domingo, 10 de mayo de 2009

El berretín de ya no ser

Un morocho argentino que no nos quiere, se viste de dorado y se peina como Malinche

He visto en varios blogs amigos, los comentarios que despertara el videito mejicaneado por Gonzalez Oro, su mensaje a los argentinos, un video pedorro y auto denigratorio, llorón y lleno de falacias, que un mexicano con nombre inglés hiciera denigrando a sus paisanos (siempre y cuando sea mejicano de verdad) y que él copiara integramente para publicarlo como propio.

Se lo copió igualito,  le cambió las fotos, los nombres y algunas referencias. Se puede ver un trabajo de comparacón en:

 http://www.youtube.com/watch?v=7U3hieIp0po

Oro se comió algunas críticas de su par mejicano contra la corrupción reinante en "las instituciones" y las cambió por otras que dejan claramente la marca de Malinche: el Negro va contra lo suyos. Resulta que nada peor que comprar ropa en La Salada, las ferias del conurbano o engancharse del cable-tv. 

Todas cosas que sólo pueden hacer lo pobres, ni más ni menos.

Como comprobé que no era la única que se enteró un mes después de la desvergüenza de este morocho argentino, y como en los blogs hallé más que merecidos insultos y justísimas risotadas acerca del video de marras, me permito llamar la atención sobre algunos aspectos que no pierden vigencia en el discurso antiargentino de tipos como éste. 

Y además porque viene al caso una vivencia de este bonito conurbano noroeste que compartimos.

Diría sin temor de errar que, hasta hace algunos meses,  el setenta por ciento de las familias que conviven en las treinta cuadras a la redonda de mi hogar, estaban enganchadas al cable. Eso para no errarle, pues es probable que fuera mayor el porcentaje.

Y eso quedó claro, pues cuando se decidieron a cortar los enganches y codificar, no anduvieron las camionetas y sus operarios desenganchando individualmente. Tuvieron que hacer un corte general de varias manzanas. Barriadas y localidades enteras de la zona quedaron sin ver televisión por varios días.

Una semana después, confirmada la versión extraoficial del "no va más enganche", empezaron a florecer las viejas antenitas de lata, con lo que la mayoría tiene acceso a los pocos canales de aire que nos han dejado. Sólo algunos aristócratas, de la zona más bien norte, han colocado sus radares y cajas codificadas, entregándose al dudoso lujo de pagar  abonos escandalosos para ver montones de idioteces repetidas, legalmente, por cable.

Y a esos montones de idioteces, tienen que sumar -pero no restar del abono que pagan- las tandas publicitarias. 

Mientras, los pobres “de aire”, por la módica suma que nos costó la antenita de alambres ($54 en un solo pago y por única vez), podemos disfrutar de seis  a ocho canales (según la zona) y de la misma cantidad de tandas publicitarias.

Y con el beneficio extra de no ver TN ni Crónica, que ya es bastante.

Es decir, que no es sólo una cuestión económica. También redunda en beneficios ideológicos no tener cable.

Ahora bien: el Negro Oro no sólo no registra esa “peligrosa"  independencia en que la gente cae cuando se le corta el cable, sino que tampoco registra que los cable-operadores están violando la buena fe comercial cuanto menos, y no sé si alguna normativa también, cuanto más.

¿O no se acuerdan ustedes que cuando nos metieron el cable a bajísimo precio mensual, nos cobraban para no ver propaganda?

Yo sí me acuerdo de eso. Para algo sirve ser viejo: para recordar el origen de las cosas.

Se suponía que pagábamos por mes para no tener que soportar la publicidad que los canales de aire se veían obligados a enchufarnos para sostener la operatoria financiera del canal.

Cuando se prohibieron los aumentos de servicios, el cuento fue que no alcanzaba el abono y se veían obligados a entrar en el sistema de pautas publicitarias.

Luego les autorizaron los incrementos, que aplicaron prolijamente, y las tandas también se incrementaron. Hasta los canales extranjeros tienen pautas publicitarias argentinas o latinas.

Y de eso, de la estafa de cobrar por dos ventanillas para dar un solo servicio,  el Negrito de Oro, nada, ni una palabra. De la estafa de unos pocos a miles, cobrando abonos y encajándote pañales mágicos, shampoo que te hace tener el control sobre tu vida, toallitas afrodisíacas y medicamentos de venta libre para intoxicarse baratamente y sin restricciones, de eso, no dice nada. De los verdaderos delitos, nada.

Los que  estropean la idiosincracia de este pueblo para el negro dorado son los que les roban al ladrón. Cómo cambian los evangelios en el capitalismo...

La otra zoncera mayúscula, es la de la ropa “trucha”. Así la llama el muy salame negro, es decir el muy morcilla.

