A la madrugada comenzó a llover. Y la lluvia siempre trae problemas.
Cuando me levanté, estaba todo inundado. Flotaba la plancha. Flotaban las sillas. Se ahogaba el televisor. Gorjeaban los relojes sus últimos suspiros. Y mi suegra gritaba abrazada a la heladera que no lograba flotar: “Catástrofe, catástrofe”, tal como había aprendido a hacer en los cursos de Inutilísima satelital.
Vino entonces el Inspector de Aguas Públicas y quiso cobrarme una multa por uso indebido de ese imprescindible recurso natural. Intento vano, no estaba dispuesto a recibir presiones extras.
Llegó después, el Asistente Social del Área Inundaciones, de
Apareció después el Inspector General conjuntamente con el Procurador General de
Más tarde vino el Coordinador General de Programas de Emergencia y quiso saber cómo habían atendido mi caso ambas áreas, aclarándome que finalmente y gracias a gente como yo, funcionaban en conjunto y coordinadamente.
Por último, aparecieron los medios de comunicación, insistiendo en que hiciera la denuncia contra el Presidente de
Finalmente, cuando todos se fueron, apareció mi vecino con un balde, empapado como yo e igualmente harto de recibir visitas.
Y juntos comenzamos a sacarnos el agua de encima.
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