lunes, 15 de octubre de 2018

PAQUETIDAD, PATETIQUEZ




No voy a decir nada original:

LA ESTUPIDEZ ES INFINITA.

LA SORETIDAD ES INFINITA.

Y NO SE EXCLUYEN MUTUAMENTE.

 Agrego: ADEMÁS SE CONCENTRAN.

En nuestro país, como el dinero, las tierras, la corrupción, se concentra en la clase alta. Y por reflejo necesario, en la clase media alta que siempre aspira a ser “como los de arriba”, aunque eso implique ser tan hijuepú y tan estúpido como “los de arriba”.


SINDICATO DE TROLLS ¡YA!


Vivimos en épocas de hiperinformación y poca reflexión, poco diálogo y menos consenso. Imposible crearlos desde el lugar en el que todos hablamos y nadie escucha.

La hiperinformación  naturaliza la injusticia, la vuelve obvia, la banaliza y no da lugar ni a la especulación compartida ni a la toma de posiciones del individuo solitario como un principio para pararse con otros respecto de un tema. Relativizarlo todo, como si la opinión de un miembro de la familia Macri Blanco Villegas fuera del mismo peso y tuviera los mismos objetivos  que la de cualquier trabajador del conurbano, impide registrar un punto fijo para referenciarse a favor o en contra de esa opinión o cualquier otra. 


A ese punto fijo supo llamársele ´’clase’ y aunque hoy se empeñen en mostrarlo como obsoleto, inútil, innecesario,  ese punto fijo existe en la cotidianidad, en la calle, en la casa, fuera de las redes sociales y de la “fiesta de disfraces” de internet. Cuando cada quien deja de ser el que se inventó ser para ir a pagar las facturas de la realidad.

Ese punto fijo es como los mojones de las fronteras, esos que alguien  corre de noche mientras los vigilantes duermen.  Hay que dormir menos. O hacer guardias para descubrir al que intenta situarnos en un país que no es el nuestro.

Ese que nos corre los límites y relativiza todo,  maneja con absoluta prolijidadno hay relatividades en sus territorios  y persistencia, el relato a instalar a través de redes sociales y medios de (in)comunicación masivos.

Crea ejércitos de trabajadores “free lance” que no deben sentirse jamás trabajadores si desean trabajar para su siniestra empresa fantasma. El trabajo de sus no trabajadores es  destruir la famosa “cultura del trabajo” y además denunciar tal cosa como responsabilidad exclusiva de quienes intentan seguir laburando cada día como forma de subsistencia y no lo consiguen porque el sistema resolvió que ya no quiere producir nada más.

 Ejércitos de trabajadores que no se autoperciben como tales, son usados como simples mangueras: desde su propio inconciente taladrado mana el fluido de un discurso escrito por otros, de una simpleza tal que parece de aceite, y así, como aceite, se desparrama por todo el ciberespacio para ahogar cualquier voluntad de resistirse a dejar de ser humano. Es como aceite: ensucia todo lo que toca, y se instala como “saber cultural” ahogando las “garrapatas” de la decencia.


Crear el Sindicato de Trolls sería una medida como para empezar a mover las garrapatas…


No me interesa ser original.

Sobre todo porque nadie puede serlo. Todo está dicho y escrito. Sólo que algunas cosas se publican, ventilan y repiten y otras se esconden, se queman y se olvidan. 


Me interesa más golpear con el martillo de lo corriente, vulgar, sabido, hasta hacer un agujero por el que se vayan todos los slogans vendidos como  ideas,  todas las justificaciones de  la injusticia que naturalizamos. Que se pierdan por allí para siempre todas las mentiras  que ahogan, como el aceite, las garrapatas de la realidad, esas que se nos pegan aunque no queramos y que mientras nos vampirizan, sin quererlo, sin saberlo, nos mantienen alerta, producen esa comezón, ese prurito que nos avisa que aún podemos salvarnos.  Tal vez sea hora de empezar a ser amables con los agujazos de realidad que cada tanto nos despiertan y nos avisan que algo pasa.

Desde ese punto fijo que es mi clase, la trabajadora, la que produce riquezas que quisiera distribuidas entre todos pero que sólo engordan las vacas de unos pocos, es que escribo.

No soy imparcial, Nadie lo es. Quien así lo crea, se miente a sí mismo y por lo tanto le miente a todos.

Y sé que el consejo es escribir poco, lo menos posible, porque “nadie lee”, instala el enemigo de la humanidad para deshumanizarnos.  Pero como ‘del enemigo el consejo’, escribo para el que quiera leer. Y para el que no, también. Tal vez se entere por otro. O no se entere. Pero lo dicho, dicho queda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario