lunes, 14 de diciembre de 2009

TAPAR EL SOL CON EL DEDO II



Recuerdo que iba en el subte cuando ví el cartel de las tapas que tapan.

Lo recuerdo porque estaba leyendo un ejemplar gratuito de “La Razón”, diario del grupo Clarín que se distribuye en los transportes para solaz de los que viajan.

Allí, una nota encabezada por un titular que decía “La ley de medios K… etc etc”, tenía un recuadro destacado con un título entrecomillado: “La sociedad aún no está madura”.

Caramba!

Qué frase.

Qué audacia!

Que desorientación y que desesperanza debe haber en el corazón y la boca del/la autor/a de la frase.

“La sociedad aún no está madura”.

Los argentinos aún no estamos maduros.

¿Para qué?

¿Para democratizar los medios?

¡Para ejercer nuestros derechos?

¿No es que eso lo garantiza la constitución, el sistema democrático y republicano, la civilización occidental y cristiana?

Si es un derecho estar informado y si la democratización de los medios es parte esencial de cualquier sistema democrático, ¿cómo puede ser que haya que estar maduro para ejercerlo?

¿Hay que estar maduro para ejercer los derechos?

No es que nos acompañan desde que nacemos?

Los pueblos originarios también desaparecieron hace un siglo por idéntica causa: no estaban maduros para el progreso.

Parece que somos una sociedad Jardín-de-Infantes, nomás, como decía María Elena Walsh…

Eso aclararía otras cosas: Mauricio premiando a la Walsh por su trayectoria, vida y memoria (pega, por eso lo pongo así) sonaba algo raro. Uno decía: “este hombre se equivocó” o “ se le filtró un zurdo entre los asesores”. Como se le habían “filtrado” tantas cosas…

Pero es probable que él haya creído que lo de ser una sociedad Jardín-de-Infantes no era metafórico, irónico, sarcástico, eufemístico. Tal vez creyera que se trataba de una confirmación de la realidad. Y por eso, ahora sus amiguetes repiten lo de “la sociedad no está madura”.

Aunque soy una mujer de mediana edad, pasando casi para el lado de los de avanzada edad, desde que tengo uso de razón leo la realidad y los diarios y veo la tele y escucho la radio y saco mis propias conclusiones.

Aprendí en la diversidad.

También, confieso, aprendí de tanto ver burdas mentiras y contradicciones inaceptables en las tapas de algunos diarios. Aprendí que eso era una interpretación tan válida y tan arbitraria como la mía. Y vivo en paz con Clarín, pero no le creo casi nada, aunque a veces no mienta.

Eso sí: reconozco que nadie tiene ganas de que lo traten de tonto, y que no todos reaccionamos del mismo modo. Porque aunque el sol no puede taparse con un dedo, a veces, al dueño del dedo que anda haciendo sombra al cuete, dan unas ganas de pegarle una patada en el culo…

Para que nos deje vivir tranquilos, nomás.

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