lunes, 8 de junio de 2015

AHORA QUE TODOS SOMOS PERIODISTAS



Y que todos escribimos para nadie, aunque todos leemos, a salto de renglón y de idea, a salto de párrafo, rapidito, rapidito, como un polvo de parado,  incluso los que nunca escribieron ni leyeron ahora escriben y leen y eso es todo un avance aunque los académicos escriban y lean que ya nadie tiene  fe en la palabra escrita; ahora que ya no se sabe quién dijo qué cosa sobre qué ni con qué autoridad para decirlo, con qué argumentos, con qué investigación y seguimiento del tema, ahora que todo es más fácil, que alcanza con  leer así rapidito, rapidito y escribir como sea, un poco desordenadamente tal vez, pero honrando la escritura como nunca antes; ahora que con un ordenador, una pantalla, un teclado, una tableta, un celular, cualquier cosa conectada a la red es suficiente para volverse informador, opinador, comentarista,  lector, crítico, periodista, escribidor, crítico, observador, colega preopinante, tesista, antitesista, relator, polemista, poeta, analista, narrador, administrador, coordinador, dramaturgo, dialoguista, censor, novelista, divulgador, editorialista,  cibernauta, publicista, actor de videos caseros, cantante de karaoke, corrector, juez y parte, proselitista, contestatario, eliminador eliminado, megusteador megusteado y algunas otras cosas, 
 ¿No se sienten más libres del peso de las palabras? 
 ¿No sienten, por ejemplo, que  AGUA constituye en sí misma todo un poema con sólo pronunciarla?

Ahora que todos publicamos y nadie publica, todos editamos y nadie edita, todos escribimos y corregimos y aún así seguimos sin considerarnos  escritores, una categoría del pasado, doña, cuando unos pocos escribían y el resto leía en el colectivo, el tren, la sala de espera, el antes de dormirse, el veraneo en cualquier parte, los viajes largos, los viajes cortos, las siestas de la infancia, las noches de insomnio, los días sin trabajo; ahora que ya no quedan bronces, que  apenas quedan  algunos mármoles y cementos y aún  menos que eso todavía: más livianos, menos peligrosos y más fáciles de limpiar,  los vaciados en resina epoxi y fibra de vidrio que adornan calles de mucha circulación; ahora que los mayores se fueron a escribir entre las nubes y los que quedaron andan por los canales de televisión lustrándose el brillo fugaz, sabedores de que no queda espacio para nuevo bronces y mármoles o resina epoxi en las ciudades, ocupados por los ilustremente lustrosos del ayer;  ahora que hemos alcanzado la total democracia de la letra, que provoca la extinción de ciertas especies literarias, dinosaurios escondidos en los cenáculos donde los meteoritos de la informática los han ido a buscar para exterminarlos definitivamente; ahora que cualquier hijo de vecino escribe lo que piensa y siente sin preocuparse de la opinión de las editoriales,
 ¿acaso no escuchan cómo las olas del mar golpean contra la playa como una canción eterna, como un corazón humano, como una arteria pulsante, llevando y trayendo poesía, metáfora de la vida, sin palabras, sin palabras, sin palabras, apenas  el silencio y el sonido de la existencia sin palabras, el silencio y la vida,  y las palabras,  por las calles,  desparramadas como hoja secas, crujientes, pisoteadas, listas para ser barridas por el viento o la escoba de los que todo lo ordenan por la madrugada?

