viernes, 19 de junio de 2015

Ahora que ya nadie escribe cartas,



que el cartero no golpea dos veces, ni una vez, que ya ni pasa,  que en los buzones no se encuentran más que folletos de los Testigos de Jehová, siempre tan optimistas en su caza de fieles, y algunos volantes ofreciendo empanadas, lavandería, precios cuidados, super-oferta-solo-por-hoy,  las facturas del gas y del teléfono y la luz, las expensas tal vez, y siempre, siempre, otra vez “El Atalaya”; ahora que ya no existe el misterio y la poesía de una carta perdida, una carta que jamás se pudo entregar y aparecía varios días después de la muerte de su destinatario en un buzón vecino, o en una dependencia del correo argentino, que no sabía qué hacer con ella, “devuelta por fallecimiento del destinatario” resultaba  algo cruel, que después de todo los empleados postales también han tenido su sensibilidad a flor de piel como cualquiera, mejor era poner “destinatario desconocido”,  que la esperanza no se pierda, Perón Vuelve, y si Evita viviera, en esas épocas el correo era el correo y hasta había una ley que prohibía que los de la side te revisaran las cartas, aunque te las revisaran de todos modos, debían tomarse el trabajo aprendido en las películas de James Bond, mi nombre es bond, y abrirlas con el vapor de la pava y volverlas a pegar con la plancha para que no se notara;  pero también bien podría haber pasado que el que falleciera fuera el remitente, por qué no, si nadie tiene la vida comprada, pudiera ser que  se fuera de este mundo sin saber que su carta no había sido recibida, que estaba perdida por ahí, tal vez a punto de ser devuelta a un remitente que ya no estaba y que dejó el valle de lágrimas convencido de haberle dicho a la Fulana o al Sutano todas las cosas que le oprimieron el pecho tantos años, mejor para él, alma liviana, haberse sacado de encima todo ese peso; en cualquier caso, fuera que falleciera el destinatario o el remitente, era un caso digno de considerar para un guión de cine o una novela de misterios, lo que ya no tiene caso dado que  ambos sustantivos están condenados,   al borde de la extinción, apenas sostenidos por algún diccionario como para que un par de generaciones venideras sepan que antaño  nada era tan sencillo como creerán que todo fue en todo pasado mejor; pero aún en medio de esta intrascendente época de transición hacia el futuro que llamamos presente, griego el presente, qué duda cabe,   a quién le interesa ya ser destinatario de cartas jamás escritas, a quién le puede subyugar ser remitente de lo que jamás será leído en el papel, ese papel carta tan bonito que no volverá a ser escrito ni firmado como su seguro servidor, quedo a los pies de usted, tuyo, con todo mi cariño, el mayor de los respeto y hasta, ay, qué dolor, mi más sentido pésame, que de todo ha debido uno escribir en el papel hilado con renglones finos y plateados, grueso, duro, como correspondía a un estilo refinado,  esquelitas de cartulina  copiadas del manual de estilo de la década, cuántas personas ocupada en esos menesteres, cuantos puestos de trabajo perdidos por causa de,  y ese papel cuya tinta manchaba los dedos tampoco será ya ensobrado en sobre adecuados a la situación, pegando con la lengua el borde, la estampilla, qué envidia aquellos rodillos de porcelana blanca que rodaban sobre un eje y pasando por dentro de una fuente con agua, permitían mojar el borde y la estampilla con la justa humedad, la humedad necesaria para que todo quedara bien sellado y pegoteado sin que se hiciera una chanchada ni te quedara en la boca ese gusto a goma arábiga que nos hacía escupir y que hoy daríamos la mitad de la vida que ya perdimos para recuperar; nunca más el cartero con su bolsón, bajo los rigores del invierno o los sudores del verano, con su gorra gris y su buena salud, nada como andar todo el día en bicicleta o caminando llevando buenas noticias para tener una salud de hierro, nada como echar una carta en un buzón y arrepentirse, o penar que podría venir un loco y tirar dentro un pucho encendido y quemar todo, sólo para divertirse, nada como quedarse esperando que para el empleado del correo levantando la correspondencia, inútilmente, a qué horas e hacía ese trabajo que jamás uno podía verlo abrir la portezuela de hierro para verificar que allí estaba su carta, que el correo se encargaría, señor, eñora, señorita, despreocúpese que eso de que las cartas se pierden son mitos, mitos inventados por los enemigos del estado y el bienestar de la sociedad, gente que fabula para vender más diaros y revistas y novelas de misterio; buzón, cartero, otros dos  sustantivos anacrónicos que nombran lo que ya no es, más anacrónicos que jitanjáfora, que después de todo una jitanjáfora puede volver en cualquier momento, ya se sabe que las modas son así, todo va y todo viene,  más anacrónico que una  gárgola,  que la  subversión apátrida, que las figuritas de próceres del Billiken, buzón, cartero, y eso qué es;  ahora que nadie o casi nadie escribe cartas sino mensajes instantáneos en cientocuarentacaracteres, en cincuenta caracteres, nada de andar desperdiciando bits en cuestiones retóricas, la síntesis convertida en virtud, la carencia convertida en virtud,  ahora que hay que decirlo todo en pocas palabras, porque si algo sobra en este mundo son palabras, ahora que lo extenso se ha vuelto imperdonable, quién te va a leer más de quinientas palabras,eh? Si te lo dicen hasta los manuales de etilo más modernos, quinientas palabras, media hora de atención, no esperes más, eso debe durar un capítulo, un poema un cuento, una novela, lo demás sobra, hay que achicar y comprimir, hay que meter todo como sea en ese espacio, no jodas, el tiempo pasa para todos, nadie va a leerlo por más que lo escribas, entendiste?, abreviar, acortar, recortar, comprimir, que lo breve si bueno dos veces breve, y lo bueno si existe en alguna parte no es para estas épocas de lectura veloz, gatillo fácil, amor precoz, combínense sustantivos y adjetivos en el orden que se desee mientras no superen la cantidad de palabras establecida por la plataforma de mensajes;
¿ acaso no te sentís aliviado,
 ahora que ya no hace falta justificar nada, 
ahora que la ansiedad por el futuro ya no existe, 
que ya no hace falta ser paciente, 
que  al fin nos liberamos de la espera?

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