miércoles, 18 de marzo de 2020

IF


Cuando era adolescente, se vendían unos tarjetones con fotos y frases o poemas para pegar en la pared o usar como separadores de carpeta. Me quedó grabado el IF de Rudyard Kipling que algunos se sabían de memoria.  Siempre me pareció raro...



Si tu padre no se hubiera obsesionado con la invasión extraterrestre, no seríamos pobres, dice mi madre.

Si llegás en el primer turno de comedor y esperás que abran la puerta, a lo mejor te sirven dos platos, dice mi amigo Quito.

Si comés bien y te lavás las manos, no te enfermás, dice la maestra.

Si no te callás la boca y no te terminás la comida rápido, te saco del comedor, dice la portera que es una yegua y me odia.

Si venís todos los días a la escuela, los viernes comés postre. Si no, no, dice la directora.

Si me ayudás a levantar las mesas, te doy lo que sobra dice la cocinera gorda.

Si no te dejás de andar husmeando alrededor, voy a pensar que vos sos el que roba, dice la ayudante de la cocinera que es flaca y amargada porque la dejó el marido el mes pasado.

Si querés hacer las cosas bien, tenés que esperar un fin de semana largo, como el de la navidad, que hay muchos cuetes y están todos en pedo, dice Anibal,  el “Chancho”,  que ya robó siete veces el depósito de comida de la escuela y nunca lo pudieron pescar con las manos en la masa. O mejor dicho en las latas,  que es lo que se lleva.

Si vas los miércoles a la escuela en lugar de ir a revolver la basura, te dan unas cosas cuadraditas, con tomates, que tienen un relleno verde que parece pasto, pero más rico, dice mi hermanita más chica que va todos los días, haya la comida que haya.

Si vas a ir a clase solamente cuando hay milanesas, vas a ser un burro, dice mi abuelo y me pega un sopapo detrás de la oreja.

Si la comida es cuadrada, no es de humanos, es de extraterrestres y les prohíbo que se la coman, dice mi papá amenazante, pero nadie le hace caso. Salvo yo, pero es porque ni loco como cosas cuadradas con pasto adentro, por más que le pongan salsa de tomate. No. Voy los viernes que hay milanesas, aunque me dejen sin postre. Y los lunes que hay guiso de lentejas. No me gusta mucho, pero los lunes estoy cagado de hambre.

Si este no se pone a trabajar aunque sea con un extraterrestre, yo agarro todas mis cosas y me voy,  dice mi madre que está harta de fregar casas ajenas para que mi papá se gaste toda la plata inventando aparatos de detectar extraterrestres en el barrio.

Si yo puedo probar que son extraterrestres los que se andan comiendo todo bicho que camina, me lo van a tener que agradecer y así vamos a tener otra vez la casa, me van a dar trabajo y vamos a tener para comer todos los días, dice mi padre con mucha paciencia cuando mi madre se enoja y amenaza con irse. (Se confunde porque acá la gente siempre tiene hambre y se come todo lo que encuentra como los extraterrestres).

Si no te dejas de joder con esos aparatos y cuidás un poco de tu familia, te denuncio al servicio social, dice Doña Marta, la vecina de enfrente, para mostrar que tiene relaciones con la gente del gobierno y de la policía.

Si podés, ya que estás, me conseguís un subsidio, le responde desde el patio mi hermana mayor a la vecina, a ver si podemos cambiar las chapas del techo, que están todas podridas. Eso no estaría mal, así cuando llueve no tenemos que dormir sentados arriba de la mesa con la ropa puesta. Mi hermana tiene dos nenes que van al Jardín de Infantes y comen como extraterrestres. Pero mi papá no los jode porque son sus nietos.

Si uno empieza el año comiendo bien, no le falta comida hasta que se termina, dice mi abuela mientras revuelve el mate cocido sobre el fueguito.

Si vos no te levantaras tan temprano, a mi me dejarían dormir un poco más, dice mi hermana menor, que está enfurruñada y con sueño.

Hoy es 31 de diciembre y quiero ir a la escuela bien temprano. No hay clases, pero hay comedor. Y si ayudo a la cocinera, me da todas las sobras, que hoy van a ser muchas y muy ricas. Así esta noche tenemos bastante para comer a la hora en que arranca el año nuevo.



Y los extraterrestres, que se jodan.

Que se coman las ratas, los gatos, los perros, y si es posible a mi papá con todos sus aparatos de mierda, así somos menos en la casilla y hay más lugar para dormir de noche. 



(Pertenece al libro "Ocho cuentos derrotados",  fue escrito en diciembre de 2001)



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