Ahora que todos, casi todos, como quién dice unos miles de millones, no son tantos pero somos más que antes frente a la luminosa pantalla del celular o del ordenador, tal vez sin saber mucho de ortografía o de gramática, pero escribiendo, o haciendo como qué, con signos, emoticones, fotos, expresando lo que sentimos, reconquistando con torpeza todavía las palabras, ocupados en obtener aunque sea un cachito de electricidad, un rayito de zeus, un  apenas de energía intergaláctica que alcance para cargar el celular, no importa si no hay para comer, si se deben varios meses de alquileres, si estamos presos o libres, enfermos o sanos, importa que allí donde la vida nos ha tirado, hospital, cárcel, casilla, pileta, calle, mansión, country, villa miseria, villa de lujo, villa o villorrio, chabola o favela, casa & jardín, departamento, pasillo o hall de cine, plaza o mercado, terminal de tren o colectivo, barco o avión, restaurante o bar, subte o bondi,   haya un enchufe público o privado, aunque no haya ni baño ni canilla con agua potable, que haya un enchufe y un restito de electricidad que alcance para cargar el celular  o la tableta bien habida o mal habida, eso que importa, si hay millones en el mundo dando vueltas, si se pueden canjear por un riñón, por unos pesos, por un hijo, por un auto viejo, una campera o unas tierras, lo que importa es estar comunicados, lo que importa e pertenecer, lo que importa es no perder el hilo, seguir allí, estar presentes, decir lo nuestro, mirar al otro, una célula colgada de una dendrita social como sea, deconectarse se paga caro, no hay que desaprovechar la situación, ahora todos podemos, lo que sea que nos salga, lo que sea que tengamos en mente o  lo que tengan en mente otros, qué importa, mientras podamos copiar y pegar y darle enter  para lanzarlo como botella  a la mar océano de las comunicaciones, tratando de pescar lo que sea a la vuelta, una botella que pesca, dónde se ha visto, debería ser una red, pero esa ya nos atrapó a nosotros y ahora desde adentro todos tiramos botellas buscando una  respuesta, alguien que diga que le gusta la botella,  que sabe que estamos acá, que nos reconoce, que él es el él y yo soy yo, que nosotros somos nosotros y estamos, hablamos, existimos, nos vemos, nos leemos,  qué maravilla, tuiteo y luego existo, publico y luego existo, comento y luego existo, likeo y luego existo, por fin tanta existencia al alcance de la mano, como si hubiéramos vencido a la muerte, los caralibros de los muertos ahí se quedan para siempre, recordándonos que alguna vez fueron, que no es un invento de nadie ese nombre y esa cara, que se acabó la dictadura de la materia, ya no respira, se lo comen los gusanos, pero allí está en su muro, al alcance de un click cada día del futuro como si nada hubiera pasado; 
¿Acaso no sienten el aire más liviano?
 ¿Acaso la luna está de huelga? 
¿las estrellas se cuestionan el paso del tiempo? 
¿Los meteoritos, en asamblea, votaron por dejar de hostigarnos?
Porque ahora ya no importa hacer la revolución para comer todos los días, para sembrar toda  la tierra, para ser todos iguales, ahora  somos como hermanos, muchos contactos, muchos  amigos, miles, y seguidores y  redes, cuánta fraternidad, cuanta compañía, no hay soledad ni muerte ni olvido que nos puedan ya, somos eternos, invencibles, creativos, nos entendemos a la distancia;   ahora la felicidad más absoluta  a la vuelta de la esquina, sin  bombas ni panfletos ni ideas, suficiente con una cámara, aunque sea una pequeña,  un chip de conexión a internet, una señal de wi fi, una suscripción, que es mía, totalmente mía, con una contraseña que me hace dueño absoluto del dominio, soy dueño, dómine, no tendré casa pero tengo un espacio en internet, y hasta puedo tener más de una suscripción, puedo ser rico y tener muchos perfiles y ninguna casa, muchos amigos y ninguna escuela, muchas redes y ningún libro, puedo ser rico sin necesidad de quitarle a los ricos su riqueza ni de repartir entre todos las pobrezas; pero no nos vayamos por las ramas, por favor:  ahora que todos somos periodistas, está bueno que también lo digamos, lo comuniquemos a la opinión pública, que de tan pública se ha vuelto parte de mí intimidad,  lo privado que se hace público deja de ser privado,  desaparece, mirá que fácil era terminar con la propiedad privada, ahora  todo se fusiona y uno se siente más liviano: nada que ocultar, nada que esconder, ya no hay secretos, ya no hay conjuros ni conspiraciones, todo es de todos, nuestra casa, nuestra mente, nuestras acciones,  si matamos un hombre, uno de nosotros filma, hay que registrarlo todo, subirlo a la red, mostrar lo que hicimos, mostrar lo que ocurre, todos tienen derecho a saber como dejamos morir ese hombre en la calle,  porque ahora todos somos periodistas,  jueces,  fiscales,  condenados, víctimas, porque al fin ya nadie es inocente como dijo aquel hombre que todos sabemos, porque mientras tengamos un celular y una contraseña y una señal de wi fi, numca más, pero nunca más,  nadie podrá volver a decirnos “usted no” o “acá no" y eso también vale y además
 ¿se acaba el mundo?
¿Acaso al sol le importa? 
¿Acaso el tiempo firmó un pacto de no agresión con nuestro presente eterno?
¿Acaso no se ríe de nuestro ayer y de nuestro mañana como lo ha hecho siempre?


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