
martes, 21 de diciembre de 2010
Concurso para blogs de reseñas literarias
Para participar en él, todas las personas físicas poseedores de un blog y/o escritores habituales de él deberán inscribirse, antes del sábado 25 de diciembre de 2010, siguiendo los pasos indicados en las bases completas del concurso.
La elección de los ganadores se llevará a cabo mediante dos jurados. Dos de los premiados serán elegidos por un jurado cerrado compuesto por los miembros del equipo de Librosyliteratura.es, escritores, editores y creadores de blogs literarios. Los otros dos ganadores serán escogidos por el público en general, entre los que se sortearán tres lotes de 20 libros cada uno. El período de votación será del lunes 27 de diciembre de 2010 al miércoles 5 de enero de 2011.
También, el blog que haga difusión y consiga más clics en el banner oficial del concurso colocado en su página, será ganador de otro lote de libros. Entre los blogs difusores que no ganen, se sorteará otro lote. La resolución de los premios se hará pública el viernes 7 de enero de 2011, así como los nombres de los ganadores de los sorteos. Para más información sobre el concurso y sus premios, lee las bases completas aquí: http://www.librosyliteratura.es/concurso-libros-2010.html.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
domingo, 5 de diciembre de 2010
UN VIAJE DE IDA
La vida es un viaje de ida. El problema es llegar a la estación que uno quiere y no tener que bajarse antes.
Hace pocos días, algunas noticias periodísticas daban cuenta del fallecimiento de un niño por un tumor que podría haberse generado en su trabajo en los galpones de pollos.
La reacción es inmediata: rabia, impotencia, tristeza, vergüenza.
No hace falta demostrar que el trabajo de un niño de siete años en medio de la mierda de los pollos produce cáncer.
El trabajo infantil es un cáncer en sí mismo.
Es ilegal, irracional, insano, innecesario.
No existe manera de justificarlo ni requiere de mayores análisis.
No debe ocurrir.
Pero ocurre. Y hay que caer en la suspicacia de vincularlo –tal vez, quién sabe, es probable- con un tumor para que sea noticia.
Los niños deben caer en pozos profundos y requerir de la presencia de las autoridades y los bomberos para sacarlos de las profundidades, para ser noticia. Mientras merodean basurales junto a hermanos y padres, serán parte del paisaje. Y quien sabe, hasta tal vez sirvan a las campañas electorales de los candidatos de la derecha, que impúdicamente se muestran entre los deshechos que generan, de la mano de quién se ve obligado a vivir entre ellos desde muy temprana edad.
Luego, todos pedimos justicia, que penalicen las empresas o personas que han sido negligentes o que han abusado o violado la ley. Y nos olvidamos hasta la próxima vez. Ni siquiera exigimos a los medios el seguimiento de la noticia, aunque solo sea para enterarnos que con el pago de una multa módica y un buen abogado que exija se demuestre la conexión entre cáncer y trabajo infantil, se puede zafar.
No es edificante que la gente se entere que la ley es tan fácil de cumplir, que la vida sigue, como un viaje de ida del que muchos tuvieron que bajarse muchas estaciones antes de lo previsto.
Un niño es noticia porque se hizo una cámara oculta y luego se detectó un tumor cerebral y luego se produjo la muerte; parece un hecho aislado, no hay de qué preocuparse.
Sin embargo, el pasado cercano puede darnos algunas explicaciones. Parece una eternidad desde que los productores de soja cortaban rutas y peleaban contra el gobierno por unas cantidades de dinero que nadie entendía muy bien qué representaban en términos de distribución de la riqueza.
Pues bien, ahora lo sabemos. A fines de los noventa y principios de este siglo, con la fiebre sojera, los números que barajaban los sindicatos de maestros eran bastante elocuentes: por cada hectárea de monte de fruta que se levantaba para sembrar soja, se perdían alrededor de ochenta puestos de trabajo. De hecho, recuerdo dos bolsones de pobreza extrema de la Provincia de Buenos Aires: en Río Tala y Gobernador Castro, ambos del Partido de San Pedro, hoy conocidos por la quintita para turistas de Mónica y César, antiguos paraísos de frutales: duraznos, ciruelas, naranjas… Las razones por las que se conocía San Pedro. Luego seguía la ensaimada y la Vuelta de Obligado.
Las poblaciones rurales se fueron llenando de “marginales”. Es decir, desplazados de la soja. Dispuestos a vender su fuerza de trabajo a cambio de casa y comida. La de toda la familia, incluidos los niños.