¿Qué quiere decir ropa trucha?

¿Cómo se fabrica un pantalón trucho, es decir,  falso, de mentira, virtual?

Un pantalón es un pantalón, tiene dos tubos para poner las piernas, bolsillos para las monedas y el celular, algunos grandes y otros apretados, ridículos, con pinzas, ceñidos, fiesteros, elegantes, de onda, pasados, lo que sea, pero.. ¿Truchos? 

Es imposible tener un pantalón trucho, a menos que se disuelva con la lluvia, se  convierta en nada por el roce con el aire o el sol lo derrita, un pantalón es un pantalón y  siempre lo será mientras no te deje con el traste al aire.

 Entonces, ¿qué delito constituye  comprar un pantalón en La Salada? ¿Delito fiscal?

Caramba, siempre empezamos a raspar por el mismo lado de la taza, y así un día se agujerea y se rompe…

Es imposible que cometan delitos fiscales los que pagan impuestos indirectos en todo lo que consumen menos aire. Puede ser que lo cometan quiénes los venden, pero quienes los compran, ¿qué?

¿Delito de plagio de marcas reconocidas?¿Y quién metió esas marcas en la cabeza de la gente? ¿Con qué objeto? ¿Cuál fue la motivación ideológica y  cuales las artimañas despreciables con las que se pretendió decidir a través de una marca quién “pertenece” y quién no al mundo al que vale la pena "pertenecer"?

Como con el cable, devolución de favores, es decir cien años de perdón según las mejores tradiciones judeo-cristianas. 

Yo recuerdo cuando iba a la primaria. Reciencito habían salido las Adidas de cuero. Más feas eran… sin embargo todos, toditos, todos, delirábamos por ellas. Fue el primer avance sobre los adolescentes, los adultos los habían sufrido antes con los trajes y vestidos, pero adolescentes y niños comenzaron a ser víctimas en los sesenta/setenta de la locura de la marca identificatoria. La discriminación que generaba tener o no tener ropa de marca, nadie la puede negar. Ni los que la tenían ni los que la deseaban. No podemos ser tan hipócritas como generación. Y no era sólo la clase media estúpida a la que pertenecía, todas las clases tenían la fiebre de la marca. Que costaba carísima, por supuesto, porque ahí estaba el chiste. Las zapatillas eran todas iguales, salvo que si tenían tres tiras en lugar de cuatro o dos, valían el triple y te dignificaban… 

Siguió así con los vaqueros que comenzaron a llamarse “jeans” y las remeras y las camperas, hasta las ojotas de goma, las mallas, los anteojos de sol, todo pasó por la fiebre de las marcas.

Y como era de esperar, a toda acción corresponde una reacción. 

Primero fueron las propias marcas las que autorizaron a sus fabricantes a vender de segunda. Luego precarizaron el trabajo textil,  distribuyéndolo en pequeños talleres familiares en los que se evadían toda clase de aportes e impuestos. 

Y más tarde, la recontracrisis hizo lo suyo: sálvese quien pueda, quien tenía moldes y logos, se ponía a vender por las suyas y más barato. 

Se escapó de las manos, como suele suceder.

Cada sistema económico nace con el germen de su destrucción. ¿quién era el que decía eso? Me olvidé... 

Pues el Negro Oro, con la profundidad que lo caracteriza, acusa a los morochos y los rubios pobres por andar comprando lo que el sistema vende, pero más barato.

¿Desde cuándo seguir las reglas del mercado es ser trucho? ¿desde cuando es delito buscar precio? ¿O el Negro Oro se volvió socialista y no avisó?

 En fin, éstas son las que me quedaron grabadas en la sesera, pero cada una de las paparruchadas que dice en su video pueden refutarse, salvo dos que sí entiendo son una marca de decadencia social y de las que debiéramos hacernos cargo y auto criticarnos: una es no ser solidarios en los transportes con los más desvalidos y la otra es tirar papeles y toda clase de porquerías a las veredas, escupir en la vía pública, permitir que nuestros bichos caguen por cualquier parte y dejar allí los teresos de regalo al resto del mundo.

Eso sí es feo y debiéramos cada mañana en el espejo, recordarnoslo para no hacerlo. Y si no hay cestos, reclamarlos. Y si no hay suficiente transporte, reclamarlo.

Claro que esas fealdades que cometemos no nos ponen a la altura de los genocidas, los vendepatrias e inoperantes que nombra en su video. Para nada! Un papel que se te cae, se puede levantar. Un ferrocarril que se vende, se cierra, no es tan fácil levantarlo.

No nos compares con cualquiera, Negro, por más amigos tuyos que sean. 

Sinceramente, hablás como un argentino que no se siente tal y necesita decirlo proyectando su desapego en los demás. Negro Malinche…carajo!!

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario