo, nos mantienen alerta, producen esa comezón, ese prurito que nos avisa que aún podemos salvarnos.  Tal vez sea hora de empezar a ser amables con los agujazos de realidad que cada tanto nos despiertan y nos avisan que algo pasa.

Desde ese punto fijo que es mi clase, la trabajadora, la que produce riquezas que quisiera distribuidas entre todos pero que sólo engordan las vacas de unos pocos, es que escribo.

No soy imparcial, Nadie lo es. Quien así lo crea, se miente a sí mismo y por lo tanto le miente a todos.

Y sé que el consejo es escribir poco, lo menos posible, porque “nadie lee”, instala el enemigo de la humanidad para deshumanizarnos.  Pero como ‘del enemigo el consejo’, escribo para el que quiera leer. Y para el que no, también. Tal vez se entere por otro. O no se entere. Pero lo dicho, dicho queda.