Al mismo tiempo, la organización de la producción avícola favorecía la esclavitud familiar: en esas espantosas cárceles para pollos, con olor a caca y condiciones de crianza insalubres, es rentable tener una familia que realice todas las tareas. Como además se suele dar la casa y el patrón a veces hasta trae las provisiones – suerte para los polleros que tienen tan buenos patrones y que les hacen los mandados, caray!- , si el padre de familia es algo previsor y comienza a pensar en el futuro inmediato, no es extraño que salga a hacer otras changas por ahí con los hijos mayores, mientras la mujer y los más chicos se encargan de los pollos. Hasta que el patrón se canse de hacer mandados para ellos y les pida la casa o caiga el Sindicato complicando la relación o se mueran demasiados pollos de alguna peste y la cosa se caiga, o el precio haga poco rentable la cría de aves. El patrón, ese año probablemente no cambiará la camioneta. Los polleros deberán buscar dónde vivir.
Aclaremos: supongo que no ocurre en todos los establecimientos agrícolas. No es esto un dicterio contra los productores rurales. Apenas estoy contando cosas que he visto y oído en mis años de maestra rural. ¿Tengo yo la culpa de haber visto sólo las peores muestras? ¡Cuánto me hubiera gustado visitar una granja modelo! Pero nunca pude hacerlo y es así que me quedé con esta parte de la historia, la de los que pierden.
Cuando en el año 2008 se pretendía que si uno era anti K debía apoyar a los sojeros y que si uno era K entonces odiaba el campo, era fácil caer en reduccionismos poco fiables, en los que muchas personas sufrieron agresiones injustas por intentar salir del facilismo.
Aclaremos 2: yo fui a plaza de mayo a apoyar al gobierno aunque nací en el campo y eso me valió desprecios varios de gente que se olvida que en nuestro bendito país los dueños de la tierra gestan golpes, genocidios e inútiles guerras mediáticas sólo para mantener sus privilegios. Pero la cuestión de fondo es otra muy diferente a “125 si” vs. “mi voto no es positivo”.
La gente del campo no es la que arrienda sus tierras a los pool de soja y se sientan en bares desolados y aburridos a esperar que la cosecha vaya bien para cobrar el porcentaje, sin subirse una sola vez al tractor en todo el año.
Hablemos de la verdadera gente del campo.
¿Cuánto modificó su existencia el debate por las retenciones? Yo no lo sé; me faltan datos y relatos para medir el impacto real de una pelea que se dio en algunas rutas mediáticas y el centro porteño. Aún así, aquella falacia campo-anticampo sirvió para descubrir algunas cosas. Que no se estaban discutiendo réditos políticos, electorales o sectoriales de algunos dirigentes, de algunas líneas internas. Ni retenciones más o menos fluctuantes, más o menos altas o bajas. Para muchos ciudadanos fue la oportunidad de enterarse como funciona la economía rural. Para otros, la de identificar quién es quién.
Para muchos de nosotros, se estaba discutiendo de niños que trabajan, van a la escuela una o dos veces por quincena para no levantar la perdiz, que se enferman y mueren. Caras y nombres concretos. Olores a bosta. Médicos siempre demasiado lejos. Escuelas con ritmos de asistencia marcados por las necesidades de los patrones. A las que se llega caminando mucho para comer a veces un poco, y, sobre todo, darse permiso para jugar, para ser niño, para aprender también. Pero sobre todo para jugar. Tarea inalienable de la infancia que deberíamos defender con la vida.
Y para los que se trataba de esto, de recuperar la dignidad del verdadero hombre de campo y su familia, siento que quedamos a mitad de camino en aquella discusión.
Que terminamos siendo condescendientes, porque no nos bancamos más enfrentamientos, porque desconfiamos cuando no podemos debatir tranquilamente y hallar soluciones entre todos, porque todavía tenemos demasiado miedo de tocar hilos que nos devuelvan a un pasado en el que las mayorías pagamos el precio de habernos atrevido. Porque las estructuras vinculadas a la tenencia de la tierra están construidas sobre cuerpos y sangre. Y sin embargo, aún cuando escondamos la cabeza como el avestruz, la realidad nos golpea: niños que mueren, dueños originarios de la tierra reprimidos y asesinados en Formosa por reclamar lo que les pertenece.
Evidentemente, los problemas que no se enfrentan, regresan a cada rato.
Si la vida es un viaje de ida, cada uno debería poder bajarse en la estación a la que desea llegar y no antes.
jueves, 2 de diciembre de 2010
La rubia tarada
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Florecerán mil escuelas...
Chiche Duhalde propone hacer menos caminos y más cárceles
Antes de ingresar al Consejo de la Seguridad bonaerense, la senadora cuestinó la política del gobierno provincial; "Necesitamos que los delincuentes tengan un lugar de contención", dijo
Antes de ingresar al Consejo de Seguridad bonaerense, la senadora Hilda "Chiche" Duhalde (Peronismo Federal) pidió construir más cárceles y menos caminos.
"Si tenemos que dejar de hacer caminos para construir más cárceles, hagamos más cárceles", dijo la dirigente en declaraciones a la prensa.
