“—Mañana vamos a festejar el día
de la primavera, pero no traigan nada para compartir. Nos vamos a arreglar con
lo que hay en la escuela, compartimos el almuerzo y la merienda en el patio y
listo. Las cosas están mal en la casa de todos y no vamos a poner en gasto a
las familias. Así que vengan como todos los días, a trabajar en clase y por la
tarde haremos recreación con los profes.”
Así se despedía a los niños, la directora de la escuela que tengo "abajo", ayer por la tarde.
Como se ve que el karma existe, a mi me persigue el “bandera de la patria celeste y blanca,
símbolo de la unión y de la fuerza con c la que nuestros padres nos dieron independencia
y libertad…”
Jubilada y todo, cada día vuelvo a escucharlo como si estuviera en
el purgatorio.
Y eso que yo vivo en el paraíso tucumano. Arriba de la Escuela 374.
Me
refiero con “arriba”, al “al lado” propio de los cerros. Separados el patio de
la escuela y el de nuestra casa por una
pirca muy antigua que siempre hay que andar reparando, pero la escuela está “más
abajo” sobre la ladera del cerro. Para que se ubiquen los del llano llano, yo camino por un suelo que está a la altura de
los techos escolares. Y como mi ventana
tiene vista panorámica del lugar del mástil con la bandera, suelo presenciar sus
izares a las ocho y cuarto de la mañana y sus despedidas a las cuatro de la
tarde. Nada que hacer: la escuela pública me perseguirá hasta la muerte. (Aquí
la gente se vela en su casa, no hay salas velatorias: ´”que flote con honor y
gloria…” acabará siendo mi canción fúnebre. Y bueno, mientras pueda flotar con honor y gloria...)
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Mi patio, la pirca, la escuela "abajo" con su patio y su mástil, pero todo bajo la nevada ultima. Para que se entienda mejor por qué no me pierdo la "Oración a la bandera" ni queriendo.. |
La escuela N° 374 es muy linda.
Hace un año atrás o dos, casi la
cierran por falta de alumnos, pero ahora tiene cada vez más.
Es que es la secundaria tiene comedor igual que la primaria. Y además es una escuela rural pequeña, donde no
existen las competencias absurdas que el capitalismo impone tempranamente para
convertirnos a todos en consumistas
ansiosos. Nadie se fija en la ropa, en las zapatillas, en la marca de los
útiles. Y cuando la crisis aprieta cada
vez más los hogares argentinos, es todo un detalle que la escuela se base en lo
importante y deje de lado las tonteras que frustran y generan violencia.
Además, se come bien. Y se aprende. Y se juega.
No es un dato menor hoy en día.
La escuela 374 tiene dos nombres. Una marca de la famosa grieta que nos quieren vender como un defecto del ser nacional y
no es más que el modo que tenemos de seguir identificándonos entre nosotros.
Un nombre es el que dicen los carteles de Vialidad Provincial
pomposamente:
“Teniente General Pedro Eugenio Aramburu”.
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La jaula de los gorilas. Aramburu con la banda presidencial después del golpe de Estado de 1955. A su lado Isaac Rojas. |
También aparece en La Gaceta, el diario
tucumano de mayor circulación y vinculado al grupo mediático que gobierna
nuestro país hoy. Y en algún portal más como orientapadres.
El otro aparece en el google maps, en conectandoescuela, infoescuelas
y la página de ATEP, el sindicato de maestros
de la provincia, y en el corazón de la gente:
“General Juan José Valle”.
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El General Valle, fusilado por levantarse contra el gobierno de facto de Aramburu en junio de 1956. |
Curioso: el fusilado reemplaza al fusilador en el corazón de la gente cuando
por Resolución de agosto de 2015 el Ministerio de Educación solicita el cambio
de nombre al Ejecutivo tucumano y
propone el de “Dr. Ernesto Sábato”.
Así las cosas nadie arriesga cómo llamarla. Según quién dirija el
acto o escriba las notas, es el nombre que aparece. Y por eso es más fácil
decir “la escuela de El Potrerillo”.
De todas formas, aunque no puedo ser imparcial ni quiero, me parece que el General Valle va ganando dos a cero porque algún
vecino ofuscado tachó con aerosol blanco el cartel de vialidad donde figuraba
el nombre del fusilador Aramburu. Y el pobre viejo Sábato no parece haber prosperado
demasiado ni en vida ni en la eternidad de los nombres.
Esta es una barriada pobre. Nada de esos barrios residenciales que pueblan los valles sólo en la imaginación de los turistas por obra y gracia de los vendedores de viajes. No. Esos están acotados a una
zona pequeña y bastante alejada de ésta.
En esta barriada, la escuela 374 pelea a brazo
partido su lugar en la historia nacional de este lado de la grieta.
Acá hay problemas con el agua, escasa y no siempre potable. Se supone que recogen la basura, pero no se sabe cuando y hace poco
convirtieron los territorios del Ejército en Parque Nacional con carácter de
reserva. Lo que significa que todos nosotros, desde el cóndor y el aliso, hasta
las ovejas y los vecinos, pasamos a ser algo así como una atracción turística. Y
eso genera desconcierto.
¿Qué pasará con los animales que hoy pastan en el
territorio de la futura reserva?
¿Habrá más trabajo?
¿Nos echarán de las tierras?
Chi lo sa...
Por ahora, pasó agosto y el invierno y llega la primavera. Y en medio de la crisis, al menos hay escuela. Que establece
rutinas, horarios, tareas, vínculos, motivos, que tiene comedor y merienda y además tiene dos nombres a falta de uno. Casi tres.
“—…juremos
defenderla hasta morir antes que verla humillada…” —rezan los
niños cada día. Digamos que eso pega más con el General Valle que con su
asesino.— “Que a su sombra la nación
argentina acreciente su grandeza por siglos y siglos y sea para todos los
hombres, mensajera de la libertad, signo de civilización y garantía de
justicia.”
Eso.
Y que vuelvan los días de la primavera con picnics y fiesta, con
empanadas y pastafrolas y tortillas hechas en casa. Que flote con honor y
gloria sobre las panzas llenas, los pies calzados, las casas calientes en
invierno, el agua insípida, inodora e incolora que la seño de tercer grado se
empeña en decir que existe.