Los relatos fantásticos que componen
esta colección se sitúan
en
los
Valles de Tafí, Tucumán, corazón de la Patria Argentina. La autora de
estos relatos tiene la
suerte de vivir en El Mollar. Desde la Casa del Quetupí, se atreve a
contar lo que sueña a veces en uno de los lugares más bellos del
planeta. Ni falta hace que se diga que cualquier
parecido con hechos y personas, es mera coincidencia.Por las dudas: todo es ficticio y
cualquier parecido con
la realidad es producto de las elucubraciones del lector, ya que la autora
considera que todo lo que vivimos es casualidad pura.
PARTE 1:
INDAGACIONES
Hace unos
días, viniendo de Tafí por Casas Viejas, escuché hablar en el ‘Aconquija’ de extrañas
apariciones.
Para puntillosos aclaro: el ‘Aconquija’ no es la cadena montañosa que
separa naturalmente las provincias de Tucumán y Catamarca, al oeste de nuestro
querido pueblo (no voy a subir tremendos montes para enterarme de los hechos
que ocurren a pocas cuadras de mi casa. Sería ridículo). El ‘Aconquija’ es el
micro de media distancia que nos
traslada a los de poracá arriba hacia
el masallá abajo,
a través de la yunga, y viceversa. Y es también la empresa de colectivos
‘urbanos’ que da toda la vuelta al
valle, alrededor del cerro El Pelao, uniendo poblados, desde el Rincón, pasando por El Potrerillo y
El Mollar, hasta Tafí, o dando la vuelta por Las Carreras y Ovejería. También
hay uno que va de Tafí a El Mollar por el sitio denominado “Ojo de agua” y
“Casas viejas”, a mi entender el recorrido más bonito. En éste último volvía yo,
ocupada
en distinguir si entre los árboles secos, hundidos hasta las ramas en
las aguas del lago, apeadero general de garzas, se veía la triste y solitaria
figura del Mollarito, cuando oí la
conversación sobre apariciones entre dos viejas de edad y aspecto más que
confiable.
Por suerte,
justo en la esquina de (un decir lo de “la
esquina de”) Menhires y Calchaquies estaba Don Pancho Samsa, que en realidad es de apellido Gómez y de nombre
tal vez Roberto, Rubén o Raúl, (digo por
la R.
en el cartel que puso sobre su negocio: “CHACINADOS
Y CARNE DE CERDO Y AFINES, de R. Gómez”).
Acá todos lo conocemos por el apodo
de Pancho Samsa (como el de ModoQuasi, puesto por el mismo operario
telefónico literato y transmigrante, afecto a apodar gente; tal vez porque a él
apenas se lo conocía por “Mono”,
debido a su parecido con un chimpancé).
Don Pancho, a más de chanchero y muy panzón,
recuerda por su carácter alegre, su despreocupación y su esposa laboriosa y
malhumorada, al compañero de Don
Quijote. Sólo que Don Pancho, a diferencia de aquél, dicen que es más bien culto, que en sus
esperas de clientes siempre se le ve leyendo mucho sobre ciencia, aunque es cristiano
piadoso, y que, por gracia de dios, supo hacer plata y conseguir un buen pasar.
También dicen que nunca cayó en las locuras de cietos estudiantes de “la Ciudad”(1), que pretendieron
venderle una isla de Barataria para reírse de él. Pero esa es otra historia.
Ahora está allí, con su enorme delantal de hule de chanchero, fumando su
cigarrito. Y ya empieza a sonreírme a metros de verme llegar, como hace siempre,
como hace con todos. Una invitación al diálogo esa cara franca.
- Buen día,
doña, ¿cómo dice que anda hoy?
- Aquí vamos,
Don Pancho, una patita delante y otra detrás. Intrigada con los misterios de
los que se oye hablar por estos lados…
- Ajá. ¿Y cuáles
serían?
- Algo acerca
de apariciones de gente famosa y algunas, hasta muertas.
- Ah, sí. Qué
historia, eh? ¿Y qué quiere usted saber de eso?
- Bueno, lo
normalito, no’? Cuándo pasó, quiénes
aparecieron, dónde, en qué circunstancias, por qué…. Recién oí a dos viejas
comentando en “el urbano” y se me llenó la cabeza de preguntas.
-
- Y no es para
menos… Dicen que fue un hecho bastante misterioso.
-
- Epa!
Entonces es cierto…
-
- Así parece.
-
- ¿Y usted vio?
-
-Nooo!
Válgame Dios, yo no vi, pero me enteré… Y eso que los que vieron, no quieren
hablar del susto.
-
-Uuhhh… ¿Y
qué le hab contado, si es que puede saberse…?
-
-No mucho. Por
lo que sé, fue una sola aparición. Y dizque le acomodó el plumero que tiene en
la cabeza la esposa del Borigen (2) del almacén de ramos
generales.
-
-Ah, pero
¿allí fue?
-
-Sí, así
dicen. Raro que no se enterara.
-
- No, recién
ahora supe. Y cuándo fue eso?
-
-Hará un par
de semanas… Quedaron todos muy impresionados. Y no es para menos. Parece que “cierta señora” le cantó las cuarenta a la Ermelinda.
-
- Sabido es
que Doña Ermelinda (que así se llama la esposa del “Borigen”)
da más de un motivo cada día para eso. Ahora, que llamar a eso “aparición”… ¿No será mucho?
-
- Es que no
fue cualquiera la que le acomodó la plana.
-
- Ah, no? Y
entonces?
-
- Fue la
Evita.
-
- ¿Qué Evita?
-
- La Evita.
Cuántas conoce?
-
- A decir
verdad, ninguna, pero sé que la hija de Doña Sacarosa se llama Eva, la mujer de
Tincho también y vaya a saber cuántas más que van a comprarle a doña Ermelinda.
- -
No, no. Esas
sí, las conozco, pero no hablo de esas.
- -
No le entiendo
nada, Don Pancho.
le apareció.
-Naaaaa…..
-
- Así dicen …
- Pero, ¿qué
me está diciendo Don Pancho?
- Lo que me
contaron. Todos los que estuvieron ahí dicen
que era la Evita Perón, disfrazada con unos pantalones viejos, zapatillas de lona y un buzo con capucha que
le tapaba la cara. Dizque se plantó en la fila de clientes un día y otro y otro.
Que esperó y miró y escucho y registró
todo lo que pasa ahí dentro.
-Usted me
está cargando?
-
- Qué va.
Dicen que tres días se apareció casi sin hablar, apenas para hacer el pedidito,
poquitas cosas llevaba y siempre con la cara tapada. Y esa última mañana, que
estaba llenito de gente, le dio batalla
a Ermelinda. Batalla verbal, se entiende.
- -
Increible…
- -
Vio? Pero hay
montón de testigos de lo que allí se dijo y que declararon en la comisaría y ante
la psicóloga también.
-
-No me lo
puedo creer.
-
-Pues créaselo,
que de eso iban hablando las que oyó.
-
-Pero, ¿y
cómo es que apareció la Evita así como así en el pueblo y nadie se dio cuenta?
-
- Ah, eso no
lo sé, por eso es que resulta tan misterioso. Muchos dicen ahora, después que pasó todo, que la habían visto a la mujer por
allí y que les recordaba a alguien
conocido, pero por entonces ninguno
dijo “es la Eva”. Las viejas que van todos
los días de compras para gastar horas, dicen que la vieron como a cualquiera, varias mañanas seguidas haciendo
la fila, soportando el maltrato y la espera, pero que nunca se bajó la capucha
del buzo ni se dio a conocer hasta la mañana
en que comenzó a hablar. Y ahí la reconocieron. Los más, salieron
disparados. Pero algunos pocos, de esos que son bien curiosos -y usted sabe que
acá sobra gente así, capaz de quedarse parado frente al cerro que se le cae
encima sólo por ver qué es lo que el cerro hace para aplastarlos-, esos y
algunos embobados admiradores de la Eva, se quedaron. Y escucharon todo.
- -
Mire usted. ¿Y
yo dónde estaba que no me enteré de nada?
-
- Ah, no sé,
eso fue muy comentado.
-
- Caramba, de
qué me perdí... Qué manera de ver pasar la vida sin enterarse una…
-
- Pst…
-
- Y ahora ¿cómo
me hago del nombre de algún testigo que quiera contarme lo que allí ha pasado?
-
- Vea, creo
que la Chini del Samuel estaba. Pero han ido de la radio a pedirle
reportaje y no ha querido hablar. A mí el que me contó todo lo que sé, fue el
oficial que tomó las declaraciones en Comisaría. Es uno que viene siempre a por
sus choricitos los sábados cuando está de guardia y le gusta alardear de tanto
trabajo que tiene.
-
- ¿Cuál?
-
- Ese que viene
los viernes de la ciudad, ¿lo ubica? El
de los anteojos negros, farolero él. Gordillo se llama.
-
- Ah, sí. Pero
es medio mentirosito el hombre, dicen…
- -
Sí, pero
esto lo tiene todo puesto por escrito. Si hay un expediente y todo.
- -
Y usted dice
que lo encuentro en sábado? A Gordillo, digo…
- -
Si, llega
los viernes y se va los domingos. Pero si lo va a querer entrevistar, mejor que
sea el viernes a la noche o el sábado a la mañana. Después del mediodía del
sábado ya no está de humor. Y el domingo, mejor no cruzárselo, anda que se lo
lleva el diablo.
-
- Ajá.
-
- Mire, mejor vaya
de mi parte, diga que yo la mandé. Secreto de sumario no ha de haber, si no hay
crimen ni delito en lo que pasó. Es asunto de aparecidos nomás, sin víctimas.
-
- Y por qué
fue a parar todo a la Comisaría entonces?
-
- Porque a la
Ermelinda le dio por denunciar el asunto como acoso de algún vecino bromista y dio
nombres de testigos que allí estaban. Así que al tipo no le quedó más que
llamarlos a declarar.
-
- Ah…
-
- Y va que
todos dicen que era la Evita misma en persona! Encima la voz. Esa voz, no hay
dos iguales.
-
- Y no.
-
- Dizque resonaba
en el galponazo como si estuviera
hablando con micrófono. El susto que se llevaron las chinitas que trabajan ahí.
-
- Y no es para
menos….
-
- Encima que
dicen que la cosa era para ellas. Que la Evita estaba enojada porque todas están
en negro. A más, en edad de ir a la
escuela…
-
- Cinco siglos
igual…
-
- ¿Cómo dice?
-
- Nada, nada,
pensaba en voz alta… ¿Qué me decía usted?
-
- Ah, que
dicen que la Evita se apareció por lo de las chinitas que debieran ir a la
escuela y están desde las ocho de la mañana y hasta las doce de la noche sin
parar, cargando y descargando mercadería, atendiendo gente y todo por la misma
plata.
-
- Un espanto,
ya lo sé. Y entonces ¿se vino con los del Ministerio de Trabajo la Evita?
-
- No, dicen
que andaba sola. Pero parece que el susto que se llevó la Ermelinda fue grande.
No quiere saber nada de tener las chinitas allí trabajando. Las mandó a la
escuela y la madre anda como loca porque no las puede vigilar. Encima que le
entra menos plata, aguantar la pensadera de que se las vayan a embarazar…
-
- En la vida, todo son problemas, eh? ¿Y las
mocosas vieron todo?
-
- Parece que
sí, pero no quieren contar nada. Lo mejor es pedirle a Gordillo que le deje ver
el expediente que tuvo que armar. Andaba furioso por el trabajo que le hicieron
tomar para que no pase nada. Porque, dígame, ¿qué puede pasar con eso? Nada.
-
- ¿Usted dice
que me dará bolilla? Mire que yo no lo conozco.
-
- Usted vaya
de arte mía y digalé que es para algún diario de la Capital o alguna revista de
interés científico. Le gusta la fama al chango. Aunque le va largar el “a mí no me nombre, no me comprometa”,
le gusta el candelero. Y además, así se le va la rabia. Al menos, no escribió
todo lo que escribió de balde…
-
- Claro, no es
mala idea. Bueno don Pancho, me he quedado helada. De verdad, no se ría, si no
fue usted, fue el invierno, que se vino bien frío este año.
-
- La verdad
que sí, la hemos pasado bien negritas todos, que no?
-
- Ni que lo
diga. Haga el favor y véndame tres de esas morcillitas que calientan hasta el
alma. El sábado me caigo por la comisaría a ver qué pasa y después le cuento.
-
- Meta…
(Continuará... en la Segunda Parte. Mañana si hay internet.)
(1)En los Valles se le
llama “La Ciudad” a la capital de la provincia.
(2)”Borigen” o
“Boringen” o “Borinque” provienen de “aborigen”, término que reemplazó a
“Indio” o “indígen”. Si bien el término “indio” es el más usado en la zona para
designar a personas que pertenecen a las comunidades originarias, en una época
se lo consideró peyorativo y en las escuelas se empezó a usar el término
“aborigen”. De allí que los propios niños llevaran a su casa la novedad y entre
todos, un poco en broma y un poco en serio, comenzaran a llamarse unos a otros
de esta manera, deformándose el vocablo y dando lugar a un sinnúmero de apodos
y sobrenombres.
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