"Estamos en un momento muy difícil. El Gobierno dijo que el problema es de la Justicia, pero yo creo que es más complejo. Acá necesitamos que quienes delincan tengan un lugar de contención", explicó la senadora.
domingo, 10 de octubre de 2010
PRIMER TRABAJO
Estas cosas sólo pasan en un colectivo atestado, donde el aire suele ser un ausente sin aviso y pueden experimentarse sensaciones extrañas, historias raras, y hasta un cierto amor por las cosas de la vida, como si fueran exactamente como uno quisiera.
El 105, a las ocho de la mañana, es un bote repleto de soñolientos que se mecen de acuerdo al humor del tránsito.
Viene juntando gente desde el conurbano y cruza la General Paz, adentrándose en la Capital por la Avenida San Martín. El que suba después de Juan B. Justo andará unas cuadras sin llegar a la máquina expendedora de boletos; por lo menos, hasta el Hospital Durand. Allí puede ser que avance unos casilleros, pague su pasaje y siga flotando de pie en la cubierta interior, entre las ondulaciones del tránsito, como en un barco de ciudad. A babor, a estribor, agarrarse bien, todos a popa, sostener el cuerpo que la inercia devuelve a proa. Casi un vals por la Avenida Díaz Vélez.
La piba era alta, morocha, de cabello corto, infaltable incrustación metálica en alguna parte –ceja, labio, nariz, da igual, se olvida el lugar exacto después de ver demasiados-. Arrastró su cuerpo por el pasillo: venía desde atrás, desde algún asiento abandonado a causa de su ansiedad por saber. Venía de la Provincia. Cuando llegó cerca del chofer, preguntó una dirección inaudible. El tipo respondió fuerte que aún quedaba muy lejos.
Se paró al lado de una vieja con un bolso demasiado grande para un 105 a la mañana, frente a una rubia no- rubia sentada de espaldas al avance de la nao, de camperita con cuello de piel sintética, que evidentemente había oído la dirección dada por la chica. Tendría unos sesenta años y sin que nadie le preguntara, sonrió y dijo:
-Desde dónde yo me bajo, son como veinte cuadras más…
- Ah…- dijo la joven como si le hubieran dicho lo que le dijeron: una inútil imprecisión. Pero como se veía muy educada, muy huérfana y muy rodeada por señoras mayores, creyó necesario aclarar:
- Es una entrevista de trabajo… Si bajo mal, llego tarde.
- Aaaaah…- vocalizaron las dos viejas a coro, y la rubia –no rubia preguntó:- ¿Primer trabajo?
- Si lo agarro, sí… –dijo la piba, como si conjurara el futuro:- Si lo agarro, me anoto en la Facultad el año que viene…
- Qué bien! –sonrió la rubia sentada y miró a la otra vieja para que dijera algo. Esta, tomada por sorpresa, atinó a preguntarle dónde iba. La muchacha dio una dirección de memoria y la del bolso enorme se sintió obligada a más:
- Vas a tener suerte. Y no vas a llegar tarde, vas a ver… Eso sí: cuando el colectivo tome por Irigoyen, no te bajás, esperás que vaya por Mitre, y bla bla bla …
La chica fruncía el seño como para guardarse todo entre los pliegues de la memoria. La rubia-no rubia aprobaba sonriente y cada tanto largaba un “claro!”, reafirmante como una crema con elastina.
A la altura de Gascón se quedaron calladas las tres. La rubia sonreía para adentro, tal vez porque era la que iba sentada. Tal vez porque pensaba en lo agradable que era volver a ver los pibes recién salidos del secundario buscando un trabajito, ilusionados con sus proyectos.
La otra vieja, en cambio, se puso seria y la mirada se le opacó. Tal vez porque iba parada o porque estuviera pensando cosas como: “tanta ilusión, ¿para qué? ¿Para triunfar como nosotras? Viejas, ajadas, subiendo cada día al colectivo bamboleante, con el deseo reducido a conseguir asiento, a llegar temprano, a volver lo antes posible, a tener más de un feriado al mes, a que no nos maten por veinte pesos, a…” (miró la sonrisa distraída de la rubia-no rubia y se dulcificó) “…y bue, también a jubilarnos y morir de viejas en nuestras camas, que después de todo es algo que está muy bien, cuando se han pasado tantas guerras en una sola vida.” ¿Enumeraba las dictaduras, las desapariciones inexplicadas, las inflaciones asfixiantes, los tsunamis del desempleo, los noventas idiotas y criminales, las culpas, los divorcios, las decepciones, el dosmiluno, ese año de mierda? Y sin embargo, “una ha sobrevivido y hasta tal vez logre morir de vieja.”
-Un triunfo! A otros les fue peor… - dijo en voz alta, e inmediatamente se puso roja y miró para abajo.
- ¿Cómo? –preguntó la chica.
- Nada. Se me escapó un pensamiento en voz alta –dijo sonriente y la rubia no-rubia la apoyó, cabeceando, como si entendiera.
- Ah…- contestó la piba, colgada de un caño para no caer arriba de ninguna de las dos.
Las compuertas del barco volvieron a abrirse y se produjo un flujo de gente que parecía como el de la sangre de aquel bicho enorme.
