martes, 16 de octubre de 2018

PAQUETIDAD, PATETIQUEZ (II)


No voy a decir nada original:

LA ESTUPIDEZ ES INFINITA.
LA SORETIDAD ES INFINITA.
Y NO SE EXCLUYEN MUTUAMENTE.
Y agrego:  ADEMÁS SE CONCENTRAN.
En nuestro país, como el dinero, las tierras, la corrupción, se concentra en la clase alta. Y por reflejo necesario, en la clase media alta que siempre aspira a ser “como los de arriba”, aunque eso implique ser tan hijuepú y tan estúpido como “los de arriba”.
 
TRISTE, TOTALITARIO Y BANAL


Escucho en Radio Nacional una hermosa muestra de estupidez y soretidad  que es además triste, totalitaria y banal.


La Diputada Carla Pitiot del Frente Renovador ha presentado un proyecto de ley que resulta esencial para la vida de los argentinos: Declarar el 13 de noviembre de cada año, día de Lucha contra el Grooming.


Aclaremos: grooming  significa “acicalando” y se define como “una serie de conductas y acciones deliberadamente emprendidas por un adulto, a través de Internet ​ con el objetivo de ganarse la amistad de un menor de edad, creando una conexión emocional  con el fin de disminuir las preocupaciones del menor y poder abusar sexualmente de él. En algunos casos, se puede buscar la introducción del menor al mundo de la prostitución infantil o la producción de material pornográfico.”


Aclaremos más: la Ley que penaliza el grooming ya existe desde el 13 de noviembre del 2013. Es decir: el Estado ya se ocupó de tomar medidas legales de protección frente a lo que define como delito, estableciendo un castigo para quién lo cometa. Es lo que hacen los Estados para resolver estas cuestiones criminales.

Por lo tanto, hacer una ley para declarar el Día de la Lucha contra el Grooming es algo así como declarar el día de lucha contra el homicidio o el hurto o el robo.  Ese día siguiendo los objetivos propuestos por la diputada para el día contra el grooming  se tomaría para explicarle a la gente por los medios  y a los escolares en sus aulas,  que hay que atar la bicicleta para que no te la hurten, no llevar la mochila abierta por la calle ni ponerte delante de un señor con una pistola cargada o un cuchillo de carnicero. 


Esta señora cobra por mes el equivalente a quince salarios mínimos o cien Asignaciones Universales por Hijo. Además tiene fueros para evitar que se la persiga injustamente. Todo innecesario: para presentar proyectos de ley que cualquier concejal de barrio puede presentar en nombre de una comisión de fomento u ONG, es demasiada plata y demasiada protección.

Eso no es todo: mostrando su desconexión con la realidad expresa, muy preocupada, que “lo peor que le podés hacer a tu hijo adolescente, una crueldad total que no avalo, es impedirle jugar en la Play Station o comunicarse con sus amigos por celular”.



 Probablemente sea cierto que a un adolescente eso le pone los pelos de punta, siempre y cuando el adolescente tenga a mano una Play, un celular de lata gama y no tenga que usar su tiempo  para trabajar en los campos del Senador entrerriano que se enoja porque los niños van demasiado a la escuela, o salir a cartonear, o se encuentre criando hermanitos y visitando padres presos o cosiendo en talleres clandestinos, limpiando mugre ajena con cama adentro o afuera, prostituyéndose o vendiendo cualquier cosa por la calle para poder comer. O directamente pidiendo comida o robándola.

No debo estar muy errada en mis dudas, porque un rato después aclara la muy Honorable Diputada Porteña que “el setenta por ciento de la población no sabe lo que es el grooming”. Probablemente, el 70% sí sabe muchas cosas que ella ni registra en el frasquito en el que vive. Montones de saberes que hacen a la supervivencia como sembrar porotos o cuidar ovejas o hilar y tejer o pescar y seleccionar cartones, vender lapiceras chinas disfrazadas de regionales. Y cuidarse de los adultos que se hacen los románticos  para abusarse de ellos con cuentos fantásticos.  De eso  saben los adolescentes sin play y sin celular. Si tuvieran esos bienes, aprenderían rápidamente que ahí también pasan esas cosas. No es tan complicado.


Convertir una charla escolar en ley como si nada más importante hubiera para hacer, es de una tremenda banalidad.

Además es de una soretidad usar  sus fueros y los medios de comunicación para convencernos que la realidad es mentira y que  los adolescentes pueden vivir despreocupados como si tuvieran asegurado el puesto de trabajo ni bien se conviertan en adultos, educarse durante doce años les garantizara algo después y  la salud estuviera  totalmente cubierta por el Estado.

El totalitarismo en su forma comunicativa, es decir, convertir en una preocupación de toda la sociedad lo que preocupa a un grupo en el poder, minimizando los verdaderos problemas de las mayorías, ha caído en la misma banalidad que todo lo demás. Esos sí: siempre al servicio de los que han resuelto mantenerse en las azoteas del poder real como sea.

La banalización de la política no es gratuita y no es eventual. 
 Está meticulosamente planificada como un guión bien estructurado y dirigido. Ocupa el lugar del cine, del teatro, de la literatura, de la crónica y paga muy bien a sus actores banales y banalizadores. Lo que explica la vigencia de Carrió como comedianta.    

Ya dije que no iba a decir nada original. Ya sé que todos saben que los medios y las redes sociales parecen de otro país que no es el real. Pero mientras la obviedad que nos despedaza no se resuelva en originalidades que nos sorprendan por permitirnos crecer y vivir dignamente a las mayorías, hay que seguir repitiéndolo.

Si en algo somos funcionales a los que nos oprimen es cuando decimos “eso ya se sabe”, “eso pasó siempre”, “eso cualquiera lo ve” para desalentar la denuncia, la reflexión, la construcción de subjetividad. 

No descarto el acoso como problema real a considerar, pero si una niña o niño no pasa hambre, frío, desamparo, es mucho más difícil que caiga en redes de prostitución; si la escuela se ocupa, es suficiente para hacer prevención; no hace falta pagarle a una diputada el equivalente a cien AUH para que se dedique al calendario escolar. Los docentes lo hacen sin cobrar nada extra.

Y por último, no me pidan que vote a nadie de esa fuerza política.

Concentran demasiada estupidez y soretidad para mi gusto en sus candidatos. 

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