sábado, 25 de abril de 2009

Cualquier parecido con la realidad, no es coincidencia

En la foto, Ernestina brinda con Videla...


Goebbels era un jerarca nazi que estaba totalmente loco, que parecía muy inteligente. Se podría decir también a la inversa, pero el orden de los factores no altera el producto.
Cuando el final de la guerra llegó, mató a sus seis hijos y se suicidó junto a su esposa. Primó la locura esencial por sobre la apariencia de lucidez.
A él se le atribuyen estos once "principios" de la propaganda nazi, aunque la wikipedia alerte sobre la inexistencia de certeza acerca de su autoría.
Es probable que sea un mito más, de los tantos que por allí andan.
De todos modos, a lo sumo Goebbels se habrá tomado el trabajo de recopilar y usar con fines terroríficos esos "principios" que presuponen del dominio de las mentes de las personas a través de los medios de comunicación. Así les fue...
La propaganda es un concepto demasiado amplio como para pretender que estos sean sus principios, sin embargo la televisión actual parece moverse muy cómodamente en ellos. no hablo de la radio, porque no soy escucha. Pero sí soy televidente, y sobre todo de noticieros. Y es lamentable reconocer cómo se cumplen los "principios" en alguno canales, por no decir en el medio en general.
A usted no le pasa lo mismo, vecin@?

¿Por qué recordarlos ahora?
Porque es una razón más para tener nueva Ley de Medios Audiovisuales.
No soy tan ingenua como para pensar que este "undecálogo maldito" pueda ser derogado por una ley. Seguirá existiendo mientras haya quién lo use.
Pero habrá posibilidades de "zafar" de él, de demostrar que estos enunciados de "principios" no tienen nada, que se puede hacer propaganda y comunicación sin caer tan bajo y atrás.
Que se puede comunicar.
Que se puede pensar.
Que todos tenemos algo para decir y estamos amordazados, silenciados, rabiosos por vernos dentro de las cifras que nos anotan entre los idiotas que necesitan mensajes simples.
Que estamos hartos de que nos subestimen como sociedad.
Que nos quieran convencer de ser lo que no somos ni deseamos ser.

Usar los medios de comunicación bajo estos "principios" es uno de los resabios del terrorismo de Estado que aún no logramos eliminar.
Es toda una tarea, si hacemos nuestra contabilidad en miles de años y no en horas.

Así aparecieron en la Wikipedia, tomados de algún manual de vaya a saber qué.
Así los copio.

Principio de simplificación y del enemigo único.
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
Principio del método de contagio.
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".
Principio de la exageración y desfiguración.
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
Principio de la vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
Principio de orquestación.
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: «Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad».
Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Principio de la verosimilitud.
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
Principio de la silenciación.
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
Principio de la transfusión.
Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
Principio de la unanimidad.
Llegar a convencer a mucha gente de que piensa «como todo el mundo», creando una falsa impresión de unanimidad.

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