La chica se agarró fuerte; la vieja de cartera grande se dejó arrastrar, seguramente para estar más cerca de la puerta por donde deben descender los buenos ciudadanos, si ninguna causa especial amerita hacerlo por la que habilita sólo para subir. Hay días en que seguir las reglas reconcilia con la vida.
Cuando ya estaba a punto de abrirse la puerta, no pudo reprimir un maternal consejo innecesario, como lo son todos los maternales consejos:
- Hacele caso a la señora… Chau!
La piba asintió seria y la rubia –no rubia sonrió y la saludó con la mano. Por un momento, habían vuelto a ser una sociedad, un clan donde los mayores cuidaban a los menores, donde las mujeres tenían sus complicidades…
La sístole interna del pasillo la empujó suavemente por el agujero abierto, hacia la vereda. Una diástole imperceptible bombeó gente al revés, apenas unos pasos, y las cosas parecieron equilibrarse otra vez. La compuerta se cerró y el bondi se metió otra vez entre las olas de tránsito con esa fragilidad y alegría de los barcos que se saben transportando sueños en un lugar inadecuado.
viernes, 8 de octubre de 2010
Asomate a la vergüenza, cara de poca ventana…
Alguna vez he sido rica en ventanas con árboles cuya fruta se alcanzaba con sólo estirar la mano, caminos que se perdían en el horizonte, barcos sobre la mar, plazas con niños y perros, cableados geométricos mezclándose con flores y gatos… Hasta recuerdo una ventana-balcón en Las Palmas, que me permitió seguir una huelga de basureros viendo amontonarse en la vereda de enfrente basura, ratas, olores nauseabundos y desesperaciones occidentales y cristianas, sin correr mayores riesgos sanitarios.
Ahora, me veo un poco más pobre de ventana, aunque podría creerse otra cosa si se juzga por las cantidades, siempre tan engañosas: tengo dos ventanas y una puerta-balcón que dan a un patio interior, al fondo del edificio, en la planta baja. Puede parecer mucho o suficiente. Sin embargo, la puerta-balcón no cuenta: es puerta. La de la cocina es translúcida, velada como una turca ismaelita.
Sólo queda la del dormitorio. Desde allí veo un rectángulo muy armonioso -tal vez tenga las proporciones áureas-, de piso de granito. Una caja de un metro y medio de ancho y tres metros y medio de largo, cuyos laterales se pierden en las alturas, dejando ver por una punta más baja, balcones lejanos y un cacho de cielo que es el encargado de transmitir el verdadero estado del tiempo, desde que no se puede confiar demasiado en los informes televisivos. Cuando el viento chifla desde ese extremo que da al mundo de afuera, la ropa baila en el tendedero graciosamente.
Recientemente han pintado de color salmón muy claro ese hueco que ridículamente llaman pulmón del edificio. El piso se llenó de manchas de pintura que ha caído de las paredes de los pisos superiores, agravando la situación del granito, ya de por sí tan indisciplinado en su diseño.
Sobre el piso, hay macetas con plantas y una pileta para lavar ropa bajo la ventana de la cocina, que tiene vidrios translúcidos, como tres claraboyas sucesivas, una sobre otra, parece una maquinita de afeitar de esas modernas de tres hojitas, pero éstas se abren y cierran con una sola palanca ubicada en el vano. Esa ventana deja salir olores de comida y deja entrar la luz de la mañana con fuerza, los gritos de los paraguayos de la obra de enfrente, que se chascarrean en guaraní y nada más. Nada puede verse desde allí, ni aún abriéndola toda, apenas el piso si uno se asoma entre hoja y hoja.
Volvamos a las macetas: una “estrella federal” con pocas hojas, creciendo lentamente cerca de la pileta. Me recuerda el litoral y los montecitos bajos. En ninguna casa de la costa falta una. Aquí tampoco, aunque se sienta desolada frente a tanto fulgor de pintura nueva y tan poco olor a río. Enfrente, la lavanda y el romero, en la misma maceta, exigiendo poco y dando mucho a la armonía general de la casa, a los roperos y a la olla. Hace poco se entrelazaron por algunos días en las ramitas más altas, las que llegan a treinta centímetros del piso, pero luego se separaron. Tal vez la mezcla de aromas no resulte pertinente, vaya uno a saber.
Un poco más lejos, la menta-limón, que se hace la invasora, pobre, sin darse cuenta que los bordes de la maceta cuadrada son todos sus límites. Hasta ahí llega, aunque quisiera llegar más allá, está en su naturaleza. Le puse “el joven Colón”. Le hace falta un cartógrafo portugués que la convenza que el piso de granito no es tan indiferente como parece y los bordes de la tierra no son una esperanza vana.
Al fondo, debajo del tendedero fijo en la pared, dos recuerdos del conurbano, cuasi cadáveres, esperando volver a ejercer su oficio y su poder en alguna nueva mudanza: la parrillita en desuso, tapada con plástico negro, y, sobre ella, la ruda. Ni crece ni decrece, allí está acompañando la espera. Algún día volverán los asados y los conjuros. El reglamento del edificio no permite ninguna de las dos cosas, pero eso no significa la muerte de nadie. Apenas un intervalo.
La pared de enfrente a mi ventana verdadera, la del cuarto, muestra una serie de tocayas ubicadas de a dos, como ojos, que indican la cantidad de pisos del edificio: tres. Sólo se abre el ojo izquierdo más alto. Se abre a la mañana y se cierra a la noche. Tiene un mosquitero roto que resulta tan molesto como una catarata, y una cortina azul detrás, como el iris de un viejo. Tuerto, porque el otro ojo siempre está de párpado caído.
Los demás, permanecen con las persianas bajas siempre, de día y de noche, no me miran, tal vez ni saben que yo los miro a ellos esperando el milagro de la comunicación visual.
Si uno logra quedarse hasta las once de la mañana en casa, por algún raro motivo, por la ventana ingresan acordes de piano durante una hora y media aproximadamente. No es cada día, sino algunos; no es siempre la misma lección ni la misma práctica, es variada. Alguien toca por placer. Tal vez detrás de las ventanas cerradas del segundo piso. Por alguna razón inexplicable, se me ocurre que en el primero nadie puede tocar el piano. De allí llegan llantos de bebés, reclamos de niños, alguna pelea matrimonial, muy de tanto en tanto.
Una noche de sábado, hubo en el primer piso, justo arriba, un ojo encendido casi tres horas, lleno de gritos de “truco” y “vale cuatro”, voces masculinas, jóvenes y algo alteradas por el alcohol, que subían y bajaban repentinamente, arrancando a los demás pisos de sus sueños. Eso es lo más apasionado que he vivido en el pulmón interior del edificio, abriendo la ventana. Dos semanas después, se mudaron, llevándose la jaula con el jilguero que me llenaba de cascaritas y semillas el hueco junto a la puerta. No lo ví mucho, pero lo oía cantar y fue la ausencia de canto el indicio de la mudanza.
En fin, no es demasiada ventana para quien gusta de mirar. Como decía la Juana de María Elena Walsh: “Sé que ustedes pensarán/ qué pretenciosa es la Juana, /cuando tiene techo y pan/ también quiere la Ventana./ Soy como soy,/ miro un poquito y después me voy…”
martes, 3 de agosto de 2010

¿Quién no ha sentido alguna vez el mordisco de la desilusión más intensa mordiéndole la carne, y en una actitud infantil cree poder ir contra su propia naturaleza, convirtiéndose en aquello que no es ni será, como una venganza contra la decepción?¿Quién puede creer que alguien que se ha dado sin medir a los demás puede verdaderamente andar narcotizado por un mundo helado con su verdad muerta a cuestas? ¿Quién iba a creer a Eladia que se convertiría en un robot latiendo al compás del reloj? Sin embargo, ¿hay un tango más tangueramente tango que éste que remite a los dolores más recónditos del alma, aquellos que se producen cuando con la ilusión solo se puede hacer un lindo paquetito? Sin querer entrar en polémica con los tangueros, pareciera ser que el tango pega tan adentro de los más profundos sentimientos humanos, porque tiene algo de infantil, algo de omnipotencia y de verdad revelada y de ilusiones perdidas, lo que llaman los psicólogos el arte de crecer y aprender a conocerse. Hay mucho de reclamo infantil en "Sin piel", mucho de "no quiero ser indiferente, no me obliguen", O no? Es un grito desgarrado que a veces nos suena en la cabeza como todas aquellas canciones que calan hondo porque tienen que ver con la vida o con momentos de la vida, que "también es milagro, también aventura!" Sin piel |
Tango |
Música: Eladia Blázquez |
Letra: Eladia Blázquez |
¡Ya sé! Llegó la hora de archivar el corazón... De hacer con la ilusión, que no me va a servir un lindo paquetito con una cinta azul, guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir... Es hora de matar los sueños, es hora de inventar coraje para iniciar un largo viaje por un gris paisaje... ¡sin amor! Voy a aprender a llorar sin sufrir, sin detenerme a mirar una flor, a encallecer lentamente ¡igual que la gente sin alma y sin voz! Voy a entender que se puede morir, y latir... al compás del reloj; como una máquina fiel igual que un robot... ¡sin piel! Después de haber sentido hasta el dolor.. a los demás, de darme sin medir, de amar sin calcular, llegó la indiferencia metiéndose en mi piel pacientemente cruel, ¡matando mi verdad! Saber que no me importa nada... de alguna vibración pasada; y caminar narcotizado por un mundo helado... ¡sin amor! Eladia Blázquez (24 de febrero de 1931 - 31 de agosto de 2005, Avellaneda, Argentina) fue una cantante y compositora argentina deTango, hija de una humilde familia de inmigrantes