domingo, 7 de junio de 2015

LA CONTRASEÑA

 Matías debía regresar de la Facultad  para la cenar familiar y luego saldría con sus amigos. Era viernes.
 Su madre lo esperó con la comida hasta la medianoche. Después de llamarlo al móvil varias veces sin obtener respuesta, decidió irse a la cama. No era la primera vez que su hijo seguía de largo hasta el sábado sin volver a casa, aunque en general avisaba antes. 
A las seis de la mañana, llamaron por teléfono: Matías estaba secuestrado.
Siguiendo consejos difundidos por los medios, el padre  llamó a la policía.
Se tomaron  las medidas indicadas por el protocolo y cuando se produjo la segunda llamada, pasadas las tres de la tarde del sábado,  la casa estaba llena de gente y de aparatos. Una voz ronca estuvo un rato insultando al padre y después, para asombro de todos los escuchantes, no pidieron plata: sólo querían la contraseña del  'facebook' del secuestrado.
Trás la sorpresa inicial, comenzaron las negociaciones. Inútil fue que sus padres  juraran  que no la conocían. De nada sirvió la promesa de conseguirla si esperaban lo suficiente (hecha en virtud de lo escrito en papelitos por los técnicos informáticos de la policía, que aseguraban con señas ser capaces de tal cosa). No hubo caso. La querían ya o nada. Y esta vez cortaron ellos.
-No se preocupe -dijo el oficial a cargo- su hijo sabe su contraseña. Si fuera cierto que lo tienen, se la pedirían a él, ¿no le parece?¿Quién mejor para dárselas? Esto huele a joda, suena a truchada. Secuestrar a alguien y no pedir plata? Es raro.  ¿No andarán los amigos o él mismo detrás de esto?
Aunque toda la familia pusiera las manos en el fuego por Matías, no hubo caso: para las ocho de la noche  habían levantado todos sus equipos y se habían ido. Y eso que el hermano insistió  en que todavía seguía siendo un secuestro extorsivo.
La familia pasó el resto del domingo discutiendo qué hacer y esperando. No hubo más llamados y Matías tampoco regresó.

Dos días después, el cuerpo apareció en el basural de un municipio vecino.  A pesar del tiro en la cabeza, la madre lo reconoció en la morgue.

Las pericias informáticas y otras pesquisas dieron por fín con el paradero de los secuestradores y lograron detenerlos. Era una pequeña banda de cinco imbéciles que no se ponían de acuerdo acerca de nada.
Ante la pregunta del fiscal sobre tan extraño pedido de rescate, que no parecía ameritar la muerte de nadie, uno dijo muy tranquilo que el secuestrado se negaba.
 Otro, sólo aclaró que el rescate se pide siempre a la familia, es lo que se estila, que no había nada de raro. Otro, confesó que habían obtenido la clave, pero que al usarla, resultó incorrecta.
Al cuarto se le escapó que Matías había jurado hasta el final, incluso bajo tortura,  que  no la  recordaba.
Finalmente, el que parecía el jefe de esa banda contrahecha, dijo que todo lo anterior, aunque improbable,  era la más pura verdad, pero se negó a seguir declarando por consejo de su abogado de oficio.
Los condenaron a prisión perpetua a todos. El caso había indignado a los televidentes.

Si al menos hubiera sido por algo... de valor, se decían sus familiares y amigos. Si al menos hubieran pedido plata...
El perro de Matías era el único al que no le importaban los motivos, pero no podía decírselo a nadie.
Él no buscaba repuestas.
Simplemente lo extrañaba.




2 comentarios:

  1. Lo lamento por el perro, pero a quién se le ocurre elegir como contraseña del FB "nomeacuerdo". Lo mató la desconfianza de los secuestradores, imbéciles pero escépticos.
    Peje

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    1. Bien ahí Peje! Creo que nadie más entendió. En fín, escritura críptica? Abrazo!

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