españoles, Eladia grabó su primer disco de tango en 1970, irrumpiendo en el machismo tanguero cuando este género se encontraba en plena crisis. Además de cantante, compositora, y autora se consagró como pianista y guitarrista. Escribió dos libros: Mi ciudad y mi gente y Buenos Aires cotidiana, también varias letras para folcroristas. Fue nombrada Hija dilecta de la ciudad de Avellaneda en 1988 y Ciudadana Ilustre de Buenos Aires en 1992. La apodaban la "Discépolo con falda", debido a su gran talento para escribir. Sin embargo, durante su carrera y aún en la actualidad sigue siendo muy criticada por los "puristas" tangueros, quienes la acusan de ser irregular respecto a la calidad de sus piezas musicales. Compuso temas de variados estilos, que contaron siempre con intérpretes de primer nivel. Primero fue la canción española, luego la melódica y sudamericana; más tarde, el folklore y finalmente la atraparon el tango y la balada. Entre sus canciones más populares encontramos: El corazón al sur, Sueño de barrilete, Mi ciudad y mi gente, Honrar la vida, Que vengan los bomberos, Bien nosotros, A un semejante, Con las alas del alma, Si Buenos Aires no fuera así, Somos como somos, Sin piel,Prohibido prohibir, Si somos gente y Convencernos. Murió en la ciudad de Buenos Aires, a los 74 años, debido a un cáncer terminal que padecía desde varios años antes. [editar] |
miércoles, 7 de julio de 2010
El rescate de la Constitución del 49: tarea de la hora





martes, 6 de julio de 2010
Dicen que dijo lo que no dijo
Exclusivo: versión taquigráfica de las palabras de Sadous derrumban todas las operaciones mediáticas |
01-07-2010 / ![]() ![]() |
Operaciones cruzadas, campañas de prensa, espionaje comercial, supuestos negocios turbios entre dos países latinoamericanos, un grupo de diputados argentinos que se juramentan silencio, un ex embajador –Eduardo Sadous– con ansias de protagonizar una novela de Graham Greene, cables internacionales secretos entre embajadas, ironías entre legisladores, chicanas, 90 millones de dólares perdidos y encontrados y minucias sobre cómo funciona el comercio internacional, forman parte de este globo de ensayo mediático que necesitaría de un nuevo Osvaldo Soriano para relatar con pericia las delicias de este caso que bien podría llamarse “Nuestro hombre en Caracas”. Tiempo Argentino pudo acceder en exclusiva a la versión taquigráfica de la exposición que el 23 de junio realizó Sadous ante la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara de Diputados, una muestra del despropósito mediático y al mismo tiempo una excelente oportunidad para fisgonear en la realpolitik internacional. Según consta en el documento que los diputados no quieren dar a conocer, Sadous se asemeja al célebre personaje de Greene –Jim Wormold– que había logrado tener en vilo a la diplomacia británica haciéndole creer que tenía los mapas de una planta nuclear en la Cuba del dictador Fulgencio Batista. A la postre, esos planos no eran otra cosa que el dibujo de un aspiradora. Algo similar ocurrió con las declaraciones del ex embajador en Venezuela. Mientras Clarín el 24 de junio había titulado “Sadous apuntó directo a Kirchner y a De Vido”, la verdad es que ese título no refleja lo que Sadous dijo, sino lo que le hubiese gustado a Clarín que dijera. Respecto del ex presidente Néstor Kirchner, Sadous dice: “Sobre si el presidente conocía el funcionamiento de esto, yo entiendo que sí, que lo debe haber conocido, evidentemente, por los numerosos viajes tanto de él como del presidente Chávez a la Argentina, por la cantidad de acuerdos que se firmaron en cada ocasión y no me cabe la menor duda de que estaba al tanto”. ¿Pero qué es exactamente el funcionamiento de “ésto”? La pregunta la hace el diputado del peronismo disidente Eduardo Amadeo y la versión textual dice: “¿Hasta dónde el presidente Néstor Kirchner en su conocimiento tuvo acceso a esta información vital sobre la manera en que se estaban desarrollando las negociaciones? No sólo el problema del fideicomiso, sino la estructura general de la operación…”. Pero, a ver, ¿cuál es el problema del fideicomiso? Sencillo: en enero de 2005, Sadous había enviado un cable diplomático titulado “Gravísima situación” donde informaba de un faltante de 90 millones de dólares en el fideicomiso que administra PDVSA –la empresa pública de petróleo venezolana, que nada tiene que ver con el Estado Argentino– y a través del cuál Caracas paga los productos que Buenos Aires le exporta. Concretamente, el fideicomiso es una herramienta de exportación que consiste en lo siguiente: la Argentina importa fuel-oil de Venezuela y las divisas con las que paga entran en una especie de cuenta especial que el país caribeño utiliza para comprar luego las importaciones que hace de la Argentina. Cómo se lee, más allá de la dificultad del asunto, la supuesta acusación –el único momento que “apuntó directo”– no es otra cosa que una gran nube de humo. Sadous estaba dibujando el plano de aspiradora. Respecto de la denuncia contra Julio De Vido, Sadous dice, textual: “Los empresarios argentinos en forma permanente hacían comentarios sobre la necesidad de pasar por el Ministerio de Planificación Federal para resolver que sus ventas a Venezuela se imputaran al fideicomiso. Ahora, denuncias concretas obviamente no las hubo; si las hubiera habido yo lo hubiera puesto en conocimiento de la Cancillería, como es mi deber y como lo hice cuando tuvimos pruebas concretas de la desaparición de los 90 millones de dólares del fideicomiso y reaparición posterior.” Habría que recordar que ningún empresario ratificó los dichos de Sadous. Y habría que agregar que en algún momento de su declaración admite que es posible que también hubiera negocios non sanctos de Venezuela con países como “Brasil, Chile o Francia”, pero que tampoco esto le constaba. Lo que sí, también se quejó porque dicen que dicen los que finalmente no dijeron que los “retornos” llegaban hasta el 15% cuando lo común es el siete o el diez. Es decir, el escándalo es apenas una cuestión de grado. A esa altura, la reunión en la comisión estaba tomando un tono caricaturesco. El diputado Carlos Kunkel ya había interrumpido a Sadous denunciando que “la puerta de la sala ha quedado abierta y están filmando la reunión” y también había protagonizado un irónico cruce con la diputada de la Coalición Cívica, Patricia Bullrich, sobre la prosapia de la ex ministra de Trabajo durante la presidencia de Fernando de la Rúa. “La diputada Patricia Bullrich de Pueyrredón está pidiendo una interrupción”, dijo, entre las risas de otros diputados, Kunkel; y la respuesta jocosa fue “Pueyrredón de San Martín”. La diputada fueguina Mariel Calchaquí había precisado que “esto” no era otra cosa que “una discusión sobre fondos que no eran públicos; son negocios de empresarios, facilitados, tal vez por las buenas relaciones bilaterales, pero no hay fondos públicos”. Bullrich saltó y espetó “PDVSA son fondos públicos”. Y Heller terció: “¡No son argentinos!” Es decir, lo que quiso remarcar el diputado del Partido Solidario, es que si hubo un caso de corrupción estuvo sobre la órbita de la administración venezolana y no argentina. En otro pasaje de su declaración, Sadous agrega un poco menos de luz sobre el tema del manejo del fideicomiso: Calchaquí: –(…) ¿Qué intervención directa puede tener el Ministerio de Planificación de la Argentina de este tipo de pagos, cuando son el Banco de Venezuela y PDVSA, los que administrar y efectivizan? Sadous: –Indicar a qué empresas se puede pagar o no, a qué empresas se puede imputar los pagos de los fondos del fideicomiso que administran PDVSA (…) El mecanismo era a través de PDVSA, al ser administradora era la que decidía en consulta con ministerios u organismos estatales venezolanos qué productos o bienes se compraban. Ahora, cómo… Pinedo: –Nosotros no sabemos cómo. Sadous: –Supongo que por negociaciones políticas entre distintos ministerios… Pinedo: –¿Cómo se hacía para enterarse de que querían comprar tal cosa? Sadous: –PDVSA informaba al Ministerio de Planificación Federal y a la embajada cuáles eran los productos a comprar. Se transmitía esto a Cancillería y se presentaban las empresas que iban a vender dentro del sistema del fideicomiso (…). Heller: –Y a la Cámara de Comercio. Sadous: –En algunos casos se informaba a Cancillería, en otros casos al Ministerio de Planificación Federal, que era quien mantenía las relaciones regulares una vez por mes o dos veces por mes. Cuando venía Uberti o la delegación del Ministerio de Planificación mantenía reuniones con venezolanos, PDVSA, el Ministerio de Energía y Agricultura sobre las demandas que tenían estos ministerios para comprar productos. Pinedo: –¿Quién seleccionaba a los vendedores argentinos? Sadous: –Ni la embajada ni la Cancillería. Pinedo: –¿Usted no sabe quién? Sadous: –No. Pero la decisión final sobre los pagos del fideicomiso no es la única cosa que no supo Sadous a lo largo de su exposición. Tampoco supo explicar –nombrado Uberti y el Ministerio de Planificación– sobre la supuesta “diplomacia paralela” con la que tanto habían machacado los medios de comunicación. “Con respecto a la diplomacia paralela, yo nunca usé la expresión ‘diplomacia paralela’. Lo que sí creo que hubo fueron gestiones paralelas, es decir gestiones en las cuales la embajada no participó.” Sadous no conoce de otros casos similares a lo largo de sus 37 años de trabajo, pero cualquier persona sensata y con un conocimiento de realpolitik internacional sabe que las embajadas guardan un rol protocolar mientras que el mundo de las presiones políticas, comerciales, de negocios, van por otro. Los Estados Unidos, España, Francia y Gran Bretaña, entre otros, lo saben a ciencia cierta. El mayor despiporre político se produjo cuando el histriónico diputado Jorge Yoma intervino y, luego de quejarse del “horario castrense” impuesto por el presidente de la comisión Alfredo Atanasof, que le impidió tomar mate tranquilo con su familia, expuso: “Estábamos frente a un escándalo de corrupción de proporciones en la Argentina en el que un embajador iba a aportar datos confidenciales que poco menos que iban a generar una catástrofe institucional. Ello ameritó que dejara el mate de un lado y venga para esta reunión. La verdad es que estoy totalmente decepcionado y le transmito, presidente, esta queja en nombre de mi familia.” Pero más allá de la ironía, Yoma, que fue embajador en México, puso el acento en algo interesante que se escapó de toda agenda mediática: “Nos parece trascendente el daño que se le provoca al país en un mercado tan importante como el de la maquinaria agrícola con este escandalote que no tiene ningún fundamento. (…) Lo que quiero decir es que este globo, esta expectativa, estas cámaras de televisión el único efecto que van a tener es absolutamente negativo en el comercio exterior argentino, en un segmento tan importante como el de la maquinaria agrícola, en provincias como Córdoba y Santa Fe, cuya actividad es tan importante, cuando no existe el más mínimo elemento de que haya habido participación de un funcionario argentino en actos de corrupción. Pero el daño al país sí es evidente.” Sadous gesticulaba frente al micrófono y Atanasof se ponía nervioso, y lo cierto es que la testimonial naufragaba en un mar de suposiciones, especulaciones, inconsistencias, contradicciones y verosimilitudes que podían resultar similares a la verdad, pero que no tenían ninguna evidencia contundente de que lo fuera. Mientras tanto, la diputada oficialista Juliana Di Tullio se quejaba porque cuando había salido a fumar había recibido el dato de periodistas de La Nación de que “la oposición ya había quebrado el acuerdo” de silencio. Envalentonada, dijo: “La verdad es que yo no hice ninguna declaración y tampoco creo que algún diputado de la oposición haya quebrado el acuerdo. Espero que así sea. Además, no creo que le convenga.” Margarita Stolbizer la cortó: “¿Qué quiere decir ‘no creo que les convenga’?” Cocorita, Di Tullio, estocó: “Que no les conviene dar información sobre esta reunión porque fue un escándalo y una vergüenza.” Con cara de convidado de piedra, el diputado Juan Carlos Morán, padre de la criatura –la investigación, claro– admitió: “Yo salí tres veces y la verdad es que nadie me obligó a hacer declaraciones.” Y es posible que diga la verdad, es decir, que nadie lo haya obligado. Otra de las intervenciones interesantes la realizó Heller cuando expresó: “Usted ha dicho textualmente que los intereses que se veían afectados por la presencia argentina estaban molestos y, en función de eso, era previsible que actuaran. Dijo que Venezuela tenía un gran comercio con los Estados Unidos. En segundo lugar, dijo que tenía un comercio muy importante con Colombia y, en tercer lugar, tenía un gran desarrollo comercial en las relaciones con Brasil (…). Usted ha dicho que escuchó comentarios de que había retornos. A partir de esos comentarios que usted dice que escuchó –pero que los otros niegan, ya que dicen que no los hicieron– se genera todo este debate y discusión. Sabiendo cómo funcionan determinados países y los servicios de inteligencia así como el vínculo que existe por la defensa de sus intereses comerciales, etcétera, ¿el crecimiento de las exportaciones argentinas a Venezuela en detrimento de terceros países –porque evidentemente eso es así– no generará acciones de inteligencia de esos países para enturbiar las relaciones argentino-venezolanas y de esa manera recuperar cuotas de mercado que están perdiendo? ¿No lo ve como una posibilidad que también deberíamos estar considerando? (…) En definitiva, me parece que existe un montaje de una operación política que no tiene absolutamente nada que ver.” Convertido Sadous en el protagonista de “Nuestro hombre en Caracas”, este hombre puesto por el ex presidente Eduardo Duhalde en la embajada en Venezuela, también es un personaje que aspira a una participación estelar en el cielo opositor. Con la intención de que su gestión fuera reconocida -habló de sus condecoraciones, de los aciertos de su embajada (la recomposición de las relaciones entre ambos países, el crecimiento del comercio binacional de 250 millones a dos mil millones, el acuerdo por el petróleo y la firma del protocolo adicional al convenio de intercambio del año 1978)- intentó tener sus 15 minutos de fama. En cierta manera, los obtuvo. Claro, a fuerza de versiones, de entredichos, de comentarios, que pueden servir para una buena novela de espionaje, pero no para poner en juego una estrategia de crecimiento económico basado en la explotación de nuevos mercados. Es decir, allí donde todos hablaron de una central nuclear, no había otra cosa que los planos de una aspiradora. Fuente: Tiempo Argentino |
miércoles, 10 de marzo de 2010
Saqueadores eran